Renunciar a mi empleo para emprender, ¡nunca, qué susto!
¿Sabes algo? Todos los que alguna vez elegimos emprender pasamos por ahí. ¡En serio! Es de los temores más comunes y válidos del mundo, sentir miedo de abandonar la seguridad de tu empleo.
No obstante, el temor que a algunos paraliza, otros encuentran la manera de neutralizarlo, algunos incluso dicen haber logrado “abrazarlo” y dar el salto.
Primero, entender cómo funciona tu mente
Los seres humanos por norma nos debatimos entre la tensión emocional y la tensión creativa. La emocional es justamente la que se activa cuando nos salimos de nuestra zona cómoda, para visitar el terreno de las incertidumbres. Y la creativa, suele activarse justamente cuando nos sentimos en riesgo y requerimos activar todos nuestros recursos personales para salir victoriosos.
Dejar tu empleo y renunciar a tu salario por supuesto que es dejar tu zona cómoda, la zona conocida, las personas, los roles y retos que encaras en tu cotidianidad. ¿Para qué? Pues depende de cómo tu lo veas. Para crecer, para emprender, para reinventarte, para crear. Es decisivo tener tus para qué bien claros. Pero es bastante lógico que sientas miedo de abandonar tu empleo.
Segundo, una cosa es valentía y otra estupidez
Pero, además, así como les dicen a las personas que tienen pánico a hablar en público, que la mejor manera de sobrellevarlo es prepararse y entrenarse para hacerlo bien. Pues con respecto al temor a renunciar a tu trabajo, pasa lo mismo.
No es igual dejar la seguridad de tu salario con un plan estructurado de lo que te vas a poner hacer, el colchón financiero mínimo que requieres para arrancar y sostenerte mientras despega y una estrategia concebida de cómo posicionar tu marca personal o la de tu emprendimiento, que dar un salto al vació. ¿Por qué? Pues porque necesitas unos mínimos de paz y de certidumbre para operar tu vida, sin permitirte que la consuma el estrés.
Renunciar sin ahorros y sin un plan claro, dista mucho de ser un acto de coraje y colinda bastante con la estupidez absoluta. En estos términos, lo ilógico sería que no sintieras miedo de abandonar tu empleo.
De manera que tener claro tu propósito, sanear tus finanzas personales y definir una estrategia, es innegociable.
Tercero, ¿Cuándo será ese cuándo?
Yo tiendo a creer que lo que no se agenda o programa, simplemente no pasa. Todos vivimos una vida bastante llena de estímulos y distractores, cuando no atareada, de manera que al momento de querer emprender o independizarse, si no hay un deadline o un compromiso concreto de cuándo dar el paso, pues corres el riesgo de que tu proyecto se diluya.
Pero esa fecha no puede ser una fecha azarosa, sacada del sombrero del mago. Debe ser una fecha estudiada, teniendo en consideración lo que requieres hacer para prepararte – sea formación, acreditación, ahorro, prácticas previas, búsqueda de inversionistas o socios, entre otros.
Una fecha que te rete, pero que tampoco sea suicida. Y suena dramático, pero tu no quieres quemar tus sueños en tu primer intento. Si lo haces, pues ya aprenderás de ello. Pero pudiendo evitarlo ¿por qué no hacerlo?
Debes elegir una fecha límite que te genere una sana presión, de cara a cumplirte tu objetivo y por su puesto ser congruente con el plan de acción que te traces, pero también una fecha que te de la licencia de precaver lo que sea necesario. Así superas el miedo a abandonar tu empleo trazándote un plan realmente exigente, que te permita expresar lo mejo de ti.
Cuarto, ¿Qué te motiva a emprender?
Si es por dinero, tiempo libre o sentirte tu propio jefe, pues mejor búscate motivaciones más fuertes. Pocos emprendimientos dan ganancias reales antes del 3er año de operaciones y eso bien gestionados. Ser emprendedor no es un trabajo full time, si no full life, porque tu eres gerente, CEO, asistente, secretario, contador, community manager, diseñador, copy, I+D, entre otros muchos roles. O como diríamos en mi tierra, tú eres Soy-La, soy la que vendo, produzco, escribo, cotizo, facturo, cobro, ingenio, etc. Además, no tendrás un jefe que te afane o presione, pero tendrás a tus clientes y te tendrás a ti mismo. Y más vale que seas autoexigente, porque de lo contrario… puede que no funcione.
Emprender es de personas que quieran aprender a convivir con la incertidumbre respirándoles en la nuca, es de personas que estén dispuestas a aprender todos los días, es de personas que se esfuercen seriamente en trabajar en su mentalidad y sus creencias limitantes, es de gente ordenada y, sobre todo, muy disciplinada.
Quinto, ¿Qué viene si está claro que quieres hacerlo?
Pues cuando ya elegiste dar el paso, hay dos preguntas que si o si deberías hacerte.
- ¿Qué es lo pero que puede pasar si mi emprendimiento no funciona?
- ¿Qué razones podrían ocasionar que no funcionara?
Si haces la tarea de dar respuesta a estas dos preguntas, juiciosamente, es altamente probable que tengas los básicos para trazarte una estrategia. Que no es garantía de éxito, claro está, pero sí que ayuda. Responderte estas dos preguntas te permitirá anticiparte, ganar adaptabilidad y capacidad de reacción. Pero por sobre todo quitarte el miedo a abandonar tu empleo.
Sexto, si lo peor tiene solución…
Entonces ¿Por qué no intentarlo?
Si, tal cual, si tienes tu propósito claro, si después de saber que emprender no es el paraíso prometido, continúas teniendo una intención clara, un para qué que resuena profundamente contigo, pasión a borbotones y mariposas en el estómago, pues a remangarse. A trabajar duro para hacerlo posible.
En nuestros tiempos, la publicidad y los medios masivos de comunicación se han encargado de darle casi nivel de deshonra al fracaso o estatus de vergüenza a no tener éxito. Nuestros padres, abuelos y bisabuelos pasaron grandes necesidades en algún momento de su historia y acá estamos. Encontraron probablemente sus aprendizajes, establecieron la mejor manera de recomponerse y salir adelante. Y si tu vida es tuya, sólo tu puedes elegir en qué empeñarla.
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