No te tomes nada personalmente

Al parecer muchos, por no decir todos, venimos a este planeta con la idea, inconsciente pero muy efectiva, de que se es “el ombligo del mundo”.

Algo así como el centro del universo. Como si todo girara en torno nuestro.

El comportamiento de los niños, desde muy pequeños, nos confirma esa suerte de egocentrismo innato, que quizás encuentre explicación en la necesidad de sobrevivir, bajo una sensación real o imaginaria de peligro. Y en ese estadio hablamos de “sobrevivir” desde la definición literal de ese vocablo[1], pasando por las ideas de la teoría evolucionista y su “sobrevivencia del más apto”, hasta las más variadas interpretaciones que seducen al ego para buscar imponerse tanto frente a la verdadera esencia de uno mismo, como también frente a los demás, en un ambiente social altamente materialista y competitivo.

Lamentablemente ese clima sutilmente y a veces a todas luces conflictivo es observable en los medios en donde se producen los fenómenos de socialización y de inculturación, es decir donde debemos aprender a relacionarnos con los demás y a conocer y asumir los valores de la sociedad. 

Hablamos del seno de la familia, por ejemplo, en el afán de hijos de ganar para sí mismos el amor de los padres o viceversa, en la competencia perniciosa entre hermanos, etc.; y, por supuesto, de la escuela, o mejor del sistema educativo, puesto que esos que no valores, sino contravalores, del “piensa primero en ti, después en ti y por último en ti”, pudiendo incluso servirte de los demás como peldaños para escalar en tus afanes, se reproducen e inculcan desde el maternal hasta la universidad, de manera progresiva, conduciendo a la idea de que la sociedad se divide en dos grandes grupos, el de los ganadores y el de los perdedores (losers), y que se debe hacer todo cuanto esté al alcance para conseguir ganar, bajo la nefasta idea de que el fin justifica los medios.

En este punto es necesario advertir que evidentemente existen muchísimas familias y también escuelas y sobre todo maestros en concreto, para quienes de forma espontánea les resulta fácil transmitir verdaderos valores, como lo son la fraternidad, la solidaridad, el amor compasivo, la sensibilidad, la espiritualidad, etc. Empero, el comportamiento cotidiano de las mayorías nos es demostrativo de que la gente suele vivir para sí misma, en función de su burbuja personal.

Y una de las consecuencias de este profundo sentir de temor inconsciente a los demás, de desconfianza, de falta de autoestima y de estima por los demás, y este afán de ganar, como si la vida fuera un inmenso tablero de un juego de gana o sálvese quien pueda, es precisamente actuar como si se fuese el ombligo del mundo.

Pero la paradoja es que, creyéndose el ombligo del mundo o algo superior al resto, en definitiva, quienes viven así, terminan por ser simples víctimas de las circunstancias, sufriendo por el decir o el hacer de los demás, bajo la idea de que es por ellos que tales cosas ocurren.

De esta forma, ese falso amigo que todos tenemos dentro y que se llama el ego, nos hace creer que todo lo que sucede a nuestro alrededor tiene que ver con nosotros mismos. Así, si triunfamos en un cometido es porque somos inteligentes, brillantes, afortunados, sortudos…, y si fracasamos es porque somos unos perdedores, la suerte nunca está con nosotros… Y es verdad que la actitud y la intención que se coloca en las cosas es crucial en cuanto a los resultados a obtener, pero de allí a creer que todo gira en torno a nosotros y que es en nosotros en donde está la respuesta frente a todo lo que acontece, hay un trecho muy largo.

En la tradición tolteca, guardiana del conocimiento de Quetzacoatl, la serpiente emplumada, transmitida por el sabio Miguel Ruíz en su conocido y magnífico libro “Los Cuatro Acuerdos. Un Libro de la Sabiduría Tolteca” [2], al respecto de lo que hablamos nos conseguimos con el denominado segundo acuerdo tolteca: “No te tomes nada personalmente”.

