Heridas del alma

Hay algo que traemos los seres humanos impreso en nuestra historia personal, y que es más común de lo que pensamos. Se trata de algo que la escritora Lise Borbeau dio en llamar y volcar en su libro «Las cinco heridas que impiden ser uno mismo». Borbeau escribe sobre las cinco heridas a las que nos enfrentamos a lo largo de nuestra vida. En lo personal, también las traigo conmigo, quizás por herencia, circunstancia o elección. La gran pregunta es: ¿Qué hago con ellas?

Las cinco heridas del alma se pueden activar desde el momento de la concepción hasta los primeros años de vida. Lise Bourbeau sostiene que todos tenemos la misma misión al llegar a este planeta “Vivir las experiencias una y otra vez hasta que podamos aceptarlas y amarnos a través de ellas”.

Al experimentar el dolor que generan las heridas del alma, los bebes o niños deciden cubrirse con una máscara como medio de protección, esta decisión es inconsciente. Sin embargo, se hace evidente y detectable, ya que el uso de las máscaras produce cambios físicos y de comportamiento en su portador.

El reconocimiento de nuestras heridas se logra a través de detectar ¿Qué máscaras portamos? Y eso lo logramos observando tres aspectos principales: aspecto de nuestro físico, carácter y palabras que usamos con cierta frecuencia. En este artículo voy a omitir las características que refieren al aspecto físico, ya que en este sentido difiero y creo que hay más variables de las expuestas por la autora.

Herida del rechazo

Hay algunas características que describen a la persona que porta esta herida: se puede activar desde la concepción hasta el primer año de vida, el bebé percibe que no tiene derecho a existir, quien activa la herida es el progenitor del mismo sexo. Esta herida se ve con frecuencia en hijos no deseados o cuando los padres deseaban un bebé de sexo contrario.

La máscara que se utiliza es la del huidizo. Emplea palabras como: «nulo», «nulidad», «nada», «inexistente», «desaparecer».

Su carácter es de desapego a lo material para poder huir con facilidad, perfeccionista, intelectual. Pasa por las fases de gran amor a odio profundo, procura la soledad. Tiene la capacidad de hacerse invisible. Busca diferentes medios para huir, se siente incomprendido, tiene dificultad para dejar vivir su niño interior. Su mayor temor es sentir pánico.

Herida del abandono

La herida del abandono surge entre el primer y tercer año de vida, el infante carece de muestras de afecto o del tipo de afecto deseado. La máscara que utiliza es la de dependiente; y quien activa esta herida es el progenitor del sexo contrario.

Emplea palabras como: «ausente», «solo», «no soporto», «devoro», «no me sueltan».

Su carácter es de víctima, dependiente y/o apegado/a emocional. Necesita de presencia, atención y sobre todo apoyo, tiene dificultad para hacer o decidir cualquier cosa por sí mismo. Pide consejos no porque los necesite sino para sentirse apoyado. Tiene voz infantil y dificultad para aceptar un no, es de llanto fácil, de causar lástima. Un día está alegre al otro triste. Su mayor temor es la soledad.

Herida de la humillación

Surge entre el primer y tercer año de vida, el infante siente carencia de libertad y sensación de humillación, debido al control excesivo de su cuidador, que es generalmente la madre salvo excepciones. La máscara que utiliza es la del masoquista.

Emplea palabras como: «ser digno», «ser indigno», «merecer», «no merecer», «vergüenza», «pequeñito».

Referente al carácter: Siente vergüenza de sí mismo o teme avergonzar a los demás. Se considera maleducado, desalmado, cochino o menos.  Es dependiente y/o apegado emocional, se las ingenia para no ser libre. Conoce sus necesidades, pero las ignora, no le gusta ir de prisa. Se castiga creyendo castigar así a otros. Desea ser digno, sufre vergüenza en el plano sexual, aunque es sensual e ignora sus deseos sexuales. Se compensa y recompensa comiendo. Su mayor temor es la libertad.

Herida de la traición

La herida de la traición surge entre los 2 y los 4 años de edad, el niño/a se siente traicionado/a, manipulado/a o que le han mentido. Su padre o madre no ha respondido a sus expectativas. Ha perdido su confianza en él o ella. Quién activa la herida es el progenitor del sexo contrario. La máscara que utiliza este niño/a es la del control.

Emplea palabras como: «disociado», «separado», «¿me entiendes?», «soy capaz», «deja que lo haga solo», «lo sabía», «confía en mí», «no confío».

En lo que refiere al carácter: se cree muy responsable y fuerte, intenta ser especial e importante, es manipulador. Seductor, tiene muchas expectativas, está convencido que siempre tiene la razón, intenta convencer a los demás de ello. Comprende y actúa rápidamente. Actúa como si fuera un actor para destacar. Tiene rasgos de comediante, difícilmente confía en otros. No muestra vulnerabilidad, escéptico, impaciente, intolerante. Su mayor temor es la disociación, la separación.

Herida de la injusticia

Por último, la herida de la injusticia surge entre los 4 y los 6 años, el niño/a se ha sentido bloqueado/a en el desarrollo de su individualidad. Ha sufrido la frialdad y la insensibilidad del progenitor del mismo sexo. La máscara que se pone es de rigidez.

Emplea palabras como: «no hay problema», «no pasa nada», «siempre», «nunca», «muy bueno», «muy bien», «muy especial», «justamente», «exactamente», «seguramente», «¿estás de acuerdo?».

Su carácter es perfeccionista, se desvincula de sus sentimientos. Corporalmente cruza los brazos; actúa para destacar y ser perfecto. Demasiado optimista, vivaz, dinámico, se justifica, tiene dificultad para pedir ayuda. Puede reír para ocultar su sensibilidad, su tono de voz es seco y tenso. No admite tener problemas.

También se compara con el mejor y el peor, tiene dificultad para recibir. Considera injusto recibir menos y más injusto recibir más. Tiene dificultad para sentir placer sin sentirse culpable. Se exige mucho, se controla, le gusta el orden. Rara vez se enferma, es duro con su cuerpo, explosivo. Le es difícil mostrar su afecto, es de apariencia sensual. Su mayor temor es la frialdad.

¿Cómo sanar?

Lo primero que puedes hacer es identificar cuáles de estas heridas tienes y qué máscara reconoces en vos mismo/a. De las características descriptas a lo largo de este artículo, ¿puedes reconocerte en alguna? Cuando esas heridas están activas, puede suceder que experimentemos situaciones que las acentúen y nos la recuerden. Reconocer que ésta herida está activa, te permitirá ocuparte de ella.

El segundo paso es aceptarla. Aunque pueda generarte una emoción de vergüenza o de pena, o tal vez te provoque dolor emocional. Siempre lo mejor para poder sanar es aceptarla y mirarla a los ojos sin miedo. Además, es el primer peldaño de la sanación de la misma. Es fundamental enfocarnos en fortalecer nuestro amor propio para que acompañe todo este proceso.

Aprender a mirarnos con autocompasión, tenernos paciencia, y poder perdonar a quienes señalamos con el dedo como causantes de nuestras heridas. Es necesario comprender que quizás esas personas, sean tus padres o personas que estuvieron a cargo de tu crianza, seguramente pasaron por lo mismo. Quizás ellos también vienen repitiendo patrones inconscientemente.

Definitivamente, no somos eso. Somos lo que elegimos hacer con eso. Y aquí es donde llegamos al último paso que es ni más ni menos que sanar. Es cuando el amor propio se pone por delante de esas heridas. Es cuando logramos perdonar. También es cuando logramos tomar el aprendizaje de nuestras experiencias pasadas, y podemos quitarnos esas máscaras para que salga a la luz nuestro verdadero yo interno.

Decisión y voluntad

Y por último, sanar es tener la firme decisión y voluntad de no generar esas heridas en otras personas, o en tu propia descendencia. En el camino podemos tropezar, cometer errores, o procrastinar el cometido que nos hemos propuesto. Sin embargo, lo importante es que puedas darte cuenta a tiempo y volver a ese camino que elegiste.

Hay muchas terapias que acompañan esta sanación. Pero déjame decirte que hablar es una de las maneras más efectivas de sanar. O al menos es la manera que he encontrado yo, y te lo puedo contar a modo autorreferencial. Hoy en día puedo acompañarte, si así lo deseas, a comenzar un proceso de sanación emocional mediante conversaciones de Coaching emocional. Elige el camino de sanación que más te resuene. Decidas lo que decidas, tu presente y tu futuro te lo agradecerán, y también tus ancestros celebrarán quizás años de historias poco felices.

Con amor,

Deby

Sígueme en mis redes sociales

4 Comentarios

  1. Fabián

    Muy interesante artículo y sanador. Gracias por compartirlo. Es un artículo muy necesario hoy! Gracias Deby!

    Responder
    • Débora Quilaqueo

      Muchas gracias por tu comentario, y me reconforta saber que es de utilidad y resonancia para con vos. Gracias por compartir

      Responder
  2. María Eugenia Ruiz

    Muy interesante Débora! Me gustó mucho
    Gracias por compartirlo

    Responder
    • Débora Quilaqueo

      Muchas gracias María Eugenia, qué bueno que te haya gustado, y espero que sea de utilidad. Gracias por tu comentario

      Responder

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *