La filosofía Vedanta[1] no es una construcción doctrinaria, y menos intelectual, obra del ser humano, sino más bien el descubrimiento, mediando la intuición y la vivencia directa, de la sabiduría atemporal, imperecedera e inmanente, por los profundos estados de consciencia logrados por los Rishis, particularmente en sus búsquedas para escapar de las trampas del sufrimiento. Lo que se conoce en el hinduismo como época védica se ubica entre los siglos XV al VII a.C.

Vedanta sería el conocimiento liberador (Jñana Yoga), la última fase (“Anta”) de la sabiduría (“Veda”), cuyos principios fundamentales se forjaron desde los Vedas o textos védicos (sagradas escrituras), hasta quedar plasmados en los Upanishads. En este orden de ideas, lo primero fue la tradición oral basada en el poder de la vibración de la palabra directa, en boca de los Gurús, luego llevada a la escritura, implicando ello los Shruti (“lo que es escuchado”), que son los 4 Vedas derivados del saber alcanzado por los maestros originarios, y los Smriti (“lo que es memorizado”), que son los textos producidos por los discípulos, en los que el saber se presenta a través de historias (18 Puranas, leyendas mitológicas, epopeyas como el Mahabharata -del que forma parte el Bhagavad-Gita[2] o Guita Upanishad-, etc.). Sri Veda Vyasa fue el gran compilador.

Esta sabiduría que ahora evocamos estima que las fuerzas de la naturaleza son idénticas en el universo y en el individuo, estando todo regido (en sus inicios y antes del Advaita) por un orden del que surge la existencia, la cual a su vez paradójicamente proviene del caos y de la no-existencia. Así, ese orden es el resultado de la lucha entre la luz y la oscuridad, de la que sale victoriosa la luz, lo cual debe entonces ser conmemorado por medio de rituales constitutivos de sacrificios para mantener el orden, con trascendencia en la vida cotidiana de las personas, en los que lo fundamental es el fuego (Agni).

Siguiendo esta línea, los 4 Vedas presentan cada uno 4 secciones que son: Samhitas (himnos, oraciones, mantras destinados a las fuerzas que animan el universo y que evidencian la identidad entre el microcosmos y el macrocosmos), Brahmanas (tratados de conducta), Aranyakas (textos esotéricos y sobre meditación, en donde ya se observa que se pone el acento en el mundo interior, empezando a sustituirse lo ceremonial), y Upanishads (textos filosóficos contentivos de la esencia védica, donde crucialmente se dejan de lado los rituales y se enfatiza en el objetivo interno de alcanzar la paz definitiva, y el reconocimiento de Brahman como realidad última y única).

 Los aspirantes (Adikharis) que desean llegar a descubrir la sabiduría mediante la intuición, deben cumplir con ciertos requisitos o Kandas o etapas constitutivas de su Sadhana o disciplina espiritual. Primero el Karma-Kanda, que enseña a vivir el Dharma, cumplir con lo que se ha de hacer (sin atención al resultado) para lograr el bienestar. Segundo el Upasana-Kanda, que induce a las prácticas ritualistas internas o meditativas, en busca de Jñana, el conocimiento o sabiduría, y la superación del deseo, como fuente de sufrimiento. Tercero el Jñana-Kanda, que favorece el conocimiento intuitivo de Brahman, superando el camino de la acción: se renuncia a la acción con deseo y voluntad o Nivritti Dharma (Ahamgraha Upasana, el aspirante medita en sí como Brahman, y particularmente en Ajativada, o visión de la no evolución o de la no originación).

Claro que no podemos hablar de una evolución lineal de esta filosofía, puesto que surgió una rama denominada Purva Mimansa, centrada en el Karma-Kanda o acciones rituales, y otra rama llamada Uttara Mimansa, basada en el Jñana-Kanda, que es en definitiva la filosofía conocida como Vedanta, de la cual a su vez surgieron escuelas (Sampradayas). Empero, al seguir todas esas escuelas los Brahma Sutras, vemos que si bien se supera el dualismo plasmado por la filosofía Shamkya (Purusha-Prakriti)[3], considerando que la realidad suprema es que el individuo es una parte no separada de Brahman, no se vislumbra aún que se trata de lo mismo o que haya identidad Brahman-Atman.

 Ahora bien, en su camino el aspirante debe entonces lograr la purificación de su mente por medio del Karma Yoga, del Bhakti Yoga y del Hatha-Raja Yoga. Además, el aspirante debe estar dotado de Viveka, el discernimiento entre lo permanente y lo impermanente; de Vairagya, desapasionamiento y desapego; de Shatsampat, seis virtudes para dominar los órganos físicos y mentales (Sama: serenidad por atenuación de los vásanas o impresiones mentales; Dama: control de los Karmas y Jñana Indriyas; Upáratri: saciedad interior; Titiksha: soportar los pares de opuestos; Shraddha: fe en el propio ser y la enseñanza; y, Samadana: equilibrio mental en el Atman); y, de Mumukshutva: anhelo de liberarse del Samsara.

Entendiendo ya este proceso evolutivo podemos entonces apreciar el surgimiento, a partir de estas bases iniciales, del Vedanta Advaita, cuyo máximo exponente fue Shankaracharya (788-820), siendo su postulado la a-dualidad o la no dualidad. Según esta idea, incluso siendo idéntico el sí mismo individualizado (Jiva, es decir el cuerpo y la mente) y el sí mismo supremo (Atman o Brahman morando en el individuo), es lo cierto que a causa de la ignorancia (Avidya) el ser desconoce su propia naturaleza (la de ser Brahman o Realidad Suprema Infinita y Única), quedando atrapado en la ilusión (Maya), confundido con la aparente dualidad e identificándose con el ego (por la acción de los Upadhis, limitaciones de la mente y del cuerpo). Es una óptica monista en la que todo es Brahman y lo demás ilusión.

En este sentido, los grandes dichos contentivos de Jñana o conocimiento liberador, es decir los Mahavakyas, son cuatro y su integración intuitiva vía meditación culmina el alcance de la sabiduría por parte del aspirante. Esos dichos, algunas veces entonados como mantras, son cuatro: el Svarupabodha-Vakya: Prajñanam Brahma o “Consciencia es Braman”; el Anunsandhana-Vakya: Aham Brahma Asmi o “Yo Soy Braman”; el Upadesha-Vakya (Upanishad-Vakya): Tat Tuam Así o “Tu Eres Eso”; y, el Anubhavabodha-Vakya: Ayam Atma Brahma o “Este Ser es Braman”. De éstos, el tercero condensa lo esencial de la filosofía, unificando al testigo con la Realidad Suprema Infinita y Única.

 Luego de este muy apretado resumen del contenido de esta apasionante visión filosófica del Vedanta Advaita, surgen en mi mente estas reflexiones:

 Mi apreciación personal acerca de esta sin duda, para mí, original e insospechada filosofía, es que requiere de mucho compromiso del interesado, no tanto para pretender entenderla intelectualmente, pues estimo que no habrían los instrumentos indispensables para ello, así como tampoco en realidad una clara necesidad de hacerlo, sino, por el contrario, para despojarnos de nuestra tendencia secular a asumirnos separados de todo, de las demás personas, de los otros seres vivos, del mismo “Dios”, y de todo a cuanto le adjudicamos existencia o realidad, sea animado o inanimado, material o inmaterial. Así, cada uno de nosotros se toma como algo distinto o diferente de su idea de “Dios” e igualmente de lo y de los demás.

Hemos sido criados en el dualismo o la separatividad ontológica, no solamente en el campo de las tres grandes religiones monoteístas (y algunas otras), sino también en el mundo científico occidental, en el ateísmo y en el agnosticismo, e incluso en lo que algunos podrían calificar del sentido común de la persona de la calle.