Un poco de humildad no le cae mal a nadie, y le puede hacer un bien extraordinario.

Y efectivamente, eres humilde, y también sabio y feliz, cuando te haces inmune a los comentarios de los demás, sean elogiosos u ofensivos, pues al no tomarte esos decires personalmente, no dejas que una semilla que no te pertenece crezca en ti, afectando de una u otra forma tu sentir, tu pensar, tu actuar, tentando la vanidad o la emoción de agresión (victimización).

Al efecto, Miguel Ruíz nos dice: “Cuando te acostumbres a no tomarte nada personalmente, no necesitarás depositar tu confianza en lo que hagan o digan los demás. Bastará con que confíes en ti mismo para elegir con responsabilidad. Nunca eres responsable de los actos de los demás; sólo eres responsable de ti mismo. Cuando comprendas esto, de verdad, y te niegues a tomarte las cosas personalmente, será muy difícil que los comentarios insensibles o los actos negligentes de los demás te hieran. Si mantienes este acuerdo, viajarás por todo el mundo con el corazón abierto por completo y nadie te herirá. Dirás: «Te amo», sin miedo a que te rechacen o te ridiculicen. Pedirás lo que necesites. Dirás sí o dirás no – lo que tú decidas – sin culparte ni juzgarte. Siempre puedes seguir a tu corazón. Si lo haces, aunque estés en medio del infierno, experimentarás felicidad y paz interior. Permanecerás en tu estado de dicha y el infierno no te afectará en absoluto”.

Y como profesor y estudioso del yoga, no podemos dejar de aludir a la unidad del mundo espiritual y al fenómeno cognoscitivo de contenido esencial y de carácter universal, a lo que ya hemos hecho alusión en otros artículos, observando como los Yoga Sutras de Patanjali, nos traen estas coincidentes ideas en los códigos de comportamiento de Yamas y Niyamas.

Así, por un lado, el quinto Yamas, Aparigraha, nos habla del desapego, que en este contexto implica liberarse de todo cuanto no nos pertenece o no nos corresponde, como los decires, acciones, emociones y sentimientos de los demás, de modo de no permitir que nos afecten. Recordemos que debemos trabajar el desapego, para poder liberarnos del ego.

Y por el otro lado, el primer Niyamas, Soucha, demanda la pureza en la claridad mental acerca de lo que en realidad somos; y el cuarto Niyamas, Svadhyaya, requiere concentrarnos en nuestro ser interior, a través de la introspección y la meditación.

También en el mundo del yoga, y en la línea del desapego y con ello de la consecución de la libertad del ser, el Karma Yoga nos trae la figura del Dharma, que nos invita a desarrollar lo que para nosotros sea la acción justa y debida, con desapego a los resultados, y obviamente al parecer o a las reacciones de los demás.

Querido lector, para tu tranquilidad y felicidad aplica aquello de que “a palabras necias oídos sordos”, entendiendo por “necio” todo lo que sea adulador u ofensivo, y acéptate como uno mas de un inmenso colectivo, cuya principal ocupación ha de ser su trabajo interior, aunado a un obrar fraternal y solidario hacia las otras personas.

Alberto Blanco-Uribe

2 Comentarios

  1. Silvia

    Dejar de pensait que Uno es el ombligo del mundo y que lo que opina alguien en un Momento dado va cargado de sus vivencias pasadas o actual nada que ver contigo y que quisas ni siquiera va dirigido a ti si non a el mismo dejar pasar y no tomarlo como algo personal

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    • Alberto

      Cierto Silvia. Lo entendemos, pero como nos cuesta no dejarnos llevar. Por eso es bueno tomarnos una respiracion profunda, y ponernos en paz, antes de obrar. Gracias

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[1] Vivir con escasos medios o en condiciones adversas” (https://dle.rae.es/sobrevivir ).

[2] http://biblio3.url.edu.gt/Libros/2011/los-4acuerdos.pdf