Escrito por Justo José Baragiola
agosto 27, 2021
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Históricamente, ciertas corrientes educativas han concebido al aprendizaje como una mera recepción de datos e información, casi una reproducción textual de lo que otro hizo o dijo. Así, el buen estudiante es aquel capaz de recitar de memoria el concepto de célula, la teoría de la relatividad de Albert Einstein o bien la primera y la segunda tópica de Sigmund Freud.
Sin embargo, la noción de aprendizaje que abre puertas y crea nuevos horizontes de oportunidades, es muy diferente y se basa en:
- Aprendizaje como proceso permanente.
- Aprendizaje es acción.
- Aprender a desaprender.
- Aprender a aprender.
El aprendizaje como proceso constante, quiere decir que todas las personas aprendemos desde el momento en que nacemos hasta el último suspiro. Esto lo explica muy bien las neurociencias, aprender no solo se refiere a instancias formales como la escuela o la universidad, o el ámbito laboral cuando nos capacitan en el uso de determinado sistema informático o proceso productivo.
No solo aprendemos al cursar una materia de la licenciatura, cuando estudiamos un idioma o vamos a un congreso de actualización profesional, también lo hacemos hablando con otros, indagando, investigado, experimentado, al pedir y recibir consejos, incorporando nuevos hábitos, leyendo un libro, haciendo una búsqueda en Google o viendo un documental en la televisión.
Y ni que hablar de los fracasos, sin que son grandes maestros!!! Aunque, personalmente, no creo que existan los fracasos, simplemente son una forma aprendizaje y oportunidades de volver a internar, pero esta vez, haciéndolo mejor (o al menos eso leí por ahí).
La segunda característica de aprendizaje que propongo, es entenderlo como acción, así por ejemplo, no sirve de nada la lección de una decepción si vuelves a internarlo una y otra vez de la misma manera, sin introducir cambios, de hecho, el mismísimo Einstein dijo alguna vez que locura “es hacer la misma cosa una y otra vez, esperando obtener resultados diferentes”.
El verdadero aprendizaje, implica poder accionar, no solo porque el hacer es uno de los principales orígenes del conocimiento (aprendes a andar en bicicleta andando en bicicleta), sino además porque se traduce en cambios y nuevos hábitos que nos hacen más eficientes.
Aprender a aprender te invita a tener una mente abierta, ser flexible a lo nuevo y ver oportunidades de aprendizaje y crecimiento en diferentes lares, implica entender que dada la rapidez de los cambios actuales ciertos conocimientos rápidamente se vuelven obsoletos al tiempo que nacen otros (tema aparte es cuán preparado estamos para asimilar tan rápido esos cambios).
El filósofo presocrático Heráclito de Éfeso, decía 550 años antes de Cristo que “es imposible bañarse dos veces en las aguas del mismo río”, con esta célebre frase, quería señalar que lo único constante es el cambio, todo cambia, todo fluye y nada es permanente.
Hoy esta característica exacerbada de la naturaleza y de las circunstancias humanas, pide, diría exige, a las personas que quieren cumplir con sus proyectos de vida, una postura de apertura y aprendizaje.
Aprender a aprender, de hecho, es una competencia muy valorada por las empresas y organizaciones en general a la hora de incorporar nuevos empleados, de allí que una de las entrevistas laborales (área de mi especialidad) que se utiliza frecuentemente es la basada en competencias, para así conocer las características de personalidad del candidato.
Ahora bien, el que hayamos aprendido una habilidad, una técnica o un concepto, no quiere decir que, como ya vimos, el mismo tenga validez indiscutible y eterna, por lo que la cuarta característica es tener la capacidad de aceptación de esta realidad e incorporar los nuevos conocimientos (en la medida de nuestras posibilidades).
Aprender a desaprender es mucho más profundo, pues no solo se refiere a conocimientos, sino también a juicios y creencias muy arraigadas desde hace años y que hoy ya no resultan útiles, por el contrario, se convierten en limitantes y obstáculo para el logro de nuestros anhelos, aprender a descartar todo aquello que nos limita y genera malestar es transcendental.
A su vez, quiere decir, dejar de hacer lo mismo de la misma manera, para darle paso a nuevas formas y procedimientos más pertinentes y útiles. Muchas personas (generación X para arriba) luego de toda una vida utilizando en sus trabajos las máquinas de escribir aprendieron a usar la computadora, con todos los beneficios que involucra. Como también muchos millennials y zeta han dejado de usar power point en sus presentaciones para darle paso a Prezi, a pesar de haber utilizado el primero desde siempre.
Durante mucho tiempo, al menos desde los 90, el acrónimo VICA: volátil, incierto, complejo y ambiguo, se utilizó para definir nuestras vidas en sus distintas aristas dadas sus particulares. Hoy varios especialistas, sostienen que el concepto de VICA, desde hace aproximadamente cinco años a la fecha, se ha vuelto insuficiente para los tiempos que corren y proponen una nueva categoría: BANI, similar al anterior pero sumando y poniendo el acento en la fragilidad y vulnerabilidad que estamos expuestos los seres humanos.
Cierro este artículo mencionando a Alvin Toffler, autor de “La tercera ola”, y dijo que “los analfabetos del siglo 21 no serán aquellos que no sepan leer ni escribir sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender”.
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