Ayer tuve un mal día,
sentí como el ego me acechaba, mi atracción por el sufrimiento y cómo a pesar de estar presente todo el rato la posibilidad de elegir de nuevo me resistía a ello volviendo a elegir al miedo y a la culpa como maestros.
Ayer tuve un mal día,
me alejé de la paz, me alejé del amor y olvidé al cielo de nuevo.
Pero al caer la noche, te invoqué mi Amado Jesús y mi corazón te pidió consuelo.
Allí estaba Tu Santa Presencia ofreciéndome paz y al instante llegaron a mi estas palabras:
No existen malos ni buenos días, solo existe a cada momento la oportunidad de elegir de nuevo.
Entrégame la culpa y miremos juntos todo lo que la experiencia te ha regalado; Pudiste sentir el poder de tu mente y cómo decidiste seguir al ego con fe, pudiste ver tu atracción por el sufrimiento y como tú elegiste sentirlo a pesar de todo, pudiste ver mi presencia todo el tiempo, aunque decidieras mirar para otro lado.
Has aprendido que todo está a tu favor que ningún mal día ocurre nunca porque a pesar de tu elección aquí estás conmigo, recuerda que Dios nunca deja de llamarte a su lado.
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