Placebo
Es muy frecuente que cada vez que alguien sugiere a otra persona el uso de técnicas alternativas de curación, ésta responda que no cree en eso, pues es puro “placebo”.
Las personas que responden de ese modo suelen ser fervientes partidarias de las industrias química y farmacéutica (¡la ciencia!) en el área de la salud, es decir de la alopatía o medicina alopática[1], convencional y occidental, siendo que para ellas lo que cura o sana nada tiene que ver con la intención o la actitud del paciente, sino las reacciones bioquímicas que producen en el cuerpo humano las sustancias o medicamentos que se introducen vía oral, sanguínea, tópica u otra, mediando récipe médico o automedicación.
En este punto es menester hacer un paréntesis, solamente para recordar y advertir la demencia de nuestra alocada vida, en la cual, frente a un dolor de cabeza, por ejemplo, a objeto de poder continuar corriendo con responsabilidades laborales, familiares y de otra índole, sin tomarnos un tiempo para nosotros, simplemente optamos por ingerir un analgésico o similar, que haga desaparecer ese “fastidioso” síntoma, aunque la causa real del malestar no sea encarada, sino desconocida o peor ignorada, con las terribles consecuencias que de ello derivan.
Volviendo a nuestra temática discursiva de esta oportunidad, tenemos entonces que la sola alusión que se pueda hacer, sobre todo frente a alguien de cierta forma enfermo o con malestar, en el sentido de sugerirle probar algún método curativo distinto de la alopatía, es de inmediato objetada bajo el irreflexivo pretexto de que todo eso no es mas que “placebo”.
Se trata de una preconcepción, establecida sin análisis previo y detenido, casi un prejuicio que como todo prejuicio nubla la mente, cerrándose al ensayo de métodos que podrían eventualmente traer el bienestar consigo.
De este modo, lo que quieren decir es que, al no ser algo que responda a las exigencias de la ciencia, sencillamente carecería de reales y efectivos resultados curativos, pues todo estaría en la mera creencia infundada de la persona que ingenuamente se deja influenciar por “seudoterapeutas”, “curanderos”, “brujos” de buena fe o hasta por manipuladores inescrupulosos.
Cabe destacar que este conjunto de métodos incluye una amplia variedad de técnicas de sanación, clasificadas de diversas maneras. A titulo ilustrativo seguimos una muy sencilla[2]: sistemas médicos holísticos (ayurveda, homeopatía, naturopatía, medicina tradicional china o tibetana); medicina de cuerpo y mente (biorretroalimentación, visualización guiada, hipnoterapia, meditación y relajación); terapias biológicas (fitoterapia, quelación, terapia nutricional); prácticas basadas en la manipulación y en el cuerpo (quiropraxia, osteopatía, ventosas, masajes, moxibustión, reflexología, raspado), terapias energéticas (acupuntura, imanes, qi gong, reiki, imposición de manos o toque terapéutico); y bien cabría incluir, entre muchas otras metodologías, las flores de Bach, la aromaterapia, los diversos usos de los aceites esenciales y, por supuesto, el yoga.
Ahora bien, detengámonos a investigar lo que es el placebo, para lo cual asumimos dos definiciones: “es una “Sustancia que, careciendo por si misma de acción terapéutica, produce algún efecto favorable en el enfermo, si éste la recibe convencido de que esa sustancia posee realmente tal acción” [3], y “toda sustancia que carece de actividad farmacológica pero que puede tener un efecto terapéutico cuando el paciente que la ingiere cree que se trata de un medicamento realmente efectivo”[4].
Frente a estas definiciones, se aprecia que obviamente provienen del campo que lo objeta, es decir, del terreno de la ciencia o del método científico.
De esta forma, se observa que en definitiva podría tratarse de un vaso de agua de alguna forma saborizado, que no obstante no poseer capacidades curativas, podría sin embargo causar bienestar en quien al consumirlo lo hace con la convicción de que le ayudará.
De esto se pueden extraer dos grandes conclusiones: la primera, que todas las técnicas y métodos de medicina tradicional mencionados con anterioridad, no a título exhaustivo, por cierto, lejos de carecer de acción terapéutica, son en realidad mecanismos valederos de sanación, de probada efectividad y eficiencia a lo largo de milenios. De hecho, muchas de estas prácticas han sido a justo título inscritas en la Lista del Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO)[5], y son reconocidas como formas de la medicina por la Organización Mundial de la Salud (OMS)[6]. En consecuencia, no encajan en la definición “oficial” de placebo.
Y la segunda, que la convicción acerca de la real capacidad curativa de una técnica o método dado, cualquiera que pueda ser, alopático o no, es crucial e incluso determinante para que logre sus efectos terapéuticos. Esto es tanto así, que incluso las metodologías alopáticas más sofisticadas de la industria químico-farmacéutica nada han podido lograr, hasta aplicadas al pie de la letra, en pacientes que no desean curarse o que simplemente ya no creen en su efectividad.
Así, si algo es menester guardar al espíritu, desde la plena consciencia y el agradecimiento a la vida, es la intención de curarse, de mejorar. Esa es realmente la fuerza sanadora, la energía que revitaliza y fortalece desde el interior al sistema inmunológico, de modo que el cuerpo logre la autocuración. Es lo que en yoga llamamos Sankalpa y vaya que hay secuencias de yoga destinadas a mejorar el sistema inmunológico.
Por supuesto que se requiere también de las técnicas y métodos terapéuticos que nos vienen del exterior, sean alopáticos o ancestrales, pero sin el terreno preparado por la fuerza de la convicción-intención, nada que hacer.
Vemos así que la palabra “placebo” es usada de manera prejuiciosa, como un adjetivo calificativo peyorativo y discriminatorio, en contra de elementos diversos que, en la generalidad de los casos no han sido puestos a prueba, no han sido estudiados o investigados, o se han subempleado desde la desconfianza y la perturbada certeza de que no rendirán fruto. Campo de acción para que el poder de la palabra, esa que nosotros mismos pronunciamos, nos juegue una mala pasada.
Y, sin embargo, el idólatra de la alopatía, sin darse cuenta, y paradójicamente pretendiéndose pleno de objetividad y racionalidad, deposita toda su buena voluntad, su creencia, su fe en definitiva, en que su tratamiento “científico” dará buen resultado, componente trascendental como hemos dicho.
Lo que realmente contribuye a la efectiva curación es la intención o la voluntad de sanar.
¿Qué pasaría si nos damos la oportunidad de con igual entrega ensayar algún tipo de terapia alternativa, tradicional o ancestral? No hay nada que perder y sí mucho por ganar.
En todo caso, nada obsta a que se prueben ambas cosas simultáneamente.
Buena salud apreciados lectores.
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[1] Medicina alopática: “Sistema por el cual los médicos y otros profesionales de la atención de la salud (por ejemplo, enfermeros, farmacéuticos y terapeutas) tratan los síntomas y las enfermedades por medio de medicamentos, radiación o cirugía. También se llama biomedicina, medicina convencional, medicina corriente, medicina occidental y medicina ortodoxa”
(https://www.cancer.gov/espanol/publicaciones/diccionarios/diccionario-cancer/def/medicina-alopatica )
[2] https://www.msdmanuals.com/es/hogar/temas-especiales/medicina-alternativa-complementaria-e-integrativa/tipos-de-medicina-alternativa-y-complementaria
[3] https://dle.rae.es/placebo
[4] https://www.sanitas.es/sanitas/seguros/es/particulares/biblioteca-de-salud/prevencion-salud/placebo-que-es.html
[5] https://ich.unesco.org/es/listas?text=medicina%20tradicional&multinational=3&display1=inscriptionID#tabs
https://ich.unesco.org/es/RL/el-yoga-01163
[6] Estrategia de la OMS sobre medicina tradicional 2014-2023: “La medicina tradicional es una parte importante y con frecuencia subestimada de los servicios de salud. En algunos países, la medicina tradicional o medicina no convencional suele denominarse medicina complementaria. Históricamente, la medicina tradicional se ha utilizado para mantener la salud, y prevenir y tratar enfermedades, en particular enfermedades crónicas” (https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/95008/9789243506098_spa.pdf;jsessionid=443C9638E8CC87BA898763B48065AB55?sequence=1).
Un tema muy controvertido sobre si la medicina alternativa es placebo o verdadera medicina. Lo cierto es que el poder de la mente puede ocasionar grandes estragos y sin una motivación para luchar o una esperanza de curación no hay medicina posible de curar, por lo que todo lo que pueda mejorar la sensación de sentirse bien consigo mismo, sea químico o natural, dará sus frutos. Lo importante es tener el espíritu tranquilo, sea a través del yoga, la gimnasia, el deporte, la meditación, etc.
Efectivamente Silvia. El secreto de la cura es aferrarse a la vida, con esa motivación y esperanza que aludes y, sobre todo, manteniendo el espíritu tranquilo, con esa serenidad que la meditacion asegura. Gracias. Namasté
Excelente artículo. Mi esposa, mi hija y yo desde hace muchos años nos tratamos con acupuntura, homeopatía y otras terapias alternativas y hemos tenido que escuchar la crítica del efecto placebo. También hacemos yoga. Mi esposa, que es psicóloga, le tiene poca confianza a la alopatía porque no trata al individuo en forma holística sino al síntoma. Yo soy nieto de médico alópata y creo que hay ciert momentos para a alopatía, pero debe humanizarse.
Gracias José Pedro, realmente creo en el equilibrio entre ambas técnicas, pero te confieso que estimo que la prevencion es lo mas importante para el bien vivir, y es alli donde las técnicas alternativas se hacen presentes. Ya en cuanto a la curacion, saberlas combinar es la clave. Ciertamente los médicos alopatas tienden a deshumanizarse y olvidan el caracter holistico del ser humano, un ser biopsicosocial, segun recuerdo del colegio, y yo agrego espiritual. Un abrazo