Con agrado y esperanza de motivar al lector a revisar este interesante libro escrito por Swami Vivekananda[1] y a reflexionar sobre su contenido, traigo este pequeño comentario personal.
Para mí, el Raja Yoga muestra el camino seguro a seguir, para el caso en que de corazón nos hayamos planteado realmente trascender, conocer a “Dios” y así en conciencia llegar a la luz, a la iluminación.
Encuentro un extraordinario paralelismo entre el Raja Yoga (por su exquisitez llamado por algunos Yoga Real), por un lado y, por el otro lado, el Noble Óctuple Sendero mostrado por el Buda Gautama[2].
Así, tal como nos lo enseña el Ashtanga Yoga o yoga de los ocho pasos, según los Yoga Sutras de Patanjali, hay ocho aspectos que tal como una mesa de ocho patas han de ser debidamente atendidos en el quehacer cotidiano de la persona, para que dicha mesa pueda alcanzar el verdadero equilibrio y la estabilidad. Dichos aspectos, catalogados de “pasos”, son los siguientes.
El primero, Yama, está vinculado con nuestras relaciones con los demás y tiene los componentes evocados a continuación: Ahimsa, que es nuestro compromiso con la no violencia (no matar, no lastimar en forma alguna a ninguna criatura); Satya, nuestro deber de no mentir y ser honestos en todas las formas; Asteya, no hurtar bienes ni emociones, ni siquiera el tiempo de los demás; Brahmacharya, evitar la lujuria y las dádivas; y Aparigraha, llevar una vida sin apegos.
El segundo, Niyama, tiene que ver con nuestra conducta hacia nosotros mismos, y contempla Shauca o estado de pureza que se logra al practicar Yama en el contento, la rectitud, el estudio y la entrega a “Dios”; Santosha, que es la vivencia consciente y plena del aquí y del ahora; Tapas, que es la actitud que permite alejarse de todo aquello que pueda distraernos y disminuir nuestra energía vital; Svadhyaya, que son los procesos auto educativos que nos conducen hacia la conexión con lo divino; e, Ishvara-pranidhana, que nos invita a asumir la devoción hacia lo que pueda ser divino para cada uno, según su sentir (Dios, dioses, ancestros, universo, energía…).
El tercero, Âsana, debe favorecer la adopción de la postura corporal adecuada, que es cualquiera que, siendo cómoda, nos permita mantener erguidos el pecho, el cuello y la cabeza.
El cuarto, Prânâyâma, son las técnicas de control del aliento o Prana (energía vital universal), que comprende una variedad de ejercicios respiratorios.
El quinto, Pratyâhâra, alude a los medios de control de los sentidos, para asegurar la atención total hacia nuestro mundo interior.
El sexto, Dhârâna, tiene que ver con las diversas vías para lograr la concentración.
El séptimo, Dhyana, es un aspecto fundamental para la consecución de la paz interior y la serenidad, que constituye el inmenso universo de la meditación y su multiplicidad de beneficios.
Y el octavo, Samadhi, es aquello que nos permite arribar al éxtasis o estado de super conciencia. Claro que cave advertir que, contrario a lo que comúnmente se cree, llegar a ese estado no quiere decir que no se pueda volver atrás, consciente o inconscientemente, pues no se trata de una meta sin retroceso posible, ya que el todo consiste en un proceso que se debe asumir desde la paciencia y la benevolencia consigo mismo, sin juzgarse.
Es entonces importante entender que el yoga es mucho más que los Âsana o posturas corporales, sencillas o complejas, y que no se limita a nuestra esterilla. Si de verdad haces yoga (y no simplemente gimnasia o estiramientos físicos), no se trata de una práctica de 30, 60 o 90 minutos diarios o 3 veces a la semana, sino de una actitud permanente de vida, dedicada a tratar de cumplir con estos ocho aspectos o pasos. Esa es la intención en el yoga. En todo caso, si bien muchas personas asocian la práctica de yoga casi que solamente con los Âsana, y denominan lo que hacen Hatha Yoga, conviene aclarar dos cosas: la primera, que ciertamente el Hatha Yoga es en gran medida la práctica física del yoga; y segunda, que no obstante ello, es evidente su interdependencia con el flujo de la energía o Prana, en la búsqueda rítmica del control del cuerpo, los sentidos y la mente, de manos de la concentración y la benevolencia, para reunir el cuerpo, la mente y el espíritu, con ayuda también de Mudras, Bandhas, Mantras, etc. De modo que el Hatha Yoga es algo más que posturas y forma parte del sistema integral del Raja Yoga.
Así, luego de las consideraciones éticas, devocionales y corporales iniciales, relativas a los tres primeros aspectos o pasos, resulta fundamental destacar el tema del Prana, pues es allí en donde visualizo el verdadero inicio de la conexión con la energía universal, desde lo más pequeño. De este modo, vemos que la columna vertebral viene flanqueada por los Nadis o canales energéticos Ida a la izquierda (que representa a la energía lunar, el yin o principio femenino), y Pingala a la derecha (que representa a la energía solar, el yang o principio masculino), que son dos corrientes nerviosas de doble sentido, que deben estar en equilibrio, y que se suman a otra llamada Sushumna, que viaja por el conducto de la médula espinal, es decir por el centro de la columna vertebral, y por donde ha de transitar la energía Kundalini para facilitar dicha conexión.
Así, Kundalini permanece en estado latente a nivel del primer chacra, chakra raíz o Muladhara Chakra, en la base de la columna vertebral, y la consecuente y voluntariosa labor del yogui o de la yogini ha de hacerla ascender del primero al séptimo chacra, chakra corona o Sahasrara Chakra, para liberarnos del ego y alcanzar la sabiduría, lo que se conoce como el despertar de la conciencia.
