El desarrollo industrial y su aporte a las enfermedades ha sido confirmado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) definiéndolo como favorecedor de la aparición de enfermedades crónicas o «enfermedades del desarrollo».

Estos cambios incluyen transformaciones de la conducta alimentaria (aumento en el consumo de alimentos con «alta densidad» energética y ricos en grasas, particularmente grasas saturadas y bajos en carbohidratos sin refinar).

Combinados con un estilo de vida sedentario el desarrollo industrial y su aporte a las enfermedades ha sido mediante: el uso habitual de transporte, disponibilidad de electrodomésticos, aparatos que ahorran trabajo en casa, descenso en las tareas físicas en el trabajo y actividades en el tiempo libre que no precisan casi de gasto energético.

Como consecuencia de esto último, actualmente la inactividad física  es considerada por algunos de los más prestigiosos investigadores del ámbito de la salud y las ciencias del deporte como uno de los principales, si no el mayor, problema de salud pública del siglo XXI.

 

Datos que nos aportan lo estudios

Todos estos elementos tienen mayor relevancia en aquellas poblaciones que por sus especiales características son más sensibles a todas estas situaciones perturbadoras de salud, especialmente la inactividad física.

En un estudio longitudinal realizado con más de cincuenta mil personas adultas, se encontró que la «fracción atribuible» a la baja condición física cardiovascular (16 – 17%) era la mayor de todos los factores de riesgo incluidos en el estudio: obesidad, tabaco, hipertensión, colesterol y diabetes.

Estos datos indican que de cada 100 personas muertas, 16 o 17 podían haber evitado morir si ese factor de riesgo específico (la inactividad física promovida por el desarrollo industrial) no hubiera estado presente.

Quienes son los más afectados

En España, de acuerdo con la última Encuesta Nacional de Salud publicada, el 64% de niños y el 68% de niñas de entre 0 a 15 años no realizan ningún tipo de actividad física.

Del mismo modo datos del estudio enKid, muestra cifras similares al comprobar como en niños y jóvenes de entre 2 y 24 años más del 60% de los varones no practica ejercicio.

Algunos jóvenes realizan ejercicio menos de dos veces a la semana mientras que en las chicas este porcentaje de inactividad supera el 75%.

Por ese motivo tanto la práctica como la prescripción de ejercicio físico han incorporado progresivamente funciones científicas y programáticas que permiten reducir el impacto del sedentarismo y de las patologías asociadas, aumentando el nivel de salud y de bienestar de la población.

La actividad física como ente favorecedor

Los beneficios de la actividad física sobre la salud son evidentes, pero, ni todos los grupos de población responden de forma similar al ejercicio ni se puede planificar la intervención de igual manera.

Para determinar el tipo, duración e intensidad de la práctica de ejercicio físico más conveniente para cada grupo de edad o grupo específico de población en necesario poner el foco en cada necesidad en particular.

Inicialmente las intensidades serán bajas y de corta duración, conforme mejore el nivel de la condición física se realizarán sesiones de 30 – 45 minutos para que al cabo de cuatro a seis semanas se puedan proponer sesiones de 60 minutos cuatro o cinco veces por semana.

El tipo de ejercicio, la intensidad, duración, frecuencia y estructura de la sesión configuran los componentes básicos del programa, sin olvidar que la individualización, la progresión y las preferencias de cada persona son elementos clave para una adecuada prescripción de actividad física.

Jackelin Mur