Portador de un milagro
Hablemos de milagros. ¿Cuál es el milagro más conocido en toda la historia? La resurrección de Lázaro. Miles de veces me pregunté ¿qué fue de Lázaro?; si habiendo muerto una vez ¿volvió a morir?; ¿vio el cielo y a Dios? Siendo él el portador del milagro más grande de la humanidad ¿dónde estaban los medios de comunicación para entrevistarlo y responder mis inquietudes? ¡Ja ja ja! No me malinterpretes, pero creo que si los medios de comunicación hubiesen existido en esa época, nos habríamos ahorrado años de sufrimiento.
Jamás pensé que todas aquellas preguntas que me hacía respecto a Lázaro llegarían a mí de manera inesperada. Mi búsqueda estaba dirigida a encontrar a Jesús, y fue Lázaro quien me encontró a mí para mostrarme el camino que me conduciría hasta el Maestro.
Entonces, ¿quién fue Lázaro?
Hablarte de las diferentes versiones que existen sobre él, provocaría que el texto se haga extenso y pueda llegar a aburrirte. Por lo tanto, voy directo al punto, para que conozcas sin rodeos a Lázaro.
. Algunos autores, como Filson, Sanders y Spiq sugieren que Lázaro de Betania es el discípulo amado por Jesús. Este postulado surge en la búsqueda del autor del Evangelio de Juan, pues, ciertamente el autor es el discípulo amado. Estos investigadores fundamentan su teoría en el hecho que en Juan, en el capítulo 11, en tres ocasiones se indica explícitamente que Jesús lo «amaba»:
3″Las dos hermanas mandaron a decir a Jesús: -Señor, el que tú amas está enfermo.»
5″Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro.»
36″Los judíos decían: -¡Miren cómo lo amaba!»
Como Lázaro no es mencionado en el ministerio de Galilea, y no hay una tradición sobre su actividad apostólica, deja esta teoría en duda. Lo cierto es que estos autores tenían razón al postular a Lázaro como discípulo amado y autor del Evangelio de Juan.
Para conocer a Lázaro, es necesario empezar por algo absolutamente importante; Lázaro no es un nombre propio, es un sobrenombre que significa estar cubierto de llagas (lepra).
El evangelio de Lucas nos habla de la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (Lc 16,19-31). Es la única de las parábolas que contiene un “supuesto” nombre propio: el del pobre Lázaro. Aunque en el texto bíblico no se explicita directamente, se asoció al “pobre Lázaro” con un enfermo de lepra en razón de la presencia de llagas en su cuerpo.
Históricamente una de las formas en que se referían a la lepra era como “mal de San Lázaro”. Si bien, San Lázaro fue el que Jesús resucitó, se intentó disociarlo con el leproso. Pero la historia gritó más fuerte que los escritos y es por eso que siempre se relacionó a Lázaro con la lepra.
Por lo tanto, Lázaro no es un nombre propio. Lucas no omitió la regla que las parábolas no llevan nombre propio, simplemente se refirió a un leproso usando el seudónimo de Lázaro.
La unción de Betania, relatada en los cuatro evangelios, nos habla de la mujer que derrama perfume sobre Jesús; pero también nos habla de Lázaro.
Mateo y Marcos dicen que la unción ocurrió en casa de Simón el leproso (Mt 26,6-13; Mc 14,3-9). Lucas relata este evento en casa de Simón el fariseo (Lc 7,36-50), y Juan dice que Lázaro (el recientemente resucitado) le ofreció el banquete (Jn 12,1-11). Por lo tanto, podemos concluir que Lázaro es Simón, un fariseo leproso, que murió y fue resucitado por Jesús.
Esto que deduje de manera tan simple, evidentemente no lo fue, y por lo tanto me es necesario ahondar en esta cuestión para confirmar mis dichos.
Ahora, nos preguntemos, ¿quién es Simón?
Simón es uno de los discípulos de Jesús: Simón el zelote, o Simón el cananeo.
El Papa Emérito Benedicto XVI, dice de Simón el zelote que “si no pertenecía propiamente al movimiento nacionalista de los zelotas, al menos se distinguiera por un celo ardiente por la identidad judía y, consiguientemente, por Dios, por su pueblo y por la Ley divina.”
