LA NOCHE Y SU ENIGMÁTICA INSPIRACIÓN
«Ser un gran animador es seguir una vida llena de concentración, observación, dedicación e inspiración (…) no es una vida fácil, y a menudo es sólo cuando el trabajo está ahí en la pantalla cuando repentinamente, de alguna manera, todo parece valer la pena«.
– Tony White (1986).
Personalmente soy de las que procuran trabajar durante el día, ustedes saben, despertar a cierta hora, iniciar con actitud, apegarse a esa lista de pendientes que hay que terminar… al menos lo que se pueda por el día de hoy; tener una rutina más o menos decente y concluir el día con satisfacción.
Vamos, ¿realmente creyeron que soy así de organizada? Porque ni yo pude tomar en serio mis propias palabras en el párrafo anterior. Hay días en los que puedo ser exitosa en lo que me propongo… Hay otros días en los que tengo un nudo en la cabeza que no me deja ver posibles soluciones. En un mundo ideal, en el que las cosas funcionaran correctamente, en el que las palabras pudieran expresarse con gran facilidad, que los sentimientos y emociones fluyeran sin que nuestras voces se quebraran, podría evitarme muchos problemas de comunicación y organización. No solo con los demás sino conmigo misma. Comparto esto último porque creí que sería más fácil balancear mis prioridades, por salud mental y física.
Es solamente dedicando esfuerzo y tiempo que me di cuenta del trabajo personal que he logrado al hacerlo por necesidad de autocuidado, porque ponerme a mí primero es importante para lo que quiero lograr en esta vida. Cuesta trabajo aceptarlo, hay sacrificios por hacer a cambio de lo que uno espera hallar en su camino. Claro que no todo se encuentra en los logros, también hay batallas que no surgen a la superficie, pienso que son aquellas las más poderosas y las que nos dejan más enseñanzas sobre nosotros mismos.
Duelos y batallas, como aquellas de las que creíamos que no íbamos a salir, me hacen pensar que lo vivido no es malo después de todo pues aquellos son el rastro intangible de lo que nos permite construir ahora mismo.
Fuera del valor poético de estas palabras, encuentro muy grato saber que contaré con el momento presente, es aquél que procura aterrizar mi mente a lo que realmente importa a pesar de tener aquella lista de tareas de la que les platicaba al principio.
Podría ser que es usual perderse entre las palabras escritas con premura y con una tinta que casi al desaparecer nos inquieta simultáneamente al separarse del papel, porque sabemos que todavía hay un camino por recorrer. Con emociones tan inexplicables resulta completamente justo preguntarse: “¿De qué estamos corriendo realmente?”, pareciera ser que la vida juega con nosotros bajo su propio ritmo, envolviéndonos con lo imprevisible mientras cumplimos con el papel que nos ha orillado a personificar en este fragmento en el tiempo.
Dentro de esta burbuja, si me permiten llamar el fenómeno de tal manera, existen infinidades de sensaciones por descubrir, las cuales todavía ignoramos porque nos rehusamos a destaparnos del velo que nos quiere impedir ver la realidad debido a la comodidad de permanecer en este estado; sin embargo, al igual que un viento fresco que nos despierta por la mañana, seguimos en busca de aquello que nos brinde una chispa de renovación ante lo que creímos ya conocido, sin contemplar que mucho de lo que permitimos que siga oculto en la mente llega a desvestir aquella pantalla de cine con historias que nos contamos desde el momento en el que decidimos que seríamos alguien.
No es un telón que nos cubre de oportunidades para seguir andando en este camino, sino el miedo que paraliza esta habilidad de danzar con las situaciones del presente; pasos en falso por hacer, son los que esperan que tropiecen las expectativas que tal vez no eran tan necesarias.
Poco a poco la memoria va desencadenando nuevas rutinas con maniobras cada vez más complejas que obligan a aquella danza a convertirse en toda una obra maestra, sin necesidad de un público que la disfrute además de su propio autor. Es aquella ausencia de presencias ajenas a nosotros la que busca conectarnos a la verdadera fuente de inspiración, encerrados en nuestro propio baile con la vida.
Sin prisa, sin ideas rígidas que alcanzan a sentirnos con control sobre lo que no depende de nosotros sigo aquí en mi coreografía, compartiendo con ustedes estas líneas que pensé durante la noche, esperando que alguien más logre identificarse entre lo que me platico a mí misma antes de conciliar el sueño, antes de reiniciar el ciclo que me encamina por un rumbo todavía desconocido.
¡Muchas gracias por leer! Los invito a que vean lo que hago en este link. Agradezco mucho sus comentarios, me hace feliz leerlos.
La imagen de la portada es tomada del “Caballo galopando” de Eadweard Muybridge , (1878).
Es dificil decir cuál seria una rutina perfecta, creo que esto depende de cada persona, de sus gustos, energía, tipo de actividades y deseos. Lo importante, seria que seamos felices con ello y que nos permita una relacion saludable con el entorno. Así como hay veces que necesitamos tomar un tiempo, espacio, sueño, vuelo o inspiracion, a veces tambien necesitamos de la paz nocturna para avanzar. Un abrazo!
Gracias por tu comentario. Efectivamente, cualquiera sea tu rutina, pienso que lo importante es acabar cada día con sensación de satisfacción, y yo agrego derivada de haber sido un regalo para mi mismo y también para los demás. Un abrazo.