 Es sobre ese concepto dual que estimo que habría que pensar, de modo de poder desentrañar, más allá de nuestros prejuicios, miedos y temores, si el mismo es lo que en verdad resulta de una mera construcción intelectual, para la mejor comprensión de lo que a la postre termina siendo Maya (la ilusión), incursionando en Avidya (la ignorancia) impulsados por el ego, cuando creemos que estamos en el conocimiento.

 Quizás haya que releer a Hegel y su doctrina acerca del idealismo, desde esta perspectiva Advaita, y podríamos sorprendernos de las tremendas aproximaciones a la idea de la unidad, salvando por supuesto infinitas distancias, pero que a la postre podrían desdibujarse, puesto que todo existe solo en la mente del pensante, y en ella encontraríamos la unidad de todos los pensantes entre sí y con todo sobre lo que se puede pensar. Se hace interesante cuando vemos que sus grandes detractores vinieron desde el campo del materialismo, lo que alguien pudiera calificar de “mayismo” (si se me permite).

 

Por supuesto que es mejor tomar agua en una jarra de barro, que con las manos o con un puñado de barro, pero es obvio que no por ser aparentemente jarra ese barro, deja de ser lo que en realidad es, barro. Y nos detenemos allí, por cuanto la verdad es que tampoco el barro existe como tal, como tampoco el agua, las manos, ni la sed, ni la saciedad. Pero esto no podemos entenderlo intelectualmente, sólo sentirlo intuitivamente con la meditación y a la luz del Karma y de la intención de salir del Samsara (“Sólo el conocimiento del Ser puede liberar al hombre de las redes del Samsara”) y fundirse así al Absoluto Infinito, que es lo único que es Verdad.

 Ahora bien, desde otra perspectiva, pero siempre desde mi apreciación personal, puedo comentar que a partir de que comencé a estudiar filosofías hinduistas e incluso antes de haber leído nada sobre Vedanta Advaita, ya me sentía más inclinado hacia las posturas monistas o de la no dualidad o de la a-dualidad, que hacia las posiciones dualistas basadas en los engañosos pares de opuestos y en la distinción entre Dios creador y almas diversas (y separadas y aisladas entre sí) por él creadas.

 No niego que sigo orando a “Dios”, aunque más que pedirle lo que quiero, le pido lo que solo él sabe que necesito (Om Namo Bhagavate Vasudevaya[4]), pues son 61 años de vida con parámetros dualistas. Empero, el descubrimiento por mí no hace mucho, de la maestra Anandamayi Ma (sobre quien escribiré muy pronto), efectivamente tocó no digamos mi intelecto, pero sí mi sentir, o quizás mi intuición, y me impulsó hacia el monismo comenzando a experimentar una paz interior que ahora sólo se vislumbra y sobre la que tengo mucho que meditar. Siguiéndola a ella puedo decir que efectivamente el Bhakti Yoga es un camino hacia el Jñana Yoga, sin importar el ritual religioso o no al cual te consagres, siempre que tu práctica sea plena de devoción, y yo añadiría una observancia de Yamas y Niyamas.

Finalmente, deseo referirme a ciertos Nyayas. En primer lugar, el Markata-Kishora-Nyaya, pues si bien es muy posible que la persona aspirante tenga necesidad de un Gurú o maestro que le ilustre el camino, para mi es lo cierto que, así como el mono bebé se aferra al pecho de su madre donde obtiene seguridad frente a todo peligro, es él quien se sostiene y no la madre que lo sujeta. Se dice que el aspirante de Jñana-Sadhana obtiene la sabiduría de él mismo, pues está en su interior. Es por eso por lo que recuerdo haber leído que, cuando alguien buscó un maestro, la persona elegida le respondió que ese maestro ansiado estaba en él y era él mismo en su interior. De nada sirve un maestro si el aspirante no tiene la disposición. Quizás sea la parábola de la buena tierra que acoge la semilla…

