Estamos en una Nueva era, es evidente que el conocimiento que fue vedado por siglos hoy está al alcance de todos y no sólo me refiero a internet, que es una obviedad, sino a esa sabiduría milenaria que antes solo podían adquirir los monjes o las personas que decidían retirarse por años a una montaña o que dedicaban su vida a meditar, al silencio, y a prácticas espirituales. Que después de años y años de sacrificio podían fusionar su luz y su sombra y lograr la famosa iluminación. Hoy en día el foco (o bombilla o como se diga en tu país) está dentro de ti y tú la enciendes si dejas de hacer y empiezas a SER.
La verdadera revolución de esta NUEVA era es poder en medio de esta locura, de esta pandemia mundial, de esta crisis económica, este aparente caos estar en balance. Lograr ese equilibrio que Buda llamaba, el camino del medio. Poder estar conectados con nuestro interior, con lo que sentimos, deseamos, pensamos y no ser arrastrados por el ruido exterior.
Digo que ese conocimiento milenario está disponible porque si lo decides, puedes acceder. La energía planetaria está disponible para que los milagros ocurran si enfocas tu voluntad. Entendamos por milagro esas “coincidencias” o “casualidades” o cosas que no puedes explicar cómo ocurrió. Si trabajas en ser congruente, yo siempre digo que el sentido común deberían venderlo en las farmacias y ahora lo reafirmo, pero eso no es lo que deseo compartirles ahora. Les contaré una experiencia que me ocurrió porque siento que es la forma más simple de manifestar la maravillosa era que estamos atravesando. Es la forma que encuentro de decirles el inmenso poder que habita dentro de cada uno de nosotros y que está ahí, presente, paciente, sigiloso esperando que nosotros conectemos con nuestra divinidad creadora. Que SIEMPRE actúa para el bien mayor nuestro y de todos los habitantes de la tierra.
Antes de contarles el milagro que viví, en realidad podría compartirles un milagro cada día, pero sé que muchos de ustedes tal vez no consideren que sean milagros ya que sus mentes tratarían de justificarlo o darle razones lógicas, por eso escogí 1 en particular.
Para los que no me conocen mi formación proviene de las artes y ellas me llevaron de la mano al crecimiento y desarrollo personal y a un trabajo espiritual profundo, maravilloso, con el ho’oponopono. Hace 5 años empecé a educarme financieramente. Esta nueva herramienta hizo que todo mi trabajo anterior cobrara otras dimensiones, porque me propuse sintonizar con la energía de la abundancia, quería atraer a mi vida riqueza, sabía que eso dependía exclusivamente de mi trabajo interno, de expandirme, de soltar el miedo, de SER y dejar de HACER.
Ahora queridos amigos les contaré el milagrito que viví y si yo lo viví ustedes también lo pueden experimentar.
Siendo muy consciente de mis ingresos, de mis gastos, de mi gestión emocional para obtener mejores resultados económicos, se apareció frente a mí un impulso por HACER, tengo una tendencia natural a la acción. Me di cuenta que iba a gastar en algo que no necesitaba. Bueno no es que no lo necesitara, sino que no era prioridad, y era un gasto grande era un 20% de mi gasto mensual.
Cuando estaba dentro de la tienda de maquillaje, y la señorita me mostraba productos yo entre en un conflicto interno, no sabía qué hacer. Y ahí me centre en mí sentir. Empecé a hacerme preguntas, si debía gastar en eso, si era mejor dejarlo para el siguiente mes, si en realidad era una forma de boicotearme todo el trabajo de gestión financiera que vengo realizando de una forma impecable. Mientras la señorita habla y me vendía cosas bellísimas yo trataba de ser congruente con todo. En un momento entendí que eso lo tenía que comprar, en ese momento u otro día pero que finalmente lo terminaría comprando. Fiel a mi práctica del ho’oponopono limpiaba con toda la situación. Finalmente decidí cómpralo y
mientras le daba mi tarjeta de crédito pensé: “Diosito deseo estar haciendo lo correcto y apostando por mí, por mi futuro ya que esto tarde o temprano lo tendré que comprar mejor ahora y ahorraré tiempo, que es lo más valioso que tenemos” y le dí la tarjeta.
Salí de la tienda, hacía mucho frío, viento, solo quería llegar a casa estaba cansada. Caminé menos de 1 calle por una avenida con mucho tráfico, algunas personas a mí alrededor que iban a y venían con velocidad. Era el atardecer y entonces se produjo el milagro.
Ahí, en el piso, delante de mí, tirados, si tirados en el piso. Había billetes, dinero. Había billetes tirados en plena calle. Un muchacho delante de mí, los piso y ni los vio. Yo no entendía con semejante viento cómo podían estar ahí, en mi camino, en el piso, billetes de 1,000 pesos tirados (es el billete de más alta nominación del país) Otra señorita que venía frente a mí no los veía. Yo me acercaba cada vez más a esos billetes, miraba a mi alrededor pensando que alguien los agarraría, que se le acaban de caer, eran varios. Nadie se agachaba, todos caminaban ensimismados, apurados, escapando del frio y el viento. Seguí avanzando hasta que los billetes quedaron debajo de mí, agarré unos, a los otros los corrí porque el viento los volaba, mientras me levantaba miraba a la gente que pasaba a los ojos para ver si alguien los reclamaba como suyos. Nadie decía nada, ni siquiera me miraban, y menos a los billetes. Los guarde en mi bolsa y seguí caminando, llegue a la verdulería para hacer mi última compra y conté los billetes, eran 5,000 pesos.
¿Saben cuánto había gasto yo en esa compra que dude tanto? 4,600 pesos
Los milagros existen, si empezamos a SER nosotros mismos. Si nos conectamos con nuestro interior. Se quitamos el piloto automático. Todo el universo trabaja a nuestra a nuestro favor. SIEMPRE.
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