¿Quién es el Dios de Moisés?

 En mi artículo anterior te contesté la pregunta ¿quién cometió el pecado original?, y consecutivamente nos terminamos haciendo la pregunta: ¿con quién habló Moisés? Y para empezar a responder esa pregunta, el Evangelio de Juan es el que da inicio a la respuesta.

Cuando leemos en el Evangelio de Juan:

“-Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único…” (Jn 1,18)

“-Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro…” (Jn 5,37)

“-Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.”  (Jn 6,46)

Con lo expuesto anteriormente, queda claro que, con Dios, Padre de Jesús, no habló Moisés, pues nadie, nunca lo hizo. Fue Jesús quien lo ha revelado, quien lo dio a conocer. Por lo tanto, al igual que Adán y Eva, Moisés también fue engañado.

Ahora que tenemos en claro que el Maligno se hizo pasar por Dios, podremos ver la diferenciación que Jesús hace entre su Padre y el Maligno:

“-El Hijo no   hace nada por  su  cuenta si  no se lo  ve hacer al Padre.  Lo que aquel hace lo hace igualmente el Hijo.”  (Jn 5,19) (Jesús ama a todos por igual, el Dios de Moisés tiene un pueblo predilecto)

 “-Yo no busco mi gloria; hay alguien que la busca, y es él el que juzga.”  (Jn 8,50) (El Maligno permanentemente quiere ser glorificado, y si Jesús no busca ser glorificado es porque Su Padre tampoco) 

 “-Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.”  (Jn 3,17)              

“-Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo.” (Jn 12.47) (Con lo anterior, nos damos cuenta que Dios Padre no juzga, el que juzga es el Maligno, el mismo que quiere ser glorificado. Por eso Jesús tiene la misión de ser abogado nuestro en el final de los tiempos)

El Maligno trabaja a oscuras: “Pasó una tarde, pasó una mañana…” (Gn 1,5). Jesús trabaja de día: “Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día;…” (Jn 9,4); “¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él.” (Jn 11,9-10)

“-Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo” (Jn 5,17) (El Maligno descansó el séptimo día)

“-Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo” (Jn 6,32) “-Sus padres comieron el maná en el desierto y murieron” (Jn 6,49)

Podemos darnos cuenta, que el Maligno es ese dios trascendental que todos conocemos; ese que está sentado en un trono impartiendo órdenes, premios y castigos. En cambio, Dios, Padre de Jesús, es un Dios de Amor, que no juzga ni castiga. El Padre de Jesús es un Dios inmanente, es decir, no está separado de nosotros, pues nosotros estamos dentro de Él. Si estamos dentro de Él, no podemos verlo, ni conversar con Él; es como si una célula de mi páncreas quisiera hablar conmigo o verme, es imposible. Sólo podemos experimentar y sentir a Dios, pues somos parte de Él, y su esencia vive dentro de nosotros. Esto lo confirma Jesús, cuando dice en reiteradas oportunidades:

“El Padre y yo somos uno.” (Jn 10,30)

“Pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí, así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padrea.” (Jn 10,38)

“…el Padre que está en mí es el que hace las obras. Créanme que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; si no, créanlo por las mismas obras.” (Jn 14,10-11)

“Aquel día comprenderán que yo estoy en el Padre y ustedes en mí y yo en ustedes.” (Jn 14,20)

“Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti; que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Jn 17,21)

“Yo les di la gloria que tú me diste para que sean uno como lo somos nosotros. Yo en ellos y tú en mí, para que sean plenamente uno; para que el mundo conozca que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí.” (Jn 17,22-23)

Jesús fue muy insistente en diferenciar a su Padre del dios de Moisés (el Maligno o ángel caído). También buscó que te dieras cuenta que Dios, su Padre, es INMANENTE; todos estamos en Él.

Ahora, que ya sabes que ese dios trascendental, antropomorfizado, y sentado en un trono es el Maligno, padre de Caín y el psicópata que gobierna al mundo.

Un comportamiento típico del psicópata es hacer el daño, y culpabilizar a la víctima. Dios expulsó a Adán y Eva del Edén por haber desobedecido. En este acto atroz, habiendo sido él quien abuso de Eva mediante engaños, desvió su propia culpa a la pareja. Este dios abusivo se la pasó torturando y machacando constantemente con más culpa, más exigencia, e infundiendo más temor. La pareja llegó al punto de encontrarse totalmente disociados, para ser libremente manipulados y esclavizados. El típico juego maquiavélico de cualquier psicópata.

Del mismo modo castigó a Moisés no permitiéndole entrar a la tierra prometida (Dt 1,37) por una falta cometida, que ningún estudioso bíblico pudo encontrar. Luego de todo lo que Moisés cumplió fielmente, habiendo implorado a ese dios que le permitiera entrar a la tierra prometida; dios le dijo no (Dt 3,23-28). Y esa es la típica actitud del psicópata que, cuanta más fidelidad, devoción y respeto recibe, más crueldad entrega.

