SOY YOGUI
Soy Yogui. Me faltan palabras para expresar lo que significa el Yoga en mi vida.
Ni hay que tener un cuerpo flexible, ni ser fuerte. Ni estar apartada del mundo terrenal.
Fuera estereotipos y fuera juicios.
Creo que la gente que me conoce en persona y las que me conocen a través de mis publicaciones. Tanto aquí en los artículos que escribo. Como en redes sociales.
Saben que” tipo de Yogui” soy. Pongo entre comillas Tipo de Yogui. Porque no hay un perfil de Yogui.
Hay tantos tipos de Yogui como personas que practican Yoga.
Creo que estaría bien que todos y todas, en algún momento de nuestra vida, podríamos experimentar el Yoga. O al menos acercarnos de una manera u otra.
Reconozco que la parte de asanas (posturas de Yoga). Es la que más a gusto me siento. Mi mente está concentrada y me evado del exterior.
En los otros aspectos que incluyen el Yoga como la Meditación. Me cuesta un poco más sentarme. Estar quieta físicamente, altera mi mente. Lo normal en estos casos.
Me hace reflexionar, que seguramente es lo que más falta me hace. Parar y escucharme.
Lo intento. Estoy en ello. No se me caen los anillos por reconocerlo.
Yoga es una filosofía de vida. Como base está genial. Pero tomar conciencia de que vivimos en sociedad. Que nos gustan los placeres de la vida. No creo que sea excluyente para ser Yogui.
Los puristas me criticarán. Señores y señoras, me defino como una mujer normal. ¿Conocéis la fábula infantil “El hombre, el niño y el burro”?
Fábula: El hombre, el niño y el burro
Había una vez un hombre que emprendió un largo viaje con su hijo y un burro. Después de un rato caminando, el hombre, viendo a su hijo cansado, lo levantó para que fuera sobre el burro. “Para eso están los burros, ¿no?” pensó el hombre. Siguieron un trecho largo y unos viejos a la orilla del camino los vieron y dijeron:
-Pobre hombre, ese niño tiene energías para caminar y va sobre el burro.
El hombre escuchó esto, así que decidió bajar a su hijo del burro y montarlo él mismo. Decidieron descansar en una posada para continuar su viaje el día siguiente. Cuando amaneció, desayunaron y continuaron su camino. El hombre iba montando el burro y el niño iba al lado de estos dos. Por el camino se toparon con unas mujeres que, al verlos, dijeron:
-¡Vaya holgazán! En tan buen estado y dejando que el pobre niño vaya caminando mientras él descansa sobre el burro. Yo no sé qué descansa si es todo un perezoso.
Escuchando esto, el hombre tomó a su hijo y lo montó en el burro también y siguieron su camino. Iban el niño y el hombre sobre el burro cuando dos hombres afuera de una casa, con otro burro, comentaron:
-¡Pobre animal! No se puede ser tan desconsiderado con los pobres burros. Los animales merecen respeto, ¿sabías?
El hombre ya no sabía qué hacer, todo lo que había hecho había causado molestias en alguien. Se sentó a pensar y vio una rama lo suficientemente gruesa como para soportar el peso del burro. Amarró las patas del burro a la rama y con el hijo, cargaron al burro en sus hombros. Les costaba bastante, el animal era muy pesado. Todo el que los veía se reía pero no comentaba nada. Cuando intentaron cruzar el puente para llegar a la ciudad de su destino, la rama se rompió y los tres cayeron al riachuelo. Un anciano que los venía siguiendo, los vio y dijo:
-Quizás así aprendan la lección.
FÍN
La moraleja del hombre, el niño y el burro
Siempre que intentamos complacer a alguien, acabamos incomodando a alguien. No habrá un momento en el que todo el mundo esté de acuerdo con algo. Además, siempre que intentamos complacer a los demás dejamos que sus ideas estén por encima de las nuestras y en ocasiones por encima de nuestros principios.
Lo importante en la vida no es ser complaciente, sino ser auténticos y buenas personas. Si somos respetuosos, bondadosos y no molestamos a nadie. Nadie tiene derecho a criticar lo que hagamos. Si queremos pintar, podemos pintar. Si queremos hacer música, podemos hacer música. Si queremos cargar el burro porque creemos que el animal no debe cansarse, pues podemos cargar al burro. Lo importante es que lo que hagamos no afecte a los demás. Hay que dejar de intentar que todos estén felices con lo que hacemos, porque siempre habrá alguien que te criticará.
CONCLUSIÓN.
El Yoga no está solo en la esterilla. Está en el día a día.
Vivir la vida plenamente, conscientes del momento presente. Queriéndonos mucho a nosotros y nosotras mismas.
Como decían en la película Toy Story: “Hasta el infinito y más allá”.
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Fantástico e instructivo artículo
Gracias por tus palabras ☺️?