 En segundo lugar, Samudrataranga-Nyaya me ha dado que pensar, pues efectivamente las olas que vemos en el mar y hasta podemos contar, comparar y clasificar, en realidad no existen, son sólo el mar, o en definitiva agua. Así, leí una vez acerca del temor del río de desembocar al mar y perder su identidad como río, aún a sabiendas, durante todo su muchas veces escabroso recorrido, que ese sería su destino ineluctable. ¿Realmente el río deja de ser río, pero acaso existía el tal río? ¿No era en realidad agua uniéndose al final con más agua? ¿No era el océano aquí, allá, en una forma o en otra? Sólo en esa desembocadura o fusión encuentra ese “río” o esa alma Satchidananda, pues culmina el proceso de iluminación, cesa el Samsara, no más obstáculos, cascadas, precipicios, desviaciones, represas, sólo gozo.

En tercer lugar, Sphatikavarna-Nyaya me trabaja la mente y me genera sobresaltos. Brahman está en todo o mejor, todo es Brahman. Así, el cristal siempre es transparente y sólo asume (aparentemente) el color de los objetos que se le aproximan, lo que nos hace ver colores y formas distintas, por efecto de los Upadhis o factores limitantes. Esto lo entiendo perfectamente y lo he comprobado, incluso frente a la ilusión de que el cristal no existe, pues no lo vemos al atravesar la vista y fijarnos sólo en lo que está detrás. Empero, si Todo es Brahman, lo cual asumo, entonces el puñal del asesino es Brahman, como también lo es el mismo asesino, la intención de matar y hasta el acto mismo de matar…y no hay opuesto malo y bueno que comparar. Entonces, al tropezarme con este callejón intelectualmente sin salida, me percato de que muchas cosas escapan a mi entendimiento, pero que de todas formas la meditación acerca de que Todo es Brahman me da paz.

 Para terminar, en cuarto lugar, Ghatakasha-Nyaya me resultó reveladora de mi capacidad intuitiva en mi adolescencia, que no observo desde el falso orgullo o la vanidad del ego, sino con humildad. El punto es que nos muestran la identidad plena y constante entre el espacio presente al interior y al exterior de una vasija, de modo que el espacio cerrado y el espacio abierto, en presencia o en ausencia del objeto que lo pueda encerrar, es siempre y nada más que el mismo espacio, lo cual explica la identidad entre Brahman y Atman “individual”. Pues bien, cuando era adolescente alguien me preguntó acerca de mi sentir sobre el mar y sobre una tasa. Frente a ello, en el marco de una prueba psicológica, respondí que el mar para mi evocaba el amor, mientras que una tasa era un objeto que, a pesar de ser insignificante, podía, en unas cuantas gotas, contener toda la impetuosidad y la maravilla del mar. La cara de asombro de la psicóloga fue para mi incomprensible, hasta que al explicarme los resultados de la prueba supe que el mar representaba el amor y la tasa al sexo. Así, fuera de lo anecdótico, es evidente, desde el Vedanta Advaita, con este Nyaya y el segundo de los comentados, que se pone de manifiesto, con el caso del agua y el del aire, que Todo es Brahman, con independencia de las formas, estados o colores que Avidya y los Upadhis nos hacen erróneamente percibir.

 Post Scriptum: En la película «Sadhaka, la Senda del Yoga» (documental 2015, con Ramiro Calle)[5], se afirma (minuto 86) que el “Yoga es todo y a la vez nada, y es que la gran paradoja del yogui es que, aunque busca el Yoga la unión, nada hay que unir, porque nunca hubo separación”.  

 

Alberto Blanco-Uribe

[1] En la que me sumergí de la mano de Swami Krishnananda, de la Escuela Internacional de Yoga (Madrid, España), www.escueladeyoga.com, y gracias a la lectura de «Vedanta para Principiantes», de Sri Swami Sivananda https://www.dlshq.org/spanish/vedanta_para_principiantes_sp.htm

[2] http://websmbook.com/un-yogui-segun-bhagavad-gita/

[3] http://websmbook.com/raja-yoga-una-experiencia-vital/

[4] https://www.youtube.com/watch?v=gYcn6LD1S7s

[5] https://www.youtube.com/watch?v=lI3I7ybo-Kw