A MIS TOCAYOS INMIGRANTES

En mi país, Venezuela, cuando nos toca cruzar el Atlántico, decimos que vamos al otro lado del charco. Sé que este término también es usado en otros países de Latinoamérica.

En los últimos tiempos somos muchas las personas que nos ha tocado desterrarnos en busca de una mejor calidad de vida. Cada uno de nosotros lo ha vivido de diferentes formas, y ¿cómo no?, cada ser humano es un mundo, único e irrepetible.

Hoy quiero compartir contigo mi sentir y tal vez lo que puede ser eco de tantos venezolanos alrededor del mundo y porque no de los millones de inmigrantes.

Cruzar el charco no es una decisión sencilla, muchos llegamos a ella porque las circunstancias políticas, económicas y sociales nos llevaron a un punto de supervivencia. Por supuesto, hay quienes lo deciden porque les apetece. Pero los venezolanos por primera vez en su historia somos parte de un éxodo como el que vivimos en esta última década. En nuestro país, ese en el que alguna vez nos dieron el título, donde viven las personas más felices del mundo, llevar una vida normal prácticamente es imposible, no solo desde el punto de vista económico, sino en lo social y emocional.

Mi abuelo le decía a mi padre que una vez que te conviertes en inmigrante, lo eres para toda la vida y así parece ser, pues la historia de mi familia generación tras generación lo somos. Esto nos permite sentir en la propia piel todo lo que ello implica, que se dice fácil, pero está muy lejos de serlo.

Yo me hice unas preguntas hace 6 años cuando decidí dejar mi país y por aquí te echo el cuento.

¿Por qué decides dejar el lugar donde naciste?

Sentí que progresivamente perdía algo que para mí es vital: MI LIBERTAD, es como que me robaban el aliento, pues sin él mi existencia no era posible.

Con el pasar del tiempo no es secreto para el mundo, que la situación de Venezuela cada vez era, fue y es más complicada. Empecé a vivir con miedo y eso trajo consigo dejar de hacer muchas cosas, entre ellas moverme por dondequier sola como lo hacía siempre, entrar y salir a la hora que quisiera, la inseguridad se empezó a adueñar de mi espacio.

Las cosas sencillas de una cotidianidad como comer lo que te apetece, tomar una ducha a la hora que quieras, hablar por la calle con tu móvil, ir a la playa, compartir con tu familia, amigos, etc; pasaron a ser un lujo. Llevar una vida normal es un lujo.

En un lapso de 10 años el cambio fue radical, tras unas cuantas elecciones que convoca el estado nos robaron a nuestra Venezuela amada. Hago un símil; en una comunidad de amazonas no está permitido tomarle fotos a los indígenas, pues para ellos esto implica que le robas el alma. ¡Así me sentí!

Y entonces, con la razón en la mano y comprendiendo que mi corazón no quería vivir así aquí estoy en España.

¿Qué implica ser inmigrante y qué se siente?

Implica ser consciente que es un empezar desde cero, sí otra vez. Sin derecho a “pataelo”, y con las botas bien puestas.

Implica que desde el primer día y para siempre tienes que avanzar siendo coherente en pensamiento, palabra y acción para poder construir ese camino que decides emprender. Claro, siempre tienes la opción de volver, eso me decía papá, pero es volver a donde tu corazón no puede latir con libertad. Aquí un paréntesis, en un 1 año regresé 3 veces a Venezuela y la última vez casi me vuelvo a quedar.

Implica que se queda toda mi familia, amigos y una vida que construí a lo largo de 35 años. Nada más y nada menos.

Implica dejar sabores, colores, paisajes, forma de vivir, tradiciones, tu jerga para adaptarte a una nueva.

Implica meter “tu vida” en unas cuantas maletas (que no cabe) y atravesar el charco con un billete de ida sin vuelta, aunque yo haya vuelto 3 veces el primer año.

El sentir, ¡puff!, esto es lo más duro, pero aprendes a vivir con un vacío dentro de ti que al principio duele hasta el tuétano, no exagero, es la verdad. Mis panas venezolanos que también han pasado por esto así me lo cuentan y los que son de otros países también. Sientes que el corazón se parte en dos y creo que en cierto modo así es, porque no dejamos de amar de dónde venimos y empezamos a amar a donde llegamos.

La decisión está tomada ¿te hace feliz?

Ya lo he escrito en mis artículos anteriores, todos nacemos con un fin común, SER FELICES.

Por lo tanto, una vez que llevé a cabo mi decisión me di el tiempo necesario para aceptar el cambio y observar si era feliz con él.

Hoy en día después de 6 años y un sinfín de acontecimientos la respuesta es sí, pasaron casi 3 años para aceptar el cambio, para pasar de decir: voy a la casa, a decir: voy a mi casa. Muchas lágrimas y no puedo contarte el camino de autoconocimiento porque es telar de otro capítulo, pero me siento feliz con mi decisión aunque la melancolía a veces toque mi puerta, yo la dejo pasar.

