Campo de energía universal o círculo imaginario
La pandémica situación que nos ha tocado vivir en estos últimos tiempos ha generado cambios importantes en nuestros quehaceres cotidianos, como resultado particularmente de las medidas de confinamiento o cuarentena, de los toques de queda y de las reglas de distanciación social que han de ser respetadas de manera de impedir o disminuir las posibilidades de contagio del Covid 19.
Por tanto, muchas actividades que comúnmente se hacían de forma presencial o en persona, como tantos desempeños laborales o profesionales, estudios escolares, universitarios y formaciones diversas, y también rituales religiosos, etc., han pasado a llevarse a cabo en línea, a distancia, vía internet. Y como lo hemos podido observar, las actividades deportivas, particularmente las grupales y de tipo competitivo y los gimnasios, han experimentado iguales restricciones y a veces prohibiciones.
Incluso las salas y centros de yoga han sido cerrados, y la práctica colectiva y presencial de yoga, en espacios públicos abiertos (parques, plazas), ha recibido limitaciones, como las de guardar de 2 a 4 metros de distancia entre las personas y portar mascarillas, cuando no ha sido prohibida del todo.
Ahora bien, no es la idea en esta ocasión comentar acerca de las inmensas posibilidades que ha abierto para muchas personas, por ejemplo, el mundo de los estudios de calidad en línea, y otras ventajas, al menos para aquellas personas que han sido resilientes, que han aceptado una situación que no esta en sus manos cambiar, pero de la que pueden extraer grandes aprendizajes de vida, gracias a las oportunidades que ofrece. A quienes sufren es menester ayudarles desde la benevolencia (karuna), sin juzgar.
Lo que nos proponemos es hacer una reflexión que nos ha venido a la cabeza a raíz de haber escuchado varias veces, a instructores y profesores de yoga, lamentarse, de la pretendida inconveniencia o insuficiencia de las clases en línea, vía Zoom, Gmeet, Skype u otra.
En este orden de ideas conviene, ante todo, expresar lo difícil que resulta colocar las palabras “yoga” y “lamentarse” en la misma frase.
Y esto es así, por cuanto es esencial al yoga asumir el principio de impermanencia, en el entendido intelectual y en el sentir emocional de que todo pasa, nada se perpetúa, y todo pasa para y por algo de lo cual podemos nutrir nuestro conocimiento (jñana yoga) en el avance hacia la liberación(iluminación o despertar espiritual). Del mismo modo, uno de los elementos centrales que se trabaja en el yoga es el equilibrio aunado a la paciencia, diríamos la sindéresis. Y, finalmente, para no extendernos mucho en los detalles del yoga, su práctica, que no se limita a la esterilla y las sucesiones de posturas (asana y vinyasa), incluso en el momento de estar en la realización de esos venturosos movimientos físicos o corporales, lo hacemos para conectar con nuestro interior, por lo que no debemos olvidar y menos despreciar el hecho de que el yoga es un camino individual, es un proceso del ser, del yo, en busca del verdadero yo (so ham). Un proceso único e irrepetible pues corresponde por separado a cada uno de nosotros, por lo que no hay lugar a comparaciones.
Desde semejante perspectiva, el verdadero instructor o profesor de yoga, cuyo rol es facilitar o colaborar humildemente en el enrumbamiento del alumno en la senda que persigue la (re) unión de su cuerpo, su mente y su espíritu (significado de la palabra yoga), para encontrar la serenidad, no puede más que agradecer tener la oportunidad de contribuir con esa honrosa meta, así como recibir con gratitud la confianza que en él depositan sus alumnos.
Es verdad que en general las clases de yoga se centran fundamentalmente en el aspecto físico y que los alumnos acuden a ellas para aprender a dominar las posturas y sus enlaces o secuencias, sin perjuicio de beneficios inmediatos que se experimentan en los planos corporal y emocional. Sin embargo, lo que ha de distinguirlas de clases de pilates o de diversos tipos de gimnasia, reside en componentes trascendentes afortunadamente bastante presentes en las clases, de carácter energético o espiritual, como la incorporación de canto de mantras (siempre en presencia del sonido creador original Om), el uso de mudras, la enseñanza sobre nadis y chakras y otros aspectos filosóficos, minutos de meditación y de relajación, aspectos más sutiles como el sankalpa o intención, asociado a la actitud de vida, a la determinación voluntariosa y al poder de las palabras, sin olvidar el saludo Namasté, impregnado de contenido espiritual, y por supuesto, el pranayama o ejercicios de control de la respiración.
