No existe el ego espiritual.
Desde hace algunos años que se encuentra uno con esa expresión en libros, publicaciones en redes sociales, artículos dedicados a la espiritualidad y desarrollo de la conciencia, nueva era, metafísica, ángeles y otras mezclas extrañas de todas estas teorías y filosofías; y, la mayoría de la gente lo acepta sin chistar.
Y puede ser entendible que acepten el término «ego espiritualizado» sin ningún tipo de cuestionamiento, tomando en cuenta que piensan que es posible mezclar distintos tipos de filosofías y estudios espirituales.
Dentro de las enseñanzas espirituales se pueden encontrar varios tipos de filosofías, a saber:
El dualismo.
El semidualismo.
El no dualismo, y
El no dualismo puro.
Se entiende que, en el camino de nuestra búsqueda espiritual, ya hemos recorrido todos los anteriores o estemos precisamente en alguno en particular, y está bien si ese es el escalón en el que alguien se encuentra; eso ni se juzga ni se critica. Lo que es susceptible de ser cuestionado es la mezcla sin sentido de todos los anteriores.
En mi caso particular, estudio, practico y divulgo un método de entrenamiento mental de una psicología muy sofisticada, una metafísica radical y fascinante, una espiritualidad muy profunda y una filosofía no dualista pura, llamado Un Curso de Milagros.
Esta filosofía al ser no dualista pura no admite más que el Uno.
No admite grados ni hace concesiones.
Y en esa pura aceptación del Uno (Dios-Hijo), obviamente no le da cabida a nada más; no le da cabida la idea de un ego.
El ego, esa falsa identidad inventada por la mente que cree haberse separado de su fuente, es eso, un invento. El ego no existe.
Es solo una idea que parece proceder de una mente que tampoco tiene existencia real pues una mente separada de su fuente no puede existir.
De este modo, sus pensamientos no son pensamientos, sus ideas y creencias no tienen consecuencias, y el ego inventado así, bajo esa condición de inexistencia del inventor, no puede ser espiritual.
Sus creencias, juicios, e interpretaciones no proceden del espíritu. Su inexistencia no puede contener el hálito divino. Sus juicios condenatorios, no pueden tocar a su objetivo con amor, aunque invocan una especie de «sucedáneo del amor». Invita a una especie de substituto de paz, que no es tal, porque ésta termina. Proclama para todo dolor una capa edulcorada que nos atrae, pero que tiene amargo el centro.
El ego no es espiritual ni puede espiritualizarse. No es el Hijo del amor; porque el Hijo del Amor existe, y el ego no existe. Y, lo que no existe no puede ser espiritual.
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