Dejar ir
En tiempos donde predomina el “amor líquido”, tal como lo categorizara el sociólogo Zygmunt Bauman, el “soltar” es una palabra que también se ha puesto de moda. Esta idea de que las relaciones se basan en lo superficial, son poco estables y de corta duración. Donde tampoco existe el compromiso, y la comunicación se reduce a coordinar encuentros casuales sin tener en cuenta una parte importante que es: el mundo emocional.
En este contexto de liviandad emocional, de “amor desechable”, el “dejar ir” fluye más que cualquier relación interpersonal que pueda constituirse como tal.
Amor con fecha de caducidad
La pregunta que deberíamos hacernos primero es si ¿eso es amor? El amor es una energía de alta vibración, y quienes tienen la posibilidad de experimentarlo en su vida, lo saben muy bien. El amor en una relación implica compromiso, entrega, apertura, posibilidad, reciprocidad, entre otras cosas. Si algo de esto no está presente es probable que esté faltando amor.
Hay quienes piensan que el amor es solo dar sin esperar nada a cambio. Pero creo que para que funcione la “rueda”, tiene que existir esa necesaria reciprocidad. Dar amor y recibir amor, hace que la energía fluya. Dar amor y recibir silencio, falta de reciprocidad, postergación, etc. hace que esa energía tan linda que emanamos se choque contra un muro de frialdad y escepticismo.
Si tiene fecha de caducidad de antemano, es probable que no estés en una relación de amor. Y quizás, ni siquiera sea amor sino otra cosa. Una relación circunstancial que sólo se servirá de algunos momentos y luego morirá para dar lugar a otra cosa en el corto plazo.
El mundo emocional en el “debe”
Cuando las cuentas no dan, y el “debe” es mayor al “haber” tenemos un “saldo deudor”. Si ponemos lo emocional en la cuenta, en este tipo de relaciones de “amor líquido”, seguramente nos dé un saldo deudor para con nuestro mundo emocional.
Las consecuencias de vivir en la liquidez se ven reflejadas en nuestra identidad. Ponemos en juego nuestros valores y hasta nuestro autorrespeto y poder personal. Es prestar nuestra energía al servicio de algo efímero, sin sustento ni para qué. Así es que nuestras emociones se limitan al momento del encuentro, muchas veces sólo sexual, con lo cual lo que queda como residuo es una sensación de vacío emocional.
Siempre hay por detrás una decisión como digo siempre. Si ese tipo de relaciones es elegida, está en la consciencia de cada uno ir por ellas. Pero es también importante advertir que las consecuencias pueden no ser muy prometedoras, y sobre todo, constructivas al desarrollo personal. Por el contrario, puede generarse por un lado una gran pérdida de energía vital y por otro, una sensación de vacío por lo efímero y liviano del encuentro.
Del amor romántico al amor líquido
Hemos pasado a lo largo de la historia de la humanidad, casi de un extremo a otro. Del amor romántico difundido por las ficciones audiovisuales y novelas de distintos autores, un amor dependiente, sufrido, sacrificado. A un amor totalmente despojado de compromiso y de posibilidades de futuro.
Por un lado nos da pánico quedarnos solos, y por otro le tememos a perder nuestra libertad individual. “Con el culto a la satisfacción inmediata –dice Bauman– hemos perdido la capacidad de esperar”. Ni el extremo de aguantarlo todo por preservar una pareja, ni el otro extremo de desechar personas o de no comprometerse son recomendables.
El justo equilibrio, con compromiso y con ganas mutuas de construir sobre algo sólido es la apuesta y la propuesta desde este lado de las teclas. “Que el deseo sea mutuo y las ganas de los dos”, dice una frase. Lo mutuo, lo genuino, recuperar el amor en esencia y “dejar ir” lo que no me permite construir y crecer.
Con amor,
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Hermoso artículo u muy sabio. Por fin habla de amores líquidos y de la posibilidad de lograr algo duradero. Te mando un beso
Muchas gracias por tu comentario Noemi, que bueno que te gustó. Saludos
Me gustó el artículo!! Gracias!