Y la verdad es que ninguno de tales componentes trascendentes sufre mella alguna por el hecho de que su transmisión de profesor a alumno se haga gracias a los avances tecnológicos, a distancia, como tampoco se afecta la parte corporal en sí. Una distancia que puede ser física, pero no energética, según sea la actitud, la convicción y el estado de ánimo del profesor.
Tanto es esto cierto, que, desde hace años, mucho antes de que siquiera se pensara en la Covid 19, centenares de profesores de yoga, en todo el mundo y en todos los idiomas, ofrecen sus clases vía YouTube, que no son solamente en línea, sino además asíncronas, pues se trata de videos pregrabados y colocados en los diversos canales al acceso de los interesados. No existe pues en esos casos contacto alguno profesor alumno, que no sea por medio de comentarios a los videos. Y se debe destacar igualmente que, si bien muchos de los profesores yoguis y yoguinis generosamente ofrecen esas clases de manera gratuita[1], no faltan quienes dictan clases con diversas tarifas y paquetes económicos, teniendo público para ello. Es decir, que el mercado gratuito u oneroso de esa forma es tal, debido a la existencia palpable de una demanda en la sociedad, con o sin Covid 19. ¿Entonces, de dónde ha surgido el cuestionamiento presente de algunos profesores que se lamentan de tener que dar clases en línea? ¿O peor aún, de dónde sale el argumento de que el yoga tendría que ser presencial o en persona para ser tal?
Llegados a este punto es necesario abordar el concepto de campo energético o círculo de energía, para poder comprender por qué, a pesar de lo que muchos profesores de yoga lamentan, es perfectamente posible lograr los cometidos de una clase de yoga en su versión en línea, hablando ahora de clases síncronas, entre profesores y alumnos que incluso hayan tenido ocasión previa de conocerse en persona, lo cual no es determinante, en las cuales no solamente el profesor puede ver y apreciar los movimientos de los alumnos en el momento y eventualmente sugerirles correcciones o alternativas, variantes y soportes, sino que se puede fomentar y entablar comunicación directa en diálogo y en colectivo para el mejor aprendizaje de todos.
Para empezar, es lo cierto que existe un campo energético universal que vincula a todo lo que existe sobre la Tierra con la fuente original. Todo, los seres humanos, lo mineral, lo vegetal y lo animal, se encuentra profundamente conectado entre sí. Todas las culturas del planeta, mediando el uso de palabras, símbolos y rituales diversos, dan cuenta de esta realidad, lo cual ha sido corroborado por la ciencia, a través de la física cuántica. Cada persona genera a su vez, a partir de sus células, órganos y demás componentes estructurales, un campo electromagnético que se suele llamar aura, campos estos que forman parte del campo energético universal, son capaces de interactuar entre sí, integrando círculos de circunstancias o móviles semejantes o comunes, con múltiples manifestaciones, como la de la ley de la atracción y la de la ley del karma. Recordemos acá lo relativo al Reiki y lo referido a los mensajes ancestrales que se estudian en las constelaciones familiares. Esta energía universal llamada por algunos prana o qi, conforma una unidad que es el todo con expresiones distintas, denominadas Dios o Absoluto Universal, o cuantiosas nomenclaturas más, todo que viene integrado por la sumatoria infinita de las almas o esencias espirituales, que son al mar lo que cada gota de agua significa.
De esta manera, no solamente el campo energético universal se representa como un círculo, o figura geométrica perfecta, en donde todos los puntos están dispuestos en un plano horizontal de igualdad, pudiendo cada uno de ellos desde el actuar justo y debido en ambiente colaborativo, fraternal y solidario intervenir en ayuda del necesitado, sino que todos los campos energéticos humanos se representan en círculo, en donde cuerpo, mente y espíritu actúan en función de mantener o recuperar la unión y el equilibrio indispensables, vinculándose con otros campos energéticos humanos de modo de formar nuevos campos energéticos, siempre en círculo, y con finalidades diversas pero que tienden en esencia a lo mismo.
Así, podemos recordar las clases socráticas en círculo, y también en el chamanismo los conocidos círculos de mujeres, de hombres y familiares, y tantos otros que serían pertinentes a nuestros fines, y en donde quizás algunos se sorprendan al tener noticias de que las clases de Hatha Yoga era originalmente en círculo, como lo siguen siendo en muchas partes, aunque el modelo occidental de preeminencia del profesor, las haya dispuesto de manera que el profesor se encuentre fuera de grupo, y los alumnos dispuestos frente a él, dándose la espalda unos a otros, desdibujando el círculo. De hecho, las salas de yoga suelen tener una conformación cuadrada cuando no rectangular, y por supuesto que en ello también influye el interés económico, puesto que ello permite mayor capacidad de alumnos, aunque sepamos que la masificación disminuye la calidad y distorsiona los objetivos yóguicos.
Y cuidado que no se trata de que los alumnos puedan verse entre sí, pues hemos dicho que el yoga es un camino o proceso individual, en el que no se debe uno comparar con otro, sino de dibujar en físico ese círculo o campo energético tal como es, facilitando las vibraciones presentes en su devenir, en un concierto de intenciones concurrentes, y promoviendo la circulación (valga la redundancia) de las energías.
Ahora bien, si volvemos a las clases en línea, ¿acaso se respeta lo del círculo? Pues en una ocasión hace poco en la que participamos en un retiro de yoga en línea, referido al Yoga de Samara y al Lahore Nadi Yoga, tipos de yoga que aún se practican físicamente y en presencia en círculo, los profesores asomaron su deseo de que pronto podamos reunirnos en persona para no tener que estar en un “círculo imaginario”. Esa afirmación no nos resultó adecuada, y así lo expresamos en aquel momento, con ocasión del intercambio final, aludiendo que, a nuestro modo de ver, se trata de un círculo energético que bien puede ser real, siempre que exista la intención de que lo sea, pues lo que ha de ocurrir en yoga proviene de la intención profunda y no de la mera disposición física. Es decir, que lo que acontece en línea puede ser real y no imaginario, sólo que inmaterial, siendo que, a la inversa, estando en persona, pudiesen estar todos sentados en círculo, y sin embargo no existir un círculo energético verdadero, en virtud de estar algunos distraídos, fuera del aquí y del ahora, dispersos, etc., o haber un círculo más pequeño y efectivo, entre aquellos que sí se encuentran conectados con la práctica.
De esta forma, si se preguntan entonces cuál es el problema de que las clases presenciales de Hatha Yoga no sean en círculo, si ese efecto se puede lograr efectivamente en el plano energético, les responderemos que, para muchos, todavía en el camino de comprender y asumir elementos sutiles y abrazar plenamente la meditación, es de enorme ayuda para sentirlo poder visualizar el círculo.
En definitiva, cuando decimos que el practicante de yoga ha de estar enraizado al momento presente, aquí y ahora, asistimos a una idea que clama por lo que se conoce como la plena consciencia, aspecto que ha de ensayarse una y otra vez, en la búsqueda de generar tres vinculaciones fundamentales que nos permiten entrar en contacto con el campo energético universal. Se trata en primer lugar de vincularse a la fuente original que está representada con nuestros maestros y los maestros de nuestros maestros, aquellos que me transmiten el conocimiento y sin cuya intervención no me sería dado fácilmente llegar a él. Nuestros profesores de yoga, y los suyos, tanto los que nos ofrecen clases como aquellos cuya sabiduría leemos. Así, al inicio de la clase los visualizamos en la mente y encontramos en ellos la inspiración necesaria desde la gratitud.
En segundo lugar, se busca vincularse con la enseñanza misma, con el conocimiento que se nos transmite. Esto ha de ocurrir en la cotidianeidad. En el momento de la clase sería imposible rememorar o evocar todo lo aprendido hasta ese momento. Entonces, de lo que se trata es de decirse “yo no sé nada”, y asumir lo que el budismo define como “la actitud del debutante”, ese ser ávido de conocimiento cual esponja absorbente, y a la vez en confianza y certidumbre, de que todo lo aprendido vendrá a sí mismo, en el preciso momento de necesitarlo.
Y, en tercer lugar, se persigue vincularse energéticamente a todos quienes comparten y practican el yoga, en este momento, en esta clase, pero también en todos los momentos de la historia, en todas las geografías posibles, a quienes en el pasado lo hicieron y a quienes en el futuro lo harán.
Quizás no podamos hacer que se practique el Hatha Yoga en círculo, pero sin duda podemos desde la intención buscar incorporamos a ese maravilloso campo de energía universal en nuestro camino a la liberación, vinculándonos mental, emocional y espiritualmente a los círculos energéticos de nuestros maestros, del conocimiento y de los demás yoguis y yoguinis de ahora y de siempre.
Om Shanti Shanti Shanti
[1] Como @daleyogaatuvida (a quien felicitamos) https://www.youtube.com/channel/UCHi63ciLdQISFJtfz2m_M0Q
Muy interesante este artículo, la gente sobrestima el poder de la energía universal y del hecho que todos estamos interconectados.
Además nos permite compartir actividades y pasiones lejanas a nuestro círculo próximo. Sin contar los numerosos beneficios de la meditación y el yoga
Hola Ana, agradezco mucho tu comentario. Has dicho algo clave y mucho mas profundo que lo que escribí: «todos estamos interconectados». Excelente.
Un abrazo