Photo: NBCUniversal

¿Cómo puedo ayudarte?

Hace unos días terminé de ver la segunda etapa de una serie televisiva denominada “New Amsterdam”. Está ofrecida por varias fuentes y en mi caso la vi en Netflix. Realmente es muy buena y la recomiendo ampliamente, en particular por una actitud de vida a la que me referiré más adelante en estas líneas.

Esta serie de excelente libreto, actuación y recursos técnicos se estrenó en 2018 en los Estados Unidos de América, fue creada por David Schulner, y pasea magistralmente al espectador por la más amplia gama de emociones y sentimientos humanos, anhelos y desesperanzas. Una excelente pieza del arte dramático.

La serie se funda en el libro “Twelve Patients: Life and Death at Bellevue Hospital”, de Eric Manheimer

En cuanto a la sinopsis[1], tenemos que: “Max Goodwin (Ryan Eggold) ha sido designado como nuevo Director médico del llamado ‘’New Ámsterdam Hospital’’, el hospital público más antiguo de los Estados Unidos (en la novela original es el histórico Bellevue Hospital). Desde su llegada, no tardará en tomar decisiones radicales para mejorar la atención a los pacientes -personas infectadas por el ébola, presidiarios y hasta el presidente de los EE.UU.- con la poca financiación con la que cuenta. Pero, Max guarda un secreto a sus compañeros: tiene cáncer.

Mientras lidia con los problemas que surgen en el hospital, donde cuenta con la ayuda del resto del equipo, quiere recuperar a su mujer embarazada”.

Y según el sitio oficial[2], “El director médico Dr. Max Goodwin está comprometido a resolver problemas sistémicos de atención médica en el hospital. Si sumamos el duelo por la muerte de su esposa, sus responsabilidades como padre soltero y su cáncer aún persistente en el espejo retrovisor, todos alrededor de Max deben preguntarse cuánto tiempo puede soportar esta carga imposible. Pero «¿Cómo puedo ayudar?» no es solo el eslogan de Max, es su razón para vivir. Mientras esté ayudando a los demás, Max es capaz de encontrar esperanza en los lugares más desesperanzados.

Mientras navegan por sus propios viajes personales – … – los médicos también se esfuerzan por jugar el mantra «¿Cómo puedo ayudar?» de Max”.

La verdad es que esas informaciones que pretenden dar cuenta del guión a efecto de motivar a las personas a ver la serie dejan mucho que desear, pues en mi apreciación no transmiten la fuerza de los contenidos humanos sobre los que trata. Simplemente invito a verla y forjarse criterio propio.

Pero lo que es sin duda lo más importante y que es lo que visualizo transmitir con estas líneas, es la perenne disposición del personaje principal, el director del hospital, de ayudar a los demás, que va de la mano con lo que conocemos como Karma Yoga o yoga de la acción, tal como está bien explicado en unos de los maravillosos libros de la tradición milenaria del yoga: el Bhagavad Gita[3].

En efecto, este libro, de la mano de las conversaciones entre Arjuna, quien plantea sus inquietudes, y Krishna, quien le da las claves vitales, nos pone de lleno frente a nuestro deber, el Dharma (“debes respetar tu deber y no vacilar”, II.31), tema con el cual somos introducidos al entendimiento del Karma Yoga.

Es el Karma Yoga, y la conciencia sobre su práctica, lo que puede liberarnos del Samsara, que es la cadena de reencarnaciones o ciclo indefinido de nacimiento, vida, muerte y reencarnación.

Así, es con la acción, pero no con cualquier hacer, sino con la acción justa y debida (Dharma), que debemos actuar, constantemente. Cada día debemos fijarnos un Sankalpa o intención[4] de proceder en cada situación de la manera que sea debida y justa.

Y para que una actuar sea debido y justo se deben reunir dos condiciones, la primera es que debe llevarse a cabo siempre sin esperar resultados, frutos, sin apego (II.47 y 48). Obramos porque es lo que debemos hacer y no en función de apostar, esperar, anhelar, desear, algún beneficio, remuneración, premio, dádiva, etc. El libro dice que se ha de buscar actuar en este equilibrio y ecuanimidad, sin importar entonces el éxito ni el fracaso.

La segunda condición es que el obrar ha de ser procurado en servicio a otra persona.

Al conjugar ambas condiciones debemos tomar en cuenta que servir a otro no ha de ser tenido como un fin, puesto que si no se produce un bienestar cualquiera al otro sobrevendría entonces una frustración, dolor o decepción en el actuante, consecuencia del apego al resultado por loable que sea.

Por tanto, el actuar si fija uno la intención de servir y se obra de buena fe y en libertad, desde la plena consciencia. Si el servicio no concluye en un beneficio se debe sencillamente aceptar, estando en paz, pues la intención fue buena, y si el beneficio se causa, entonces igualmente se debe aceptar. Esto es una manifestación del yoga del amor, que es la práctica del amor compasivo o Karuna[5]

Es en ese desapego al resultado de la acción que reside la felicidad, la paz, la tranquilidad, la serenidad.

El libro nos dice que la clave de una verdadera renunciación vendría dada por un actuar unido al Dharma, como lo hemos indicado, y realizado por tanto sin atención al placer o al dolor, la pérdida o la ganancia, la victoria o la derrota (II.38).

Volviendo a la serie “New Amsterdam”, tenemos que desde el primer episodio de la primera etapa, y a lo largo de la serie, el director del hospital no dejó jamás de visualizarse como médico, siempre vestido como tal y preparado para intervenir y diagnosticar, actuando en consecuencia, además de forma fraterna y solidaria con sus colegas, y siempre lo acompañó una sonrisa, una actitud benevolente, y efectivamente un verdadero mantra que salía constantemente de su boca, en cualquier circunstancia: ¿Cómo puedo ayudarte?

Esta simple pregunta va de la mano con la filosofía o forma de vida de la que venimos tratando aquí, y de hecho va mucho más lejos en su alcance de lo aparente. En efecto, el personaje no está preguntado si puede ayudar, pues de suyo está claro que puede hacerlo y que quiere hacerlo.

Manifiesta su disposición a hacerlo, conforme a su intención franca de vida, y sólo inquiere acerca de la manera en que el otro considera que podría ser ayudado. Es humilde, no pretende tener la solución a toda situación. Invita al diálogo abierto y sincero para superar lo que sucede.

Es decir, ofrece ejecutar la acción debida y justa. Y lo más importante, si su invitación es rechazada o si su ayuda no resulta eficaz. Continúa su camino sin decepción ni frustración por haber “perdido”, “fracasado”. Y si su ayuda realmente beneficia al otro, le sirve, simplemente sonríe y sigue su camino, satisfecho, pero no de haber “ganado”, “triunfado”, pues no es el ego quien está presente.

Tan solo imagina, querido lector, un mundo en el cual todos hiciéramos esa cotidiana intención desde el corazón, y sin importar la situación sonriendo dijéramos a nuestro interlocutor, “¿cómo puedo ayudarte?”.  

Alberto Blanco-Uribe

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