Tan pronto abran nos vamos para el cine – así me dijo mi esposa cuando anunciaron la relajación de varias restricciones sanitarias por el tema pandémico de la COVID-19. Yo también me embullé, pero cuando empecé a decidir a cual iríamos, la nostalgia se apoderó de mí y me percaté que en Cuba se nos están acabando los cines. Muy al contrario de años atrás, donde leer la cartelera de los cines en los periódicos era una tarea que demoraba casi media hora, en la actualidad, en la Habana que es la provincia donde más sobreviven, casi que solo quedan los de la calle 23 y algún que otro sobreviviente, como el Acapulco o el Multicine Infanta, así que decidí hablar un poco de ellos y brindarle mi humilde homenaje.

Me preocupa el tema de los cines, porque un cine no es simplemente un lugar donde vas a ver una película y te vas. El cine es un evento social para el cual te engalanas, donde encuentras amigos y hasta conoces personas nuevas con las que conversas de la película, de la cola y de cualquier tema. Cuantas amistades de toda una vida no han comenzado en un cine. Digo más. Cuantos romances no han comenzado en un cine !!!

En los tiempos actuales cuando vas caminando para el cine, desde una cuadra antes de llegar ya te empezaron a asaltar. Rositas, maní, rositas, maní, rositas maní. Oyeee, te dejan loco. Esa gente logra que la cola por pequeña que sea se te haga eterna, y ni creas que si compras van aflojar. Va a ser peor. Rositas, maní, galleticas, rositas, maní, galleticas… solo entrar te librará de ellos.

Adentro entregas tu papeleta y cuando abres la puerta y penetras en la sala oscura, te conviertes en zombie. Háganme caso y si son de los que aún van al cine, cuando entren, por favor dense cuenta que ustedes no ven nada, pero las personas que están dentro ven perfectamente. Entren y adopten una pose digna y no estiren los brazos hacia delante o se semiagachen. Solo esperen un poco hasta que los ojos se adapten y luego buscan asiento. De lo contrario se corre el riesgo de tocar algo indebido, pisar o sentarte sobre alguien y de paso ganarte una galleta que no vas ni a ver venir. Incluso peor. Sales después de la película y en el lobby del cine varias personas te miran y se ríen. Ahí te das cuenta que ellos vieron cuando rodaste escaleras abajo, después que la gorda te dio un empujón por meterle un dedo en un ojo, mientras buscabas un asiento en medio de tu más absoluta ceguera.

Esa oscuridad del cine tiene la ventaja de ocultar tus más débiles instintos. Así que llora sin pena que nadie se va a enterar. Mira que yo lloré en el cine Bayamo cuando se murió Tao Tao el Osito Panda !!! Pero ninguno de los socios del barrio que me acompañaban se enteró jamás. Bueno, realmente ellos o estaban llorando también o estaban gritándole – suéltala que es asmáticaa la pareja que se besaba 3 filas adelante. En este sentido, el que vaya al cine a romancear, si no quiere convertirse él mismo en parte del espectáculo recuerde sentarse en la parte de atrás lo más pegado posible a la pared.

Esa es la causa de que todas las parejas de reciente creación inmediatamente que entran al cine suban todas las escaleras hasta la última fila posible. No vayan a decirme que creían que allá atrás la película se ve mejor.

Antes había cines de barrio. Por lo general olían a orina, no tenían aire acondicionado y funcionaban con grandes ventiladores. Ahora que lo pienso, así mismo están muchos de los cines principales que aún subsisten. ¿¿¿Serán que pasaron a ser cines de barrio??? En esos cines era rara la pantalla que no tuviera un huevaso marcado y no podías sentarte en las primeras filas pues a cada rato el ventilador te lanzaba una cucaracha a la velocidad de la luz, y si estabas muy cerca no podías esquivarla. También a cada rato se enredaba la cinta y había que esperar media hora pues el proyeccionista, que por lo general también era del barrio, había ido a su casa un momento a tomar café.

 De esos cines por solo mencionarte un caso emblemático te voy a hablar del Rex que estaban en pleno corazón del boulevard de San Rafael. Mi entretenimiento de domingo preferido era ir al Rex, ver La Niña de los Hoyitos y al salir comerme una pizzeta y un frozzen en dos cafeterías que quedaban frente del cine, una junto a la otra. Otra de las características de esos cines de barrio y del cual el Rex era un fiel exponente era la fidelidad a su programación. En ese sentido el Rex implantó un record difícil de igualar y que ha durado más que los 2.45 m de Sotomayor. Ese cine tuvo en cartelera por más de tres años La Niña de los Hoyitos. Ni Luis Miguel vio esa película más veces que yo !!!

Más de 30 años después, todavía puedo contarte la película escena por escena y te canto todas las canciones sin que se me olvide una sola palabra.

Pero no todo es malo. Por ejemplo, los cines han sido el lugar de muchas primeras veces. La primera vez que te dejaban salir a pasear solo con los amigos fue al cine. Tú querías crecer y cumplir 16 años solo para poder entrar al cine a ver todas las películas.

La verdadera mayoría de edad llegaba el día en que podías entrar al cine sin que nadie te discutiera la edad. Si te gustaba una muchacha, a donde primero la invitabas a salir era al cine. Yo voy a ver que hombre de aquella época me va a decir a mí que no se le aceleró el corazón cuando, por primera vez, le pasó el brazo a su amada por los hombros y ella le recostó la cabeza en el hombro en el cine.

Lo malo de esa situación es que 15 minutos después ya se te acalambra el brazo pero no puedes quitarlo. Ahí es cuando más amorosa está ella y tú ya ni te sientes los dedos. Al final sales del cine que parece que pichaste un juego en el Latino. En esa situación yo voy a ver que hombre me va a decir que no pasó media película reuniendo valor para besarla, y claro, muchos primeros besos se dieron en un cine. Ya de novios la primera vez que le acariciaste a tu amada un seno y una pierna fue en el cine. Niéguenlo a ver si pueden !!! Y es que el cine es también un lugar donde el amor encuentra un terreno fértil. Fíjate si hay personas a las que el cine les cambio la vida, amorosamente hablando, que hace poco conocí a una señora que junto con la foto enmarcada de su boda, tenía el ticket del Yara del día que conoció al marido.

Y ya que hablamos de primeras veces en un cine. Fue precisamente en un cine donde se cagaron en mi madre por primera vez. Entré al cine Pionero con un condón lleno de agua debajo del abrigo. Fui para la parte de arriba, me senté cerca del borde y en plena bronca de Tarzán con la pantera lo deje caer sin que nadie se percatara. Bueno, sin que nadie de arriba se percatara, porque cuando cayó, aquello fue de madre, de padre y de señor mío. Una gritería de mujeres tremenda y ahí mismo subió chorreando agua, Ismael, un mulato guapo del barrio con el cuerpo de Mijain Lopez, que se la pasaba entrenando kárate en el sótano de la Martí, la secundaria que queda en Belascoaín y San Lázaro y que había ido al cine a apretar con la novia de turno. Para empezar se cagó en la madre del que fue. Yo ni me inmuté. Luego se cagó en la madre de todo el que estaba arriba. Ahí tampoco me di por aludido. Para terminar se cagó en la madre de todo el cine, acomodadora incluida. Fue como si hubiera hablado con la pared. En honor a la verdad si de alguien no sospechó el tipo fue de mí. Quien iba a pensar que un niño con una cara tan angelical fuera capaz de aquello ??? De cualquier manera, después de ese día, cada vez que lo veía por el barrio siempre tuve la satisfacción de ser el tipo que lo entripó y vivió para contarlo. Nadie lo sabía pero yo sí, y con eso me bastaba.

 En fin, que las películas puedes verlas en el televisor o en la PC de la casa pero por muy buena que esté tu casa no tiene las ventajas, el olor y la magia del cine. Así que por favor, cuídemos los cines y sobre todo, háganme caso y vayan al cine. Verán que tengo razón. Un abrazo del Dienteperro, como siempre, desde la orilla.

El Dienteperro

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