En la parábola del hijo pródigo, cuando regresa a casa, regresa avergonzado reconociendo el error y su equivocación, tiene vergüenza de presentarse ante su Padre, y le es más vergonzoso quedarse en el mundo y seguir padeciendo calamidades, se avergüenza de haber derrochado su fortuna y riqueza, y le avergüenza haberse alejado de su Padre y el reino, por esa razón le dice no es digno de Ser su hijo, más para él es suficiente ocupar el lugar de uno de sus siervos.

El Padre no se avergüenza de su hijo, al contrario se regocija y alegra al verle con vida y le restaura toda su fortuna y le da el lugar que le corresponde por herencia en su reino.

El personaje o los personajes con los que te relacionas en el mundo son tu creación, están envueltos en la historia que imaginaste y está envoltura te limita a comprender que más allá está Dios, y que fabricaste tales ideas únicamente con el propósito de creer que así castigabas a Dios.

Cuando te supera la vergüenza y ya no quieres padecer es que regresas a Dios, el libre albedrío es nada más que tú libre elección, todo aquel que no retorna al amor y a Dios, simplemente guarda vergüenza por su error, y tiene tanta vergüenza de regresar al reino que prefiere padecer en el mundo que regresar a Dios, prefiriendo ser un lacayo del ego que un siervo de Dios
Aquella historia de las relaciones de pareja en que no regresan es simplemente un resumen de esta vergüenza y la negación al perdón.

En la parábola del hijo pródigo, el hijo no pide ayuda para permanecer en el mundo, toma la única decisión coherente, decide regresar al reino, y al regresar la única petición que hace es que se le permita estar en él como uno de sus siervos, y así disfrutar de la abundancia, la riqueza, la paz, el amor y la dicha, que está disponible para todos en el reino pues están en el reino y saben que son dignos y merecedores de todo este tesoro.

  Pablo Pastor

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