Los pensamientos

Son los pensamientos los que conforman nuestra mente y nuestra forma de vida.

Es la consciencia la que nos guía y dice de qué forma estamos obrando, si lo hacemos con amor o miedo, si mentimos o decimos la verdad.

Somos un pensamiento divino de Dios, nuestra identidad verdadera es que somos sus santos hijos, la voz de la consciencia no los recordara a cada instante. Con el propósito de hacernos recapacitar los errores, ser conscientes de la vida, el obrar y los pensamientos que guardamos.

De acuerdo a lo anterior, podemos discernir que todo dependerá de la información que albergamos en la memoria y que entregará este conocimiento a la mente para que emita el juicio correspondiente.

La mente

En teoría la ciencia subdivide a su vez a la mente en tres áreas; el consciente, el inconsciente y el subconsciente.

De acuerdo a esta teoría, nuestra inteligencia se desarrolla en la mente subconsciente, denominándola la mente lógica o irracional.

Sin embargo, si basamos que nuestra inteligencia proviene de conceptos, creencias, juicios y prejuicios, rumores, comentarios, traumas y experiencias adquiridas en el pasado.

Se podría decir que se vive en un divagar constante, en un mar de información no actualizada, y que todas nuestras acciones en este momento dependerán de lo que un recuerdo nos indique.

Tenemos la creencia de pensar que somos cuerpos humanos.

La mente establece rutinas, hábitos constantes y repetitivos, como lo son el respirar y digerir alimentos para el cuerpo.

Esto lleva a actuar de manera subconsciente e inconscientemente, nos creemos cuerpos, y el sistema nervioso controla el cuerpo por medio de hábitos energéticos constantes.

Cuando entramos a nivel subconsciente, hallamos todo aquello que es emocional, llevándonos siempre a actuar de forma impulsiva y obsesiva, producto del deseo o el querer un bien material, sin importar el coste energético y mental de aquella reacción.

Cuando estos estados emocionales se llevan al nivel consciente, empezamos a gestionar las emociones.

Se vivirán de nuevo de las experiencias pasadas y formando nuevos hábitos a través de los recuerdos, corrigiendo de esta forma las rutinas insanas por sanas.

Sin embargo, si nuestro patrón de pensamientos de temor no cambia, se continuarán repitiendo los mismos errores, debido a que la perspectiva aún se funda en lo pasado.

¿Cómo puedes vivir en el presente si aún piensas en el pasado?

Solo reparas momentáneamente la situación.

Para hacer la corrección completa y sanar, debemos avanzar hasta lo profundo de la mente, aquel lugar oscuro y remoto donde escondemos todo, es decir, los vicios, las mentiras, los temores, los traumas, los trastornos y todo lo estresante que no queremos que se lleve a la luz.

Toda esta información oculta tiene su origen.

Al compartir genéticamente la información de nuestros padres, heredada en el ADN, también heredamos la información que les fue entregada.

Heredamos, toda la información de nuestros ancestros, es decir, desde el primero hasta el último, que eres tú, guardan y ocultan la misma información.

Como la mente en su propósito divino, busca ser sanada y volver a su fuente original, al creador, Dios padre de todo, vive constantemente limpiando la casa, sin que lo percibas.

Al ego mental le gusta creer que es cuerpo y apariencia.

Se divaga por hábito. Es en este constante divagar donde surgen pensamientos ocultos, temores, experiencias y traumas oscuros.

Los síntomas somáticos en el cuerpo, las relaciones en apariencia tóxicas y destructivas en el exterior, muestran la información oculta en la mente.

Su función es liberar toda esta energía caótica que causa desequilibrio mental y mantiene hiperactivo al sistema nervioso, debido al miedo y el estrés que se produce.

Se podría decir, que cuando se actúa de una forma simpática, detrás de esto hay un temor y estrés oculto, el ritmo cardiaco está acelerado y se percibe un temor oculto, alerta de un posible peligro.

Esta alerta energética lo que advierte es que se está interactuando desde la mente ego y se ha hallado a una víctima para culpar, para depredar o ser depredado.

Esa es la función del sistema nervioso simpático en el cuerpo, reaccionar ante toda situación física, que produzca estrés y temor.

 Pablo César Pastor Guerra

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