Algo que todo ser humano tiene en claro es que hay un Dios creador que nos ama profundamente. El problema fue que el Maligno usó eso para confundirnos, crear caos y esclavizarnos. Y cuanto más lejos del amor nos encontramos, más lejos del Dios Amor, y más lejos de la verdad; por este motivo Jesús nos dice:

“-Si se mantienen fieles a mi palabra, serán realmente discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres.” (Jn 8,31-32)

El Maligno, como gobernante del mundo e impedido de volver a tener contacto carnal con ningún ser humano, tiene una sed insaciable de ser glorificado. Por este motivo busca que algún descendiente de Caín, es decir un descendiente suyo (un psicópata), gobierne al mundo. Con esta intención anticipa a los profetas de diferentes religiones y culturas un descendiente. Pero, como el idioma del Maligno es la mentira, nunca pudo dar un mensaje claro y directo. Bajo este contexto, los estudiosos de las escrituras, buscan interpretar de manera justa una revelación controvertida y oscura.

En este juego perverso del Maligno, en el que inventa un centenar de mandatos, imposibles de cumplir por nuestra propia naturaleza, generándonos culpa por ser perpetuos pecadores. Él obtiene para sí un séquito de gente culposa, humillada, temerosa, por lo tanto, absolutamente manipulable y a su disposición. Pero en su perversidad, y careciendo de inteligencia plena fue “entrampándose” a sí mismo, y armando reglas y alianzas que serían su propia perdición.

Este perverso Maligno había logrado tener un pueblo temeroso y fiel a todos sus mandatos, que interpretó permanentemente que este “dios” era justo y castigador. Y en el momento preciso, hizo su aparición Jesús, cumpliendo con los requisitos del Primer Mesías. La salvación de la humanidad debía proceder de los judíos, por ser la primera religión monoteísta que trascendió. No nacido de una virgen (como este morboso Maligno concibió a Caín), no circuncidado, porque debía ser el “Cordero Perfecto”, para un “Sacrificio Perfecto”. Con esto, Jesús, lograría que los hombres creyeran en él, pues, el sacrificio de un Humano (Jesús), por amor a la humanidad, logró que la muerte no tocara nuestras almas. Esto, por un lado; por el otro, el Sacrificio de Jesús intervino en una alianza, por lo que al ser un juramento, se debe cumplir:

“Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: ´Juro por mí mismo –oráculo del Señor-: porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz`.” (Gn 22,15-18)

Con este Sacrificio del Hijo Único de Dios, llevado a cabo hasta el final, se le da vuelta el “juego” al Maligno, y la descendencia que empieza a ser numerosa es la del Dios Amor.

Esto no tiene nada que ver con los cristianos, aunque fue necesario que se formara como religión, para transmitir la enseñanza y preparar la venida del Segundo Mesías. Lamentablemente, el ser humano necesita ver para creer, pues el Maligno se encargó, incluso, de volvernos ciegos ante el amor. Y la descendencia de Dios tiene que ver con el amor.

Aunque este mundo lleva mucho tiempo bajo el dominio del Maligno, es innegable el avance de la humanidad en cuanto a derechos humanos y respeto mutuo. El crecimiento en amor que tuvimos, auguraba el “final de los tiempos” para el Maligno.

Dios es Amor; Jesús es hijo (humano) único, por la pureza de su amor, que le otorgaba la plena conexión con el Padre. Esta conexión le hacía gozar de todo lo que Adán tenía al principio, y es justamente esto lo que Jesús vino a enseñarnos.

Jesús nos dejó un mandamiento:

“…que se amen unos a otros como yo los he amado.” (Jn 15,12)

Nos dijo que hay un pecado:

“…el pecado que no han creído en mí;…” (Jn 16,9)

También nos dijo que hay una justicia:

“…la justicia que yo voy al Padre y no me verán más;…” (Jn 16,10)

Y finalmente, nos habló de una sentencia:

“…la sentencia que el príncipe de este mundo ya ha sido condenado.” (Jn 16,11)

Jesús también nos habla de la clase de culto que quiere que se practique:

“…los que dan culto auténtico adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque esos son los adoradores que busca el Padre. Dios es Espíritu y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.” (Jn 4,23-24)

Con lo anterior, podemos darnos cuenta que todo era mucho más simple de lo que nos hicieron creer. Dios no quiere templos, ni rituales, ni ceremonias, ni penitencias; sólo quiere ser amado, con ese mismo amor con que nos ama. Y cuando Jesús habla de no haber creído en él, se refiere a sí mismo como amor, porque su Padre es Amor. Por lo tanto, el único pecado cometido por Adán y Eva fue que dejaron de amarse, al creer las mentiras del Maligno. Y ese es nuestro pecado: no amar.

Lo único que se nos pide es que creamos en el AMOR, porque Dios es AMOR.

 Carolina Carbonell