Aceptar o resignarse.

Es común escuchar a los profesores de yoga, durante las clases, decirnos una y otra vez, que el yoga es un proceso individual, es un camino que cada uno toma, y que tiene sus propias particularidades y peculiaridades (asimilemos esto a aquello de que cada cabeza es un mundo, diciendo que cada cuerpo, cada mente, es un mundo).

De hecho, se aconseja a cada alumno de entrar en las posturas (asana), hacer las secuencias dinámicas (vinyasa), realizar los ejercicios respiratorios (pranayama) o practicar la meditación (dhyana), sin compararse con los demás.

En efecto, cada alumno que practica con consciencia y respetando sus propias limitaciones físicas, respiratorias o de concentración, se encuentra en su nivel óptimo, con independencia de que en el mismo salón haya otro alumno cuya respiración sea más fluida o sus movimientos más flexibles o equilibrados, puesto que su pretendido “más” esto o lo otro, no ha de ser un “más” comparativo con los demás, sino consigo mismo. Nadie esta mas avanzado que otro, pues todo depende de la senda y de las vicisitudes de cada uno.

Claro que observamos que muchos centros de yoga suelen ofrecer sus clases para “principiantes, intermedios o avanzados”, en función lamentablemente de manera exclusiva del rendimiento (performance) físico, dejando de lado la esencia del yoga. Algunas clases, quizás más colaborativas y menos competitivas ofrecen clases “multinivel”, pero aún no es suficiente. Muchos se excusan diciendo que eso es lo que busca el mercado occidental, y que de algo se debe vivir. Nosotros pensamos que, si se quiere ofrecer gimnasia pues que se le llame así, y si se quiere ofrecer yoga, pues que no se limite a lo físico y competitivo por demás, pues se desnaturaliza. Pero ese es un tema ético que cada uno debe definir con su consciencia.

Como dato curioso, comentamos que en una oportunidad preguntamos a una profesora de anatomía de la Escuela Internacional de Yoga, en Madrid, España, acerca de lo que caracteriza a una persona como avanzada en yoga, en cuanto a la práctica de asana se refiere, y nos sorprendió la respuesta. Lejos de ser el equilibrio, la flexibilidad, la fuerza, la resistencia, el dominio de ciertas posturas complejas, etc., señaló que sin duda se trata del control de la respiración, del pranayama, en lo que la intervención del elemento mental es crucial.

Pero volvamos a nuestro tema.

En este orden de ideas, si por avanzado queremos entender aquel que es mas diestro en la práctica de yoga, habremos de asumir que quien aparece como capaz de hacer posturas más complejas (casi acrobáticas), a costa de autoflagelarse o de abandonar los trascendentes elementos no físicos, sino conductuales del yoga, olvidando que el yoga va mucho mas lejos que su esterilla, y ha de estar presente en su cotidiano Dharma, es decir, en su actuar justo y debido, puede no ser otra cosa que un buen atleta, o paradójicamente ser un principiante. En cambio, otra persona incapaz de llegar con las manos al suelo sin flexionar las rodillas, al efectuar la pinza de pie (uttanasana), o que termine hiperventilado al hacer solo 2 vueltas de saludo al sol (surya namaskar), puede ser estimado como alguien avanzado, como yogui o yoguini, si reacciona frente a sí mismo desde la benevolencia, desde el amor compasivo, aceptándose e impregnándose de la intención de proseguir con paciencia y contentamiento, a más por supuesto de que su comportamiento habitual general vaya sobre las líneas de Yamas y Niyamas sobre las que tanto hemos escrito, y dentro de las cuales habremos de destacar Ahimsa, es decir, la no violencia, caracterizada por la afabilidad, la amabilidad y la aceptación para con los demás y, lo que es aquí más importante, para consigo mismo.

¿Ahora bien, acaso estamos convocando a la resignación? ¿Es decir, si una persona observa que por más o menos que practique movimientos de yoga sigue sin lograr una pretendida perfección, debe resignarse y ya?

Y yendo más lejos. Si una persona se ve enfrentada a circunstancias adversas, como proyectos fracasados, ideas abortadas, crisis económicas particulares o generales en la sociedad, regímenes políticos autoritarios, accidentes, enfermedades, todo tipo de obstáculos a los planes, y tantos otros ejemplos posibles, ¿ha de resignarse?

Pues nada que ver. A pesar de la confusión que suele haber entre estas actitudes de vida de las que estamos hablando, la aceptación y la resignación no son ni remotamente parecidas.

Cuando con el ejemplo del yoga hemos referido y aconsejado la aceptación de las limitaciones físicas que pueden existir, tales como las comunes falta de flexibilidad que deviene del sedentarismo (típico caso del síndrome de isquiotibiales cortos), carencia de equilibrio que proviene de nuestras vidas estresantes, y tantas otras por diversas causas, y por supuesto de la perturbación de nuestra capacidad de concentración resultado de angustias, preocupaciones y emociones fuertes, en ningún momento hemos querido inducir a la resignación.

De hecho, la resignación no solamente es totalmente contraria a la buena práctica de yoga, sino que elimina la posibilidad de tener una vida sana en general.

Expliquémonos.

La resignación consiste en una actitud negativa y pasiva ante circunstancias adversas. La persona se abandona a un supuesto destino, se entrega conformándose a una situación dura, difícil, mala, ante la cual existe la idea de que nada puede hacer, invitando el sentimiento de frustración, una parálisis autodestructiva.

La resignación es entonces una emoción negativa y, como tal, solo puede conducir al sufrimiento indefinido a quien la deja crecer en sí.

Recordemos con Buda, que el dolor, lo adverso, es inevitable, pero el sufrimiento que pueda conllevar es opcional.

Por su parte, la aceptación es una actitud positiva frente a circunstancias del mismo tipo, que se cataloga de proactiva, pues invita a hacer. No es entonces una emoción, sino un plan de acción. Primero a reconocer las limitaciones, los hechos, el acontecer, admitir su presencia en nuestra vida observando su alcance real, y luego a desarrollar una actividad dirigida a superar, o a solventar, o a aprender a vivir por ejemplo con la muerte de un ser querido, con la pérdida de un sentido o de un miembro, con la presencia de una enfermedad, con la brutal incidencia del Covid 19, es decir, con toda cosa que en lo negativo, sea o no definitivo, pudiera arrastrarnos a la frustración, la depresión o el sufrimiento, pero que desde lo positivo, por difícil que parezca, nos lleva a replantearnos desde un nuevo conocimiento, a reinventarnos, a implementar planes B, C, D, …, que nos hagan sentir bien, e incluso felices.

Un concepto muy en boga recientemente, el de la resiliencia, nos aproxima a la idea de aceptación, y nos enseña entonces a desarrollar nuestra capacidad intrínseca de recuperarnos frente a las adversidades, de comprender el conocimiento que se nos brinda, de aprender las enriquecedoras lecciones de la vida, de adaptarnos en nuestro día a día a lo imprevisto, sin capitular o renunciar al bienestar.

El bienestar, la felicidad, se construye desde nuestro interior, y hemos de tomar el control de nuestra vida, siendo nosotros quienes le marcamos el ritmo, y no los eventos externos, por duros que sean. Leí por ahí que el barco no naufraga por el agua que lleva dentro, sino por la que entra desde afuera.

La aceptación es entonces una actitud ante la vida que convoca indefectiblemente la voluntad, es decir, el deseo de ser feliz aunado a la tenaz acción para conseguirlo. Es lo que en yoga se llama Ichashakti, el poder de la voluntad aunado a la capacidad volitiva, que va de suyo ligado, insistimos, a Ahimsa, en este caso la no violencia para con uno mismo, expresada en el hecho de que la negatividad de la resignación causa daño, al anclar en el sufrimiento.

Terminemos previniendo al lector acerca de que muchos diccionarios y búsquedas generales en Internet suelen confundir estos dos conceptos, hablando por ejemplo de que la resignación provendría de la aceptación. Por ello, sugerimos orientar las búsquedas hacia el mundo del yoga o el de la psicología. Un cantante que pierda la voz podría resignarse y entonces sufrir en la depresión, o aceptarlo y volverse un gran escritor. Las posibilidades son infinitas. Tu proyecto de vida depende de tu capacidad para superar los escollos.

Alberto Blanco-Uribe

4 Comentarios

  1. Andrea

    Ahimsa….. La clave del espíritu yoguico

    Namasté

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    • Alberto

      Ahimsa, aceptación y gratitud. Namasté

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  2. Yomy

    Excelente. Aceptación no resignarse. Es aceptar para soltar y avanzar.
    Namaste

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    • Alberto

      Es de tal forma apreciada colega. Namasté

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