Darse cuenta.
Qué hermoso es darse cuenta que al cerrar los ojos y entrar en quietud el corazón se abre dando la bienvenida a aquello que es invisible para los ojos del cuerpo.
Y con un acto de absoluta generosidad no le niega su latir a nada ni a nadie.
No hay juicio solo latido,
si hay ataque, también late a la ofensa
frente a la ira late, a la tristeza le late…
Y cuando en este sueño de efímeras figuras parece perecer, cual jaula que se abre ante el esperado cielo se escapa su eco, sirviéndole de consuelo a todo aquel que aún no sabe que está vida es un juego.
Que en el corazón habita el secreto que sirve de escape si decides mirar hacia dentro.
Donde la vida, la eternidad, el Divino son un simple pero glorioso latir.
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