Reflejo de Felicidad.

 El otro día, una alumna me comentó que las lecciones 101 y 102 de Un Curso de Milagros que nos hablan de que nuestra voluntad unida a la de Dios es que seamos felices, le recordaba una vez en que, en su trabajo le habían hecho tomar un curso de superación personal. En éste, les pidieron escribir cuáles eran sus metas o propósitos en la vida, pero haciéndoles hincapié en que no ocuparan la trillada frase de «quiero ser feliz», sino que se enfocaran en asuntos reales, tales como «viajar», «comprar una casa», «tener una pareja estable», diciéndoles, de manera implícita que el ser feliz es algo que no solo no es real, sino que se escapa a la posibilidad de serlo.

Esto no es condenable; simplemente ésta ha sido la enseñanza y valores del mundo, y podríamos trascenderla de una vez por todas.

 La verdadera felicidad no sólo es posible sino necesaria y nada hay más real que ella.

Pero antes de explayarnos en esta idea, podríamos hablar del concepto de felicidad, tanto del que se tiene en el mundo, como del que se tiene espiritualmente hablando.

En pocas palabras, el mundo dice que, para ser, hay que hacer y que tener.

Tener grandes cosas para ser feliz. Hacer grandes obras para ser alguien importante y poder ser feliz.

En un psicología orientada hacia la espiritualidad se dice que no se necesita ni hacer ni tener para Ser.

Lo que se hace y se tiene en el mundo es temporal, y por lo tanto, limitado.

Lo que se Es, es eterno.

 Todo lo que el mundo asocia con felicidad, se acaba, se termina. Se acaba el dinero, la juventud, la salud, el placer, la belleza y lo que entendemos por amor.

El Ser es ilimitado, eterno; nunca nació y nunca muere, y sus atributos son los mismos que los del poder superior que lo creó.

La felicidad, el amor, la paz, la verdad, la dicha, el gozo y la gracia son estados o aspectos de Ser y son infinitos. Se tienen solo por ser. El Ser es feliz solo siendo. Pero el Ser, al tener, puede hacer. La felicidad verdadera puede ser reflejada aquí en el mundo donde lo pasajero es la meta y el consuelo de muchos.

Eso que es real puede tener reflejos muy luminosos en este mundo de claroscuros.

Cuando se es feliz, nada de lo que está aparentemente afuera tiene el poder de quitarnos la felicidad y tampoco de dárnosla. Cuando se es feliz, porque reconocemos quiénes somos realmente, lo irradiamos y lo compartimos. Cuando reconocemos nuestro Ser y somos felices, todo aquello en el mundo que se asocia con la felicidad, se adhiere a nuestra persona fácilmente; y si eso no llega, no importa, de cualquier manera, ya somos felices.

 Y esto no quiere decir que vivamos con una carcajada permanente o una alegría desbordada y sin sentido.

Ser feliz es reconocernos como caminantes de este mundo, pero no pertenecientes a él. Es reconocernos en una libertad de elegir sentirnos pacíficos y serenos ante cualquier situación.

Es que los apegos y deseos en el mundo ya no nos encadenan.

Nosotros somos algo infinitamente más expansivo que un mundo de tan solo 4 543.9 millones de años.

 Por lo tanto, podemos reflejar nuestra felicidad, es decir, nuestro Ser, en un mundo que no ha sido hecho para la verdadera felicidad sino para sustituirla con sucedáneos de ella.

Es posible hacerlo. Es urgente hacerlo.

Gaby Sánchez

1 Comentario

  1. Isaac Fonseca

    Gracias es un texto reconfortante y bello

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