Seres perceptivos
Los seres humanos somos seres perceptivos. Utilizamos nuestro sistema V.A.K.O.G. (visual, auditivo, kinestésico) para percibir todo lo que nos rodea. Y, a través de él, es como aprendemos cada cosa en nuestra vida. Y es así también como nos formamos un concepto de lo que llamamos «realidad».
Una mirada ontológica
Desde el Coaching Ontológico se percibe al ser humano como un ser dotado de lenguaje, cuerpo y emociones. Uno de los primeros postulados trata sobre una concepción de los seres humanos como seres lingüísticos. Así es que vivimos en el lenguaje, y esto es clave para entender los fenómenos humanos. Estamos todo el tiempo comunicándonos, a través de un lenguaje verbal, no verbal y también a través de nuestras emociones.
Otro de los postulados tiene que ver con que se interpreta al lenguaje como generativo. Este lenguaje no sólo nos permite describir lo que percibimos, sino que también genera acción. En el libro «Ontología del lenguaje», su autor, Rafael Echeverría nos dice que: «…el lenguaje crea realidades. La realidad no siempre precede al lenguaje, éste también precede a la realidad. El lenguaje, postulamos, genera ser».
Y por último, se postula que los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él. Es decir, todos nacemos con algunas características en común. Sin embargo, no estamos determinados por eso, sino que tenemos la posibilidad de participar activamente en el diseño de nuestra forma de ser. Nuestra forma de ser no es de una manera determinada, ni es permanente. Está en cada uno de nosotros, tomar consciencia y abrir nuevas posibilidades a nuestro «estar siendo». Pregúntate: ¿eres la misma persona que hace 10, 5, 3, 1 año atrás?
Vamos a la práctica
Contemplar un atardecer en otoño; el olor a café o a pasto recién cortado; el sonido de la lluvia al repiquetear sobre la ventana o sobre el techo; acariciar la suave piel de un bebé o degustar tu comida favorita. ¿Qué sensaciones experimentas al leer estas oraciones? Seguramente, te lleven a imágenes mentales que ya tienes sobre esas cosas. Esas imágenes mentales están basadas en las experiencias pasadas, en lo que aprendiste. Y eso que aprendiste, pudiste incorporarlo gracias a tus sentidos. Nuestros sentidos son una puerta de acceso a todo lo que nos rodea.
Aristóteles clasificó esos sentidos en cinco: vista, oído, gusto, tacto y olfato. Estos sentidos son los que nos permiten, por un lado, disfrutar la vida, pero también son nuestro mecanismo de defensa con el entorno. Por ejemplo, si es de noche y de repente escuchas que alguien intenta abrir la puerta de tu casa, la percepción que tendrás de la situación es que alguien quiere entrar a robar o hacerte daño. Entonces, esto encenderá un alerta en tu cerebro para que tomes una acción que mantenga tu supervivencia (llamarás a la policía o pedirás a alguien que te ayude, etc).
Seres perceptivos en las relaciones
Ahora, ¿Qué sucede cuando llevamos esto a nuestras relaciones interpersonales? La misma manera en que percibimos el café o nuestra música favorita, o cualquier estímulo que venga desde fuera; es la misma manera en que percibiremos todo lo demás. Y las relaciones no quedan de lado en este caso.
Muchos de los «problemas» que podemos llegar a tener en nuestras relaciones interpersonales tienen que ver también con la percepción que tenemos de las cosas. Así como «x» situación puede ser desagradable para mí, a la otra persona puede no importarle. Así como interpreté la opinión de una persona, puedo quedarme con el sabor amargo que me generó mi percepción. Pero tal vez, si indago, termino dándome cuenta que no era como yo pensaba.
Acá entra en juego lo que mencionábamos antes, acerca de que vivimos de acuerdo al lenguaje, cuerpo y emociones. Y por supuesto, la percepción que tenemos del mundo que nos rodea.
Percepción y comunicación
En el Coaching hacemos especial foco en la comunicación, ya que es la base de las relaciones interpersonales. Y decimos que para que exista una comunicación efectiva, debe haber 3 pasos fundamentales: pedidos, ofertas y promesas.
Cuando requiero algo, debo hacer un pedido efectivo: qué quiero, cómo lo quiero, cuándo lo quiero, dónde lo quiero; y para completar la información, puedo agregar para qué lo quiero. Teniendo en cuenta esto, mi interlocutor/a puede hacerme una oferta en base a lo que estoy solicitando. Si esa oferta me satisface, podemos sellar ese acto comunicativo con una promesa de que lo hablado va a cumplirse. O al menos, cada uno tomará el compromiso para llevarlo a cabo.
Si logramos esto, tendremos una comunicación más efectiva, relaciones interpersonales más afianzadas y sobre todo, no dejaremos esto a nuestra libre percepción. Puesto que, en ocasiones, nos puede jugar una mala pasada.
Cierre ontológico
Para cerrar este artículo, quiero citar el primer principio de la ontología del lenguaje: «No sabemos cómo las cosas son. Sólo sabemos cómo las observamos o cómo las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos».
La propuesta es a revisar la percepción y/o interpretación que cada uno esté teniendo en este momento de su vida. Y al menos te preguntes, ¿es así? ¿estoy abierto/a o cerrado/a a las posibilidades? Si eres de las personas que suele repetir la famosa frase «las cosas son así», quizás estas preguntas te permitan descubrir que hay un mundo detrás de ella.
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