Morimos, ¿Con nuestro propio consentimiento?
¿Cómo podríamos consentir nuestra muerte? ¿Por qué querríamos morir? ¿Es ese, en verdad, nuestro deseo? ¿Podemos morir con nuestro propio consentimiento?
Quizás podríamos examinar a qué le llama Un Curso de Milagros, la muerte.
Tengamos en cuenta que somos estudiantes y practicantes de este entrenamiento mental llamado Un Curso de Milagros, por lo tanto, no tiene mucho sentido abordar el tema de la muerte desde el punto de vista del mundo, sino precisamente desde el Curso y eso nos mostrará el sinsentido de que pensemos al respecto de este tema, desde la óptica convencional.
Un Curso de Milagros nunca nos habla de la muerte como ese momento en que cesan las funciones vitales, como respiración y latido cardíaco, en un cuerpo.
Ni tampoco de los momentos posteriores en que se dispone de ese cuerpo de cualquier manera.
Si nunca nos habla de lo que hace o no, debe hacer o no un cuerpo; tampoco nos hablará de cuando ese cuerpo ya no se encuentre físicamente.
No nos habla de aquello que pudo haber suscitado su deterioro ni su desaparición física.
Un Curso de Milagros no le llama muerte a esos eventos porque no le llama nacimiento ni vida a los eventos que se tienen con cuerpos que se mueven o digamos que «viven», y que provienen de dos cuerpos que se juntaron para procrear.
Por lo mismo, cuando se nos dice en el Curso que «morimos con nuestro propio consentimiento», no se refiere a que consentimos dejar el cuerpo que tenemos inerte en una tumba porque así nos place.
Un Curso de Milagros le llama muerte a todo lo que parece contrario a la vida verdadera en Dios. O sea, a elegir por encima del Amor al ego en nuestra mente. A elegir el pasado en lugar del ahora, un resentimiento en lugar del perdón o el conflicto en lugar de la paz en nuestra mente. Nos habla de la muerte como elección ontológica de haber creído en nuestra separación de la Fuente de creación.
Creencia (elección) que parece que deseamos seguir reforzando.
Siempre que elegimos y reforzamos la ira, estamos muertos no vivos. Siempre que elegimos el pasado, el odio, la tristeza, angustia, ansiedad, amargura, o cualquier forma de disgusto o conflicto; estamos muertos, no vivos.
Siempre que elegimos el ego y todo su sistema de pensamiento en nosotros, estamos muertos, no vivos.
Porque esas elecciones las hacemos a sabiendas, es decir, las consentimos; morimos por nuestro propio consentimiento.
Luego tratamos de mantener el engaño de que fue la vida, alguien en nuestro entorno o Dios mismo, quien no nos apoyó y así seguimos reforzando la muerte en lugar de la vida en una danza macabra que parece no tener final, hasta que, aparentemente, nos deshacemos de este cuerpo.
Y para terminar con esa locura de las decisiones equivocadas, está la gran herramienta, la cura a la insensatez, incluso a ese interminable vagar de un cuerpo a otro y a otro y a otro, en un plano en el que, más bien, somos como zombies, como muertos «vivientes».
Una elección nueva que derogue la anterior y que nos «devuelva» la VIDA : ELIGE DE NUEVO.
Una elección diferente a la que habíamos hecho antes. No se nos castigará ni reprochará nada por haber elegido equivocadamente, antes bien, con dulzura se nos recordará: «Hermano mío, elige de nuevo, no mueras más. No consientas más en morir. Tú no puedes morir. Elige la Vida en tu mente».