Por supuesto que este proceso no es sencillo y exige mucha voluntad y práctica continua, primordialmente en cuanto concierne a la regulación del Prana, a través del control del movimiento muscular del diafragma y de los pulmones y las diferentes técnicas de respiración, preferentemente las que implican inspiración profunda (Puraka), retención del aliento (Kumbhaka) y espiración prolongada (Recaka), también seguida de retención del aliento (Kumbhaka). Entre ellas podemos mencionar como ejemplos Nâdî Sodhana, Anuloma Viloma, Surya Bhedana, Chandra Bhedana y Kapalabhati.
Abrimos un paréntesis para mostrar con lo que precede que estos ocho aspectos o pasos no son necesariamente sucesivos, puesto que, si bien se alude a Prânâyâma después de Âsana, todo practicante sabe que sin el dominio de la respiración difícilmente se encuentra la postura corporal adecuada, y así.
Continuando con nuestro comentario, tenemos que dominando la respiración, es menester acometer la conquista de la concentración y de la meditación, aprendiendo a liberar la mente de los pensamientos, de las pasiones, de las emociones y de los centros de sensación, para que el mundo exterior no exista para el ego, excepción hecha de aquella sensación visual, auditiva u otra que deliberadamente haya sido elegida objeto de la meditación (como podría serlo una vela encendida o algún sonido), y hasta que la mente pueda cerrarse a toda influencia externa. Allí podemos imaginarnos en el chakra corona o Sahasrara Chakra un loto de ocho pétalos simbolizando los poderes del yogui y de la yogini, siendo su tallo el conocimiento y sus estambres y pistilos la renunciación; o en el chakra del corazón o Anahatha Chakra en el centro del pecho (el cuarto chakra), una llama ardiente donde mora “Dios” y nuestra alma o Atman entra en mística unión con Él.
Es únicamente a partir de ese nivel que el yogui o la yogini puede llegar al estado de super conciencia o de éxtasis, liberado de toda aflicción. Recordemos con Buda que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es optativo
Ahora bien, para poder encarar el proceso de la concentración y de la meditación, el yogui o la yogini debe tener presente la triple composición de su entidad: cuerpo, que sería lo material, y mente, que no sería más que el instrumento que permite al alma percibir el mundo exterior, formando ambos parte de la naturaleza, es decir de Prakriti, y espíritu o alma, su verdadera esencia trascendente, que participa de la unidad de Purusha. En otras palabras, si el lago es Chitta, es decir, la mente, y Vrittis son las ondulaciones generadas en las aguas por el choque con lo externo (el viento, una piedra), que lo agitan, entonces lo inmutable, nuestro ser, sería el fondo del lago, Purusha.
En esta perspectiva, que es la de la filosofía Sankhya, presentando la mente tres estados o cualidades de la persona, llamados Gunas, coincidentes con las fuerzas de la naturaleza, Tamas (oscuridad, ignorancia, desidia, inacción), Rajas (actividad, pasiones, placer, apegos) y Sattva (serenidad, calma, armonía, luz), que han de estar en equilibrio, se debe impulsar una inclinación hacia Sattva, que nos acerque a Purusha, al conocimiento o reconocimiento del verdadero Yo, del imperecedero, libre de la mente y del cuerpo.
Esta suerte de independencia plena de la materia deviene del contento, y de allí se alcanza la superlativa felicidad. Asistimos al dominio por parte del yogui y de la yogini de sus órganos, emociones y acciones, quedando su cuerpo sujeto a su voluntad, su mente tranquilizada por la renunciación, y su alma envuelta en la virtud del conocimiento de la luz llamada Dharma Mecha.
Ya para terminar este breve comentario, destaco que me causó curiosidad que se parta de la filosofía Sankhya, que se define atea, y sin embargo se hable de devoción a Dios, de “un intenso deseo de conocer la Verdad y a Dios”[3], incluso bajo una terminología de suyo dualista.
Mientras que por otra parte se afirme “Dios es a la par la causa eficiente y material del universo; que es el Creador y el material cuya proyección formó el universo”[4], lo que evidencia un tránsito al monismo calificado; o incluso, que “…el universo es el cuerpo de Dios y en este sentido es Dios”[5], o más aún, que “el universo, y cuanto vemos en nuestro rededor y también nuestros cuerpos no tienen existencia real, pues no hay más que una sola y absoluta existencia, la del infinito Ser”[6], declarando un monismo puro, tesis de la a-dualidad o de la no dualidad, que nos acerca más a la filosofía Vedanta Advaita.
Se podría concluir que se trata tan solo de la presentación de las tres visiones sobre “Dios” en las filosofías de la India, dualista, monista calificada y monista pura, pero ello no explica el por qué el tronco central y esencial de este texto “Raja Yoga” radica en la filosofía específicamente Sankhya que, como hemos dicho, es atea. Claro que con ello no queremos decir ajena a la noción de espiritualidad (recordemos Purusha).
Quizás la razón estaría en la cercanía que se puede encontrar entre la filosofía espiritualista y atea Sankhya y el monismo puro o a-dualidad Vedanta Advaita, siendo para la una el todo Purusha y para el otro “Dios”.
Temas para meditar. Gracias por leerme. Namasté!
[1] Raja Yoga y Otros Escritos Inéditos, Swami Vivekananda, Ediciones Librería Argentina (E.L.A.), Madrid, 2011.
[2] El Corazón de las Enseñanzas de Buda: El Arte de Transformar el Sufrimiento en Paz, Alegría y Liberación, Thich Nhat Hanh, Editorial Planeta, Barcelona, 2018.
[3] Página 114.
[4] Páginas 142-143.
[5] Página 143.
[6] Página 144.