El jardinero observando el jardín contempló a la rosa, escucho con atención lo que decía.

Parecía decir que nadie se acercaba por el ardor que provocaban sus espinas, creía que su única función era lastimar para que nadie tomará su belleza.

Se alegraba de alejar a todos y que le observasen y admirasen desde la distancia.

El jardinero se acercó a la rosa y le dijo:

Tienes razón en lo que has dicho.

Mantienes alejados a otros con tu belleza, y no es que te quieran poseer, es que tú tienes miedo de entregarla.

Crees que perderás lo que tienes si alguien te toma, quedándote sin tú hermosura.

En eso consiste el Amor verdadero, en perder el Amor propio, la individualidad y el egoismo.

Más en realidad esa es la belleza, saber que eres hermosa no por la belleza que hay en tu apariencia, sino porque lo sabes internamente.

Sabes que en verdad eres hermosa y que no son necesarias las espinas para alejar a todos aquellos que con Amor y respeto te observan y anhelan tomar la rosa.

Para florecer requieres abrir el capullo y aperturar tu zona de confort, más no sales de ella, unicamente la expandes.

Al final tendrás que entregar el último de los pétalos a la tierra, y así marchitarte para que la semilla en ti pueda vivir, eso es el Amor, El Amor por vivir.

Desde ese día las rosas empezaron a lucir las espinas como parte de su atuendo, con plenitud y alegría.

Ahora saben que las espinas simbolizan también a la belleza y que aquel que contempla con Amor su flor no necesita tomarla para admirar la belleza de la vida en todo su esplendor.


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