Amanecer y Atardecer

Hubo un tiempo en que el amanecer y el atardecer eran amigos y siempre estaban juntos. En aquella época era frecuente que se confundiera el día con la noche e incluso de aquella etapa, todavía, los gallos confundidos cantan de madrugada.

Todo era concordia hasta el día que vieron por primera vez a la luna. Ambos se enamoraron perdidamente de ella y nada más importó. Poco interesaba que tuviera una cara oculta, que su rostro visible estuviera lleno de cráteres y que incluso su luz fuera prestada. El amor a veces es inexplicable.

Se iniciaron las tensiones entre ambos y de nada sirvieron las advertencias del Sol y la Tierra. Les dijeron que nunca sería de nadie y que incluso de la Tierra, su madre, cada año está unos milímetros más lejana. Les comentaron también que la convivencia con la Luna no era fácil, que es bipolar y tiene varias fases, y no puede confiarse en alguien así por muy bella que sea. Hasta el mar intervino y les habló de como lleva millones de años tratando de alcanzarla y provocando mareas sin que ella se inmute. Todo en vano.

Por otra parte no todos cooperaron. Para empezar la propia Luna no se decidía por ninguno, a fin de cuentas eran casi lo mismo, un sol en el horizonte. El día y la noche también azuzaron las más bajas pasiones, y una noche de eclipse lunar, el día le dijo al amanecer que lo más probable es que la luna no se viera por estar con el atardecer. La noche hizo lo suyo también, y le dijo al atardecer que mientras él se preocupaba, seguramente su amada se divertía con el amanecer. Aquello fue la gota que colmó la copa y logró enemistar para siempre a los hasta ese momento inseparables amigos.

Cada uno recogió sus pertenencias y se marchó a su horizonte.

El amanecer que era más despierto se quedó con los trasnochados, los pescadores y los campesinos. También se llevó el rocío, el canto de pájaros, el encender de motores, las sorpresas y las prisas. Partió con los mejores cafés, la inspiración, la renovación, los besos de prisa y las frases de te amo y cuídate mucho. No olvidó llevarse a la mayoría de las miradas al espejo, los olores a fresco, a ropa limpia, a perfume y a jabón.

También se llevó los momentos de calma antes de la tormenta, las flores abiertas, el olor a humedad, los deseos de suerte, las aves que vuelan desde los árboles y los momentos de recoger caracoles en la arena a la orilla del mar. Sin embargo, su golpe maestro fue cuando logró hacerse con el mejor sonido de las olas del mar en la orilla. Desde entonces en ningún otro momento del día las olas del mar se escuchan como al amanecer.

El atardecer llegó más tarde y solo encontró a los enamorados en el malecón, los diálogos, el olor a sudor, los recuentos, las cenas en familia, los besos más largos, las frases de – te extrañé – y – como te fue hoy – y a las aves volando hacia los árboles. No era poca cosa, pero merecía más.

El amanecer y el atardecer nunca más han estado juntos, todo el tiempo separados por el día y la noche y visitados en ocasiones por la luna, la causante de sus angustias, quien miles de años después todavía no se decide y lo mismo puede vérsela en los amaneceres que en los anocheceres.

El Dienteperro

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