Hola Ariel. Una vez más te saluda el Dienteperro. Te comento que la semana pasada revisando las redes estuve leyendo un artículo acerca de los adultos mayores. A primera vista me sentí a años luz de aquello. Sin embargo, cuando par de horas más tarde me embullé a jugar cuatro esquinas con los adolescentes del barrio y hubo uno que dijo que él no quería estar en el equipo del «puro« , es decir, yo, y más tarde tuve que untarme pomada china para el dolor en el hombro, empecé a preocuparme y a reflexionar del tema.
Para empezar, reparé en que cuando fui a buscar la pomada china en el botiquín habían cerca de 1000 pastillas, pomadas, aerosoles, jarabes y colirios de todo tipo, y todos sin excepción habían pasado por mí, lo que sin duda constituye una mala señal.
En materia de salud, un catarro no tenía más implicaciones que no fuera andar con un pañuelo. Sin embargo, ahora he caído hasta en el plano de tomar sopita y bañarme con agua caliente. Yooo que hasta en invierno me daba una ducha, mientras más fría mejor. Pero si algo me llegó al alma, fue cuando este año en el chequeo médico del trabajo, cuando leí las órdenes de los análisis, había incluido un estudio de la próstata. Tengo que confesarte que ese todavía lo tengo pendiente. También empiezan a ser menos los dientes que ya no tienen algún tipo de empaste y de los infartos ni hablar, pues ya mi generación está empezando a aportar personas a la estadística de esa dolencia. El colmo. El otro día, tras el parte de Duran, mi hijo me dijo que me cuidara, que ya estaba cerca de la edad de riesgo. Lo que me faltó para galletearlo fue nada !!!
Mi preocupación continuó en aumento cuando me percaté que hasta hace muy poco tiempo dormía de un tirón toda la noche y al despertar abría los ojos y de un salto ya estaba de pie, listo para la pelea. Sin embargo, ahora me despierto 3 veces en la noche porque o se me acalambra un brazo, o me duele la columna, o tengo que ir al baño. Pensar en dormir más allá de las 8 de la mañana es una utopía y levantarme de la cama es otra historia. Abro los ojos, me estiro, me siento dos minutos y me levanto de medio lado con cara de alguien que se atragantó con un metronidazol. Solo entonces puedo echar a andar, todavía pareciendo la versión masculina de Dolores Santa Cruz, que no es hasta cinco minutos después que logra adoptar la posición erecta característica de los Homo sapiens. Te digo más. Tengo el más pleno convencimiento de que el día que abra los ojos y no me duela nada fue que morí en la madrugada y todavía no me he enterado. Incluso, yo que subía 12 pisos solo para entretenerme, ya sufrí mi primera derrota a manos de mi hijo en una competencia de las escaleras. Ese día pensé que iba a engrosar la fila de los infartados, y mi hijo ??? bien, fresco como una lechuga de organopónico, porque la de los mercados, todos sabemos que te la venden parece que les pasó por encima un camión con dos remolques.
El jaque mate me lo dio una enfermera en el parque del barrio hace unos días. Estaba mirando los ejercicios de Tai Chi que hacían los integrantes del Círculo de Abuelos y me preguntó si tenía interés en incorporarme. No atiné a responderle. Me paré, me fui y no he regresado al parque. Simplemente me da terror que alguien más vuelva a insinuarme algo así. Eso sí, te juro que el que trate de darme el asiento en la guagua o dejarme pasar en una cola, se va a tener que matar conmigo.
Otra evidencia de que me estoy poniendo viejo es en la forma de divertirme. Un día iba a la playa en guagua felizmente colgado en la puerta, disfrutando del viento y el peligro, y al otro día estaba protestando porque los almendrones están muy caros y además no se me puede quedar el protector solar, la toalla, la merienda, el almuerzo, las chancletas, una muda de ropa, dos sombrillas y 5 pomos de agua.
Hace unos años me pasaba la noche entera bailando al lado de la bocina, sin tomar ni agua y resulta que ahora a mííí, a mííí que iba al Cabaret Nacional de San Rafael y Prado a ver al Micha y gritaba con toda la fuerza de mis pulmones – Gerente, abre la puerta de par en par … – y que además me subí en un poste el día que Michel Maza en La Piragua casi que se quita la ropa cantando con la Charanga Habanera – que levante la mano la gente que le gusta la bolá – hace un tiempo que me molesta la música muy alta y el reguetón me parece vulgar y no quiero que mis hijos lo escuchen porque no tiene contenido. Además, si no hay asientos donde sentarme a conversar y descansar ya ese lugar no sirve. Eso sin contar con que ni en mi más loca borrachera juvenil conocí a Doña Resaca, quien ahora es mi más frecuente compañera del día siguiente, si nada más que se me ocurre sobrepasar un poco el límite de lo prudente. Para colmo, casi entré en arritmia cardíaca cuando recordé que hace par de meses estando de paso por el Malecón, en medio de un oleaje intenso, crucé a la acera del frente para no salpicarme. Cuando se ha visto eso ??? que ya no queda nada de mi abundante cabellera, de mi abdomen cuadriculado y de mis bíceps fibrosos. Ahora me conformo con que cuando vaya a la piscina haya alguien con más barriga que yo, e incluso hasta me burlo de los fuertes. También hace mucho tiempo que empecé a preferir la ropa cómoda a la bonita o con swing. Y ya que hablamos de ropa. Que tiempos aquellos en que me paraba en el balcón sin camisa solo para lucirle a las niñas del barrio. Bueno, ahora no hay quien me haga salir sin por lo menos una camiseta.
Del sexo ni hablar. Las noches maratónicas han pasado a ser el recuerdo de glorias pasadas y los actos sexuales dejaron de contarse de tantos por noche a tantos por semana o por mes. Pero calma Ariel, no entres en pánico todavía, al respecto te cuento que los besos y los orgasmos pueden ser mejores a esta edad y aprendí que abrazar, conversar y un buen vino también tiene su encanto.
Sin embargo, pese a todo esto que te cuento, no es que sea un tareco. El otro día probando la bicicleta de mi hijo me patinó una rueda y me di una caída de leyenda. Cuando me levanté, porque me levanté sin ayuda, todo el mundo estaba arrastrado de la risa, señal de que no ven en mí, el peligro inminente de una fractura de cadera. Al menos eso fue un aliciente para el dolor de la rodilla. Así mismo, no hace mucho en una fiesta de la cuadra di una clase magistral de casino. No hubo un adolescente, joven, o medio tiempo que me siguiera el paso o que se supiera las vueltas que yo daba. Incluso para humillarlos después perrée un poco con mi mujer cuando pusieron reguetón. A juzgar por la cara de mis hijos que casi vomitan, aquello se vio un poco raro, pