Akenatón, el faraón monoteísta 

 Akenatón, fue conocido por ser el faraón hereje debido a la reforma religiosa que llevó a cabo basando el culto en el dios Atón. Con este nuevo culto originó el  monoteísmo en Egipto.

Haberme tropezado con la historia de Akenatón desató en mí muchos interrogantes, por lo que me adentré en esta fascinante historia para encontrar respuestas. ¿Acaso el monoteísmo no surgió con el judaísmo? Siendo que egipcios y judíos estuvieron unidos en una etapa de la historia ¿pudieron los judíos haber tomado para sí la creencia monoteísta de este faraón?

Para guiarte en el descubrimiento del monoteísmo, primero voy a contarte, brevemente, sobre el particular y misterioso Akenatón, cuya biografía extraje de la página “link

Akenatón, también conocido como Amenhotep o Amenofis IV, fue un faraón egipcio perteneciente a la XVIII dinastía en el Imperio Nuevo de Egipto. Reinó entre los años 1353 – 1336 a.C. (aproximadamente), y subió al trono cuando tenía apenas 18 años. Era conocido como Amenhotep o Amenofis en honor a su padre, el faraón Amenofis III, y estaba casado con la bella Nefertiti.

Tras cinco años de reinado, decidió cambiar el orden establecido e imponer una nueva religión. Decidió dejar de lado a un numeroso panteón egipcio y centrar el culto en el dios sol Atón.

El nuevo culto se centraba en la superioridad del dios Atón por encima de los demás dioses egipcios, es decir, una religión con una base monoteísta. El propio faraón sería el intermediario del dios.

Ordenó cerrar los templos de los demás dioses, confiscar todas sus propiedades y destruir todos los símbolos que estuvieran relacionados con el resto de dioses, en especial con el dios Amón-Ra. Así el faraón podía recuperar el poder perdido a manos de los sacerdotes de este dios.

Llegó incluso a cambiar su propio nombre por el de Akenatón, el que es grato a Atón. Incluso, decidió trasladar la capital a una nueva ciudad, Aketatón, que estaría situada entre las 2 capitales del Imperio Egipcio, Tebas en el Alto Egipto y Menfis en el bajo Egipto.

Este cambio tuvo graves consecuencias. Hubo fuertes discrepancias entre la sociedad, ya que se había eliminado de cuajo el culto a los antiguos dioses, muy arraigado entre la población. También provocó una crisis económica propiciada por la obtención de gran cantidad de recursos para la construcción de la nueva capital y los templos dedicados a Atón.

Debido a la centralización económica que llevó a cabo, la gestión comenzó a ser corrupta y caótica. Todo ello hizo que se granjeara gran cantidad de enemigos no sólo en el pueblo, sino también entre las familias nobles egipcias e incluso del clero. Además, todo esto hizo que descuidara los asuntos de política exterior, por lo que Egipto fue perdiendo fuerza en favor de los hititas de Oriente Medio.

El punto positivo se lo llevó el arte. Se originó una época de mayor libertad creativa caracterizada por el realismo y conocida como periodo de Amarna (nombre árabe que se le dio a la ciudad Aketatón)

A lo largo de su vida no había tenido herederos varones, únicamente tuvo hijas. Debido a que no había heredero, el trono pasó a su yerno, Tutankamón (otras investigaciones dicen que era hijo de Akenatón con otra esposa, e incluso podría ser un hermano del mismo Akenatón). Éste deshizo lo realizado por su antecesor y el país volvió a su estado anterior.

La Dinastía XVIII vivió un periodo histórico de excepcional importancia en Egipto. Liberado del yugo de los gobernantes hicsos, la tierra de los faraones se convirtió en una potencia militar al dominar los territorios aledaños: por el sur, a la vecina Nubia, abundante en minas de oro y puerta de acceso fluvial al África negra, con sus riquezas en forma de marfil, pieles y maderas; y, por el norte, a Siria y Canaán, con Gaza y Fenicia, donde Egipto se podía aprovisionar de telas, maderas y diversos minerales.​

Como consecuencia, Egipto se convirtió en un país sumamente opulento y los faraones se volcaron en promover grandes construcciones y embellecer el país. Muchos estudiosos estiman que durante el reinado de Amenhotep III, padre de Akenatón, Egipto alcanzó su mayor cota en términos económicos. Akenatón heredó, pues, un estado en muy buena posición financiera y económica, que el faraón utilizó para sus fines políticos.

Akenatón no figura como sucesor en ningún documento ni monumento de la época, lo que apoya la teoría de la prematura muerte del príncipe heredero Tutmose. En este sentido, los egiptólogos afirman que el joven príncipe Amenhotep (Akenatón) fue ascendido a corregente en los últimos años de reinado de su padre. Se cree que su residencia estaba en la ciudad de Tebas, lugar donde en sus primeros años contribuyó a la construcción de diversos templos.

La misión, encabezada por el arqueólogo español Francisco Martín Valentín, excavó los restos de un muro y las columnas del mausoleo de un ministro de la XVIII dinastía faraónica (1569-1315 a.C.) en la zona de Al Asasif, en la provincia meridional de Luxor. Lo excepcional del hallazgo radica, según explica Martín Valentín, es que en la excavación se han encontrado grabados los nombres de Amenhotep III y Amenhotep IV juntos. Esto, añade, «puede confirmar que ambos reyes gobernaron juntos entre 9 y 10 años de los 39 que Amenhotep III estuvo en el trono, ya que los textos de las columnas explican que eran soberanos del Alto y el Bajo Egipto». «No hay nada semejante en la historia faraónica», afirma tajante Martín Valentín.

Atón (cuyo nombre significa “todo” o “completo”) era una deidad solar del Antiguo Egipto que representaba al disco solar en el firmamento. Se consideraba, en la mitología egipcia, el espíritu que alentaba la vida en la Tierra. Akenatón, en el curso de su reinado, veneró a Atón pretendiéndolo como divinidad única y exclusiva. Decide pues, acabar con el politeísmo y la idolatría tradicional en Egipto. Establece el culto a Atón, nombre del sol en egipcio, como Dios único. La nueva religión monoteísta se basaba en el amor, la fraternidad, la paz, que debían substituir a la guerra, la superstición, la hechicería y la idolatría.

Para la Dra. Ana M. Vazquez Hoys las inscripciones indican que el dios no tenía ninguna imagen física, sino que fue representada como disco solar  que proyectaba muchos  rayos hacia abajo que terminaban en manos humanas. A veces llevan ankhs, el símbolo de la vida eterna.

Hay que señalar que por primera y única vez, los nombres divinos se han encerrado en un cartucho, reservado exclusivamente para el faraón. Lo que se ha querido explicar como que Atón gobierna el mundo como un faraón de Egipto, del Doble País.  Y sería una forma de proclamar la consustancialidad de Akenatón y el dios del que el faraón es emanación: la realeza de Atón en el cielo es  de la misma naturaleza que la de Akenatón en la tierra. (Continuará…)

 

Carolina Carbonell