Por lo tanto, no sería extraño que pudiéramos pensar que se trata de un fariseo (Simón el fariseo, según el evangelio de Lucas). Ellos pertenecían a un grupo religioso judío de la época de Jesús que se caracterizaba por observar escrupulosamente la Ley mosaica. En general, se interesaba más por la manifestación externa de esos preceptos que por seguir el espíritu de la Ley. Y seguramente Mateo, Marcos y Lucas, prefirieron llamarlo cananeo o zelote, para evitar decirle fariseo, ya que no gozaban de buena fama.
El evangelio de Juan también lo menciona a Simón, pero con un sobrenombre: Natanael, que significa “don de Dios”. Si sostenemos que Simón (fariseo leproso) es Lázaro, efectivamente, él recibió un don de Dios al ser resucitado. Además, Natanael es descripto por Jesús como un israelita de verdad, sin falsedad (Jn 1,47). Esto nos habla de un recto cumplidor y custodio de los preceptos de la Ley mosaica, un fariseo sin falsedad.
El autor de este evangelio es Simón, el zelote, un leproso amado por Jesús, un culto Fariseo, un israelita de verdad, sin falsedad, experto conocedor del Antiguo Testamento. Un aristócrata conocido del Sumo Sacerdote (Jn 18,15-16) capaz de ofrecerle un banquete a Jesús. Aunque parezca que el rompecabezas quedó terminado, aún falta ubicar la pieza más misteriosa, pero que nos hace creer en portadores de milagros.
Simón, el cuarto evangelista, nos cuenta en su último capítulo (Jn 21,21-24) después que Jesús le dijera a Pedro que le siguiera:
Al verlo, Pedro preguntó a Jesús: “¿Y qué va a ser de éste?”
Jesús le contestó: “Si yo quiero que permanezca hasta mi vuelta, ¿a ti qué te importa? Tú sígueme.”
Por esta razón corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no iba a morir. Pero Jesús no dijo que no iba a morir, sino simplemente: “Si yo quiero que permanezca hasta mi vuelta, ¿a ti qué te importa?”
Este es el mismo discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito aquí, y nosotros sabemos que dice la verdad.
Es decir, que Jesús le pidió a Simón, el resucitado, que se quedara hasta que Él volviera. Si la venida de Jesús es con los Jesuitas en 1534 (te lo conté aquí “El Papa Francisco, Segundo Mesías”), quiere decir que Simón se quedó hasta esa época. De manera gloriosa, maravillosa, prodigiosa, y milagrosa para nosotros, uno de los fundadores de la Compañía de Jesús es Simón Rodrigues. Esto ya estaba anunciado en su evangelio cuando Jesús le dice (a Natanael): -Antes que te llamara Felipe, te vi bajo la higuera. (Jn 1,48) Pues bien; el palo que se clava en tierra para sostener la higuera o la vid, se llama rodrigón.
Con respecto a las Bodas de Caná, yo dije que estaba relacionada con la fundación de la compañía de Jesús. Los fundadores fueron siete: Ignacio de Loyola, Pedro Fabro, Francisco Javier, Diego Lainez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla y Simón Rodrigues. Y las tinajas de agua convertida en vino eran seis, pues uno era el novio: Simón Rodrigues o Simón el zelote. El discípulo amado y resucitado por Jesús, vivió desde su resurrección en el año 26 hasta el año 1579, en que muere Simón Rodrigues (jesuita).
Los Evangelios nos hablan de la Resurrección de Jesús, y por nuestra fe lo creemos. Nos hablan de la Vida Eterna, y esa misma fe, nos hace imaginar que la vida eterna es nuestra alma tocando el arpa sobre una nube. Y se nos hace difícil creer en todas estas cosas. Pero hay alguien que sí resucitó y tuvo, lo que se podría considerar, vida eterna, y ese es Lázaro, o Simón Rodrigues. Aunque se nos haga difícil pensar que alguien pueda vivir más de 1500 años, debemos recordar nuestros antepasados. Nuestro padre Adán vivió 930 años, Noé 950 años, Enós 905, Matusalén 969 años, entre otros. Por lo que no es imposible que Simón haya vivido más de 1500 años, pues también recibió de Jesús el don de la resurrección y la vida eterna.
Pero ante la incredulidad por semejante acontecimiento es que existen pruebas y testigos.
La prueba de que Simón Rodrigues (jesuita) es el autor original del Evangelio de Juan, es que el mismo Simón dejó escritos “Origen y progreso de la Compañía de Jesús”. Aunque no soy experta para el análisis del modo de escritura, sí puedo decir que está escrito en tercera persona al igual que el Evangelio. Los escritos de Simón Rodrigues empiezan con un prólogo, como el Evangelio. Luego presenta brevemente a los fundadores y las circunstancias de su unión, similar al llamado de los primeros discípulos de Jesús. A continuación relata los votos en la Capilla de Montmartre, es decir, comparativamente con el evangelio, la boda de Caná. Demostrando con esto una estructura similar entre los escritos del jesuita y el evangelista, aunque con mucho más texto por analizar.
De todos modos, voy a compartir un texto de Simón Rodrigues, que se titula “Curación de uno de los compañeros”:
“La segunda ocasión fue cuando, ya muy de noche, llegó a la puerta del hospital de San Juan y San Pablo un pobre leproso y no lo quiso recibir el enfermero, diciendo que no tenía camas, y el pobre sin embargo insistía y rogaba que lo recibieran. Uno de los padres, movido a compasión, dijo al enfermero:
-Déjalo entrar que yo le daré cama y acomodo.
Y lo metió consigo en su cama, y el padre por la mañana amaneció leproso –y el pobre no fue visto más en aquel hospital-. A pesar de ello, muy contento y alegre, decía a los otros:
-¡No es nada! ¡No es nada!
Y estuvo todo aquel día mal, pero con gran dolor y sentimiento de los demás compañeros; y al otro día por la mañana se halló totalmente sano como si nunca hubiera tenido nada.”
Este padre, que compartió con amor y compasión su cama con un leproso, que sin queja soporto la dolorosa lepra en su cuerpo. Ese padre que estando leproso, al día siguiente se curó por completo, es Simón Rodrigues. Lo que significa que Lázaro volvió a sentir el dolor y el milagro que significó su lepra.
Esta historia asombrosa, casi parecida a la ciencia ficción, no termina sólo con esta prueba. Hay un testigo que termina de armar este magnífico rompecabezas, que es Leonardo da Vinci, como lo anticipé (La última cena del Papa Francisco).
En la pintura de “La última cena” de Leonardo da Vinci en el extremo izquierdo de la mesa, encontramos en la cabecera a Simón el zelote. Éste se encuentra conversando de manera tranquila con Judas Tadeo (autorretrato de Leonardo da Vinci). Te recuerdo que en la copia realizada por Giampietrino podrás observar mejor los detalles de la obra.
Se dijo que Leonardo usó un busto de Platón para inspirarse al realizar el rostro de Simón el zelote. Pero, como todo Simón, en la pintura se observa claramente la nariz chata de Simón el zelote, en cambio Platón no la tiene. Quien sí tiene la nariz chata: es Simón Rodrigues, coincidiendo, no sólo su nariz chata, sino también, las entradas en su frente, pómulo y el párpado prominente. Te dejo el link de la biografía de Simón Rodrigues donde verás su rostro y podrás comparar con la imagen que Leonardo pintó.
Recordemos, nuevamente, que Simón Rodrigues, hace su aparición para fundar la Compañía de Jesús, junto a sus compañeros, en el año 1534. La pintura que realizó Leonardo fue entre 1495 y 1498, casi 40 años antes de la fundación. ¿No te parece misterioso que Leonardo haya pintado a alguien que, supuestamente, aún no había nacido? Y es que en realidad Leonardo conoció y atestiguó con su pintura, que charló tranquilamente con el Portador de un milagro.
Durante mi infancia creí que el Niño Jesús y los Reyes Magos me dejaban los regalos. Hoy en mi adultez, y habiendo usado mis recursos intelectuales, tengo la firme convicción que la Vida Eterna es real, aquí y ahora. Lo más maravilloso es que Simón volverá, y los medios de comunicación por fin hablarán de él, del Portador de un gran milagro.