Sobre Oscar
Oscar Losada
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Llegó nuestra primera clase con esos nervios que no pueden faltar en una situación así. Pero, al terminar, todo fueron palabras bonitas, abrazos, muestras de agradecimiento. Les había encantado. Así fue como pasé a hacerme cargo de las clases de yoga.
Seguía formándome por mi cuenta, aprendiendo, aumentando conocimientos. Me iba dando cuenta del lugar tan importante que el yoga iba ocupando en mi vida. Y también me iba dando cuenta de las ganas que tenía de compartir todo lo que el yoga estaba aportando a mi vida. Por lo que había llegado el momento de formarme de verdad, era totalmente necesario para poder compartirlo de la forma adecuada.
Vi la publicidad de una formación, la única a la que llamé para informarme, pero que me llamó mucho la atención desde el primer momento. Y estoy plenamente seguro que no podía haber elegido mejor. Esa formación me cambió totalmente la forma de ver, sentir y vivir el yoga; así como la forma de impartir mis clases (que a partir de ese momento siempre he preferido llamar prácticas). Cuidando el cuerpo con las alineaciones más adecuadas e infinidad de ajustes. Pero sobre todo destaco el gran trabajo interior que comencé a descubrir y a realizar, y todo ese flujo de energía y fuego que empecé a sentir por todo mi cuerpo. Una experiencia increíble, multitud de bonitas sensaciones, numerosos aprendizajes y enseñanzas, y grandísimos yoguis conocidos.
Como comentaba anteriormente, esa formación cambió totalmente mi forma de impartir clase a mis yoguis. Dejó de ser un yoga meramente físico para comenzar a invitarles a que trabajaran también su interior, a que liberasen su mente, a que sintieran su fuego, su energía. Al principio pensaba que ese cambio tan radical no iba a gustar, que iban a pensar «y este loco de que nos está hablando»; pero todo lo contrario, era lo que más me agradecían, lo que poco a poco les fue enganchando todavía más al yoga.
Llegó el momento de dejar el gimnasio y buscar una sala que se adecuara más al camino que estaba llevando nuestra práctica. Apareció el centro perfecto, un centro acogedor, nada más entrar te transmite paz y calma, tienes la sensación de estar entrando a otro mundo y, sin ninguna duda, era el lugar ideal para continuar nuestras prácticas. Prácticas llenas de emoción y sentimiento, talleres increíbles, todo seguía sumando en nuestros caminos.
Y con ilusión, sueños, perseverancia, motivación y cariño, el camino paso a paso se siguió creando, sin darme apenas cuenta, pero sin dejar de aprender, de luchar, de caminar. El yoga me seguía depositando pequeños regalos en mi camino. Además de seguir formándome, pasé a colaborar como formador y, posteriormente, tener mis propias formaciones…. Y estoy totalmente seguro que nunca dejará de ser así, que seguirá regalándome multitud de alegrías, de sonrisas y de personas bonitas.
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