Un yogui según Bhagavad Gita.

 Dícese que hace milenios Brahmá hizo que Viasadev dictara a Ganesha los 200.000 versos que componen el libro Mahabharata. Es un escrito épico de carácter sagrado, del cual forma parte el Bhagavad Gita, escrito aproximadamente hace 5.000 años. A continuación, presento un comentario sintético sobre cómo ser un yogui según Bhagavad Gita.

 Este texto sagrado es de crucial relevancia dentro de las filosofías hinduistas, y está fundamentado en un diálogo imaginario entre Krishna y Arjuna, en la antesala de la guerra dinástica de Kurukshetra, entre los Pándavas, dentro de los cuales Arjuna era un príncipe, y los Kauravas, donde había muchos de sus familiares, amigos y maestros.

Surgido de diversas tradiciones orales, plenas de historias humanas y de mitología, yo diría incluso de simbología, este texto persigue difundir la sabiduría eterna, vale decir la consciencia del ser y la posibilidad de llegar a la iluminación a través del sendero del yoga, haciéndola accesible a todos, con explicaciones sencillas.

Ciertamente se usa el escenario de una guerra, para facilitar la comprensión de los conflictos internos que experimenta toda persona, al enfrentarse a sus propios dilemas acerca de si se debe actuar o no en determinadas circunstancias, y de la forma que sería más apropiada de acometer. Un debate interior de orden ético o moral, en el que, de la imagen de Krishna, con su trascendencia divina y social, se le explican a Arjuna (en su desaliento), digamos a la humanidad por él representada, las respuestas correctas. Esta guerra, real o mítica, fue necesaria en el discurso para poder enseñar la filosofía de que el Yo verdadero o el espíritu es indestructible, eterno e inconmensurable. Incluso es único, por lo que este texto es fundamental en la construcción de una de las filosofías hindúes principales, cual es la Vedanta, fundada en la a-dualidad.

Y es en el Yoga, en su plena realización, en donde habrá de buscarse y construirse el actuar que terminará, en un proceso personal, por disipar todas las dudas que aquejan la mente humana, y con ello perturban el cuerpo y alejan el espíritu de la luz. 

Así, el Shankhya Yoga nos muestra la inmortalidad del alma o Atman: el espíritu es indestructible, eterno, no nacido e inagotable, inmanifiesto, impensable e inmutable; nos pone de lleno frente a nuestro deber, el Dharma (“debes respetar tu deber y no vacilar”); y, nos asoma desde ya al Karma Yoga, el cual, para poder liberarnos de la cadena de reencarnaciones, nos enseña que debemos actuar, sí, pero siempre sin esperar resultados, frutos, sin apego. Es en este equilibrio y ecuanimidad, sin importar el éxito ni el fracaso, en lo que reside la felicidad. Y se llega a la sabiduría, por medio del Pratyahara, retirando los sentidos, logrando la abstracción y abandonando los deseos de la mente, que ha de conducir al Samadhi, la iluminación o liberación.

El yoga del conocimiento y diría del reconocimiento del Yo verdadero y único o del espíritu (Jñana Yoga), de un lado, y el Karma Yoga que exige actuar, del otro, generan en Arjuna una aparente confusión: ¿se debe uno replegar hacia su interior o más bien actuar hacia el exterior? Krishna le hace comprender el yoga de la acción, al desvanecer el aparente dilema entre la renunciación y la acción. En efecto, la no acción no es el no actuar o permanecer sin hacer nada, sino el estar libre de deseos y anhelos de frutos. Es el obrar desinteresado, desde la conciencia de estar haciendo lo que se debe hacer. Es imposible la total inacción, pues las Gunas nos impulsan a actuar, teniendo actitudes rajásicas (apasionadas, hiperactivas) y tamásicas (ignorantes, indolentes) que nos unen a lo mundano y acciones sáttvicas (bondadosas, inteligentes) que conducen a la iluminación o liberación. Es allí donde se presenta el conocimiento para ayudarnos a trascender las Gunas, controlando las pasiones y los pensamientos, pero requiriendo también la acción, aquella que viene determinada por la ley del sacrificio, es decir, sin apegos y sin atención a los resultados. Esa pureza del corazón te lleva a su vez al conocimiento del verdadero y único Yo.

 La clave de una real renunciación vendría dada por un actuar unido al Dharma y realizado sin atención al placer o al dolor, la pérdida o la ganancia, la victoria o la derrota. De esa forma controlamos el Raga-Dvesha, esa constante pugna entre el deseo y la repulsión, impulsándonos al conocimiento del verdadero y único Yo. El Karma Yoga es mejor que el aislamiento y la renunciación del eremita.

Siguiendo semejantes pautas avanza una persona a ser un Yogui según Bhagavad Gita, debiendo entonces aprender a controlar sus pensamientos a través del Pranayama o ejercicios respiratorios y del Dhyana o yoga de la meditación. La mente se calma siendo ecuánimes con los de buen corazón, los amigos y enemigos, los indiferentes, los neutrales y los odiosos, los parientes, los honrados y los perversos.

 Aquí entra en juego el Hatha Yoga, que lejos de ser pura y simplemente un conjunto de prácticas de asanas o posturas corporales, permite en su ejecución entrar en un estado meditativo. Así, libres de deseos y pensamientos perturbadores e instalada la serenidad, en ecuanimidad y equilibrio, se puede lograr la forma yóguica de vida. Se trata de permanecer en la práctica constante del yoga y la meditación (Abhyasa) y en el desapasionamiento (Vairagya).

 Obviamente asistimos a enormes niveles de exigencia para el existir humano mundano, que hacen que Arjuna se interrogue sobre el después de la muerte, motivando a Krishna a introducirlo en el Bhakti Yoga o yoga de la devoción, presentándole la rueda de reencarnaciones, asegurándole que el que actúe bien, como yogui esforzado, alcanzará la meta más alta, y que quien en ese proceder lleno de fe lo adore y tenga su interior fundido al suyo, será el más devoto entre todos los yoguis. Conviene aquí aclarar que no se trata de un concepto típicamente dual, de un dios y un devoto, sino de una idea a-dual, es decir, de unidad o unicidad desde la perspectiva según la cual solo existe un Yo, lo demás es Maya o ilusión.

Krishna pide así a Arjuna que lo conozca como la causa eterna de todos los seres, la inteligencia de los inteligentes y el esplendor de los objetos esplendorosos, luego de haberle mostrado su condición de origen y disolución del universo. Y, nuevamente, evidenciando ese ir y venir de su filosofía complementaria en sus elementos, al explicar los cuatro tipos de devotos: el afligido, el buscador de conocimiento, el de riquezas y el sabio, define al sabio como su propio Yo, por buscarle como su meta suprema. La sabiduría, vista como la liberación de los falsos o aparentes pares de opuestos, lleva a la devoción y ésta a aquella. La mente firme por la meditación habitual y constante (Bhyasa), va a la Persona Suprema, al Resplandeciente. Es la idea de su aspecto no manifestado: “Todos los seres existen en Mí, pero Yo no existo en ellos”.

 Con estas ideas avanzamos en la sabiduría, nos desprendemos del ego y aprendemos con devoción a agradecer, a conocer y a reconocer al Yo omnipresente e imperecedero del cual todos procedemos (Purusha), y con el cual estamos destinados a (re) fusionarnos, venciendo la aparente dualidad.

 Alberto Blanco-Uribe

5 Comentarios

  1. Andrea

    Un gusto leer una explicación sobre B Guita cuya lectura es completa pero que se entiende aquí claramente, encadenando vocabulario yoguico que sea comprensible por todos.
    A seguir entonces en el camino del yoga, del descubrimiento y comprensión de la no dualidad practicando Bhakti Yoga entre otros.
    Hatha Yoga nos permite como dices no solo practicar asanas (ocuparse del cuerpo físico) sino y sobre todo entrar en un estado meditativo.

    Namasté

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  2. Alberto

    Es así Andrea. Muy agradecido por tu comentario; siempre he pensado que es necesario usar un vocabulario sencillo y comprensible por todos, si de verdad se buscar difundir un conocimiento.

    Namasté!

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  3. Ariel

    Muy bueno este articular Alberto. Gracias por compartir tus conocimientos

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    • alberto

      Gracias a ti Ariel por haberme leído y darme tu apreciación. Saludos

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      • ARIEL

        Un placer

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