Desde tu ego has deseado destruir a Dios.
Cuando recuerdas que Dios está en todo lo que te rodea y en ti, la dicha te llena y la abundancia se manifiesta.
En el instante en que olvidas esto, ante cada situación de carencia en la que crees encontrarte, realizas un ataque que busca destruir a Dios.
Cada malestar que produces al cuerpo es un ataque que haces a Dios, esto es demente y está oculto en el inconsciente.
Quieres herir a Dios de cualquier manera.
La creencia de que te ha abandonado y que no cumple tus deseos, te ciega; la ira alimenta a tu ego y tu mente se oscurece al creer en el miedo.
Sin embargo, si te detienes a reflexionar, encontraras que tu eres la voluntad de Dios, te ha creado, dando vida a tu Espíritu.
Dios mismo ha permitido que crearas un mundo.
Al Ser su Santo Hijo, y te ha concedido el deseo alocado que has imaginado, experimentar la vida a través de un cuerpo.
No eres un cuerpo, eres un Espíritu que descansa en la mente consciente de Dios.
Tú eres la vida, que da vida al cuerpo, que da vida a todo el mundo que el cuerpo ve.
Cuando tu Espíritu no requiera mas de tu cuerpo, seguirás dando vida, al transformarse la materia en otra forma de vida.
EN TODO LO QUE TE RODEA ESTA DIOS.
Desde tu mentalidad egotista te resultara incomprensible e inconcebible esto; te resistirás y defenderás tu creencia en lo humano.
Aquiétate por un instante, medita y ve hasta el recuerdo de Dios en tu mente.
Se te ha dado el don y el poder de todo el universo (dar vida) no lo aprecias.
Lo observas como algo sin importancia, pero sin vida no habría experiencia.
Cuando te topas con un cuerpo que mendiga en la calle, no ves a Dios, ves al mendigo. Cuando eres fan de un ídolo, ves al ídolo y no a Dios.
Al colocar tu cuerpo frente al espejo, ves tu apariencia y olvidas ver a Dios allí. Cuando haces algo en el mundo, olvidas que Dios lo hace junto a ti.
Aparentemente recibes una ayuda, crees que un enviado de Dios viene a ayudarte a ti; en realidad es un enviado de Dios que viene por Dios y por ti.
Dios está en toda situación, cuerpo, animal y cosa. Dios es la fuerza del Amor que sustenta y une todo.
Eres parcial en tu idea de mirar al mundo, observas un mundo dividido en el que Dios no está, haciendo a tu ego real.
Todo lo que te rodea es una herramienta de Dios y cada situación brinda una oportunidad para recordar y amar a Dios; amarte y oír la voz del creador dentro de ti.
Cuando atacas no es tan solo a ti a quien atacas; detrás de lo aparente y más allá de lo evidente, atacas y quieres destruir a Dios.
Tú crees que en la pequeñez de tu visión Dios no participa, cuando en realidad ha resuelto todo.
Tú crees que a la pantomima de tu drama Dios le dará importancia, y vendrá a darle realidad al show de tu ego.
A LOS HIJOS DE DIOS TODO SE LE HA CONCEDIDO.
Todo está resuelto, permite que las situaciones que están ocurriendo sucedan y pasen.
Hay que dejar el pasado atrás, para que la película de terror que imaginaste para destruir a Dios termine.
Cuando dices voy a hacer algo en el mundo, es el cuerpo el que hace; desde tu mente lo que buscas es satisfacer tu expectativa, que está llena de codicia y ambición.
Al reconocer que este es tu deseo y es tu voluntad estar en esta ilusión de mundo; lo único que haces es agradecer la experiencia de amor, sea lo que sea que suceda es tal como la deseaste.
No importa el evento, agradece la situación acéptala y supérala, la gratitud ira llenando los espacios vacíos y la paz y la felicidad permanecerán presentes.
Dios no sufre. Él sabe que estas imaginando y das realidad a lo que es nada.
Eres tú quien sufre, al hacer un drama tu manera de vivir.
Eres tú quien quiere ser contrario a Dios, no para demostrar que tienes razón; lo haces porque así crees castigarlo por no darle realidad a tu show.
No ganas nada con tu actitud infantil, al contrario, te haces daño al creer que no observa tu obra y no ha disfrutado la función.
Dios no se haría daño a sí mismo, pero el personaje que fabricas para estar en el mundo; si quiere hacerse daño y con esto cree dañar a Dios.
Busca primero a Dios y todo lo demás vendrá por añadidura.
Te bendigo, te amo, te comparto toda la paz y felicidad que hay en mí, para que ambos seamos abundantes.
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