Parecen tres interrogantes sencillas de responder y realmente no lo son. Yo vengo de una familia de inmigrantes, te aseguro que ellos no tuvieron ni la oportunidad de plantearse estas preguntas, seguramente muchos de los que nos ha tocado vivir este proceso tampoco han podido planteárselas, pues muchos van de la mano con la desesperación. Me siento afortunada, bendecida y agradecida por hacer esta acción desde la consciencia.

Emigrar me ha enseñado a ser más compasiva con todos los inmigrantes, especialmente con mis padres, pues hoy calzo sus zapatos, ellos también emigraron en sus tiempos y con muchas más dificultades, pues ni siquiera dominaban el idioma, yo pude elegir. Emigrar te enseña a ver la vida con otras gafas, sobre todo el valor de los valores, que son pilar esencial vayas donde vayas.

Hoy quiero abrazar y aplaudir a todos inmigrantes del mundo, por su osadía, valentía y coraje. Emigrar no es para todos y eso también hay que aceptarlo y respetarlo.

Hoy quiero agradecer a este país, España, que me abrió sus puertas y que lo ha  hecho con muchos otros, dándonos una nueva oportunidad, quiero agradecerte a ti que me estás leyendo.

Hoy quiero pedir que dejemos de lado el clasismo que hay lugar para todos. Venezuela, abrió la puerta a la comunidad española, portuguesa, italiana, argentina, colombiana y siempre hemos sabido convivir y crecer, el mundo es el hogar te todo, seamos respetuosos y amorosos.

Con el tiempo el amor acorta la distancia física de ese lugar de dónde vienes y de dónde eres y te asientas y dices: ahora también soy de aquí… y si no es así muévete.

Hasta la próxima y recuerda: RESPIRAR Y SONRÍE.

Loredana Settimo

8 Comentarios

  1. Sarah Banos

    Bravo por estas palabras, me siento muy identificada, deje mi país Cuba hace 6 años por circunstancias similares. Emigrar es una herida que llevas de por vida que aunque con el tiempo cicatriza, la marca te recuerda todo el dolor y el sacrificio. Hermoso escrito, gracias por compartir.

    Responder
    • Loredana

      Sarah este es un sentir que nos une a todos los que nos toca vivir esta experiencia y que sin duda nos hace crecer mucho. Gracias a ti por leerme .

      Responder
  2. FRA

    Lore, tan cierto todo lo que escribiste!!! Un beso….!

    Responder
    • Loredana

      Escrito desde el corazón ♥️ y quienes lo vivimos sé que llega también directo al corazón . Gracias por leerme.

      Responder
  3. Alberto

    Hola Loredana, no te conozco pero comparto mucho de lo que dices. También tuve que salir de Venezuela, el pais de la eterna primavera, porque lo volvieron el pais del mas rudo invierno siberiano, pero sin las condiciones para protegerse, digamos. Y lo que puedo agregar es que cuando me preguntan si extraño a Venezuela, pocos entienden cuando respondo que sí, pero que la Venezuela que yo extraño ya no existe, solo hay una geografía con ese nombre. Harán falta 40 años después de la pesadilla para que se reconstruya lo dichosa que fue y ya no estaré. Pero he aprendido a vivir en la felicidad y la gratitud y eso me da paz. Gracias pues a Francia, mi nuevo hogar. Un abrazo

    Responder
    • Loredana

      Hola Alberto! Es así, el país que dejamos no existe y se añoramos ese que existía , pero el amor a nuestra tierra permanece.
      Ser felices donde hemos decido ir sin duda es lo justo, antes que nada con nosotros mismos.
      Gracias por leerme . Ahora nos conocemos un poco!

      Responder
  4. graciela

    Hola querida, estamos siento yo, triplemente hermanadas :por latinas, por cruzar el charco y por tener familia de emigrantes.( italianos y vascos).
    Yo no fui tan consciente cuando me vine porque era muy joven, y porque me había movido casi toda mi vida por varios países latinos por el trabajo de mi padre ( aunque siempre volvíamos a Uruguay).
    Sin embargo más que una ruptura quiero verlo como una suma, mejor dicho como una sumatoria, porque ahora, a diferencia de la canción yo SOY DE AQUI Y SOY DE ALLÁ y mi corazón late en dos continentes .Y soy una afortunada sin grandes tragedias en ese movimiento. Así que vivo agradeciendo este país cada día y al mío lo visito y los quiero a los dos. Llevo ya 38 años aquí en el mediterráneo. Pero entiendo perfectamente tu sentir. Cada persona es un mundo y la edad en la que vengas también influye. Te abrazo y deseo que tu vid esté llena de luz, aquíi o allí

    Responder
    • Loredana

      Hola Graciela.
      Vivir este proceso desde la gratitud es hermoso, aún y cuando no sea todo color de rosa, pues la vida nos da segundas oportunidades para seguir nuestro camino y eso tiene un valor incalculable.
      Ser ciudadanos del mundo es una bendición que enriquece el alma.
      Un abrazo de luz. Gracias por compartir

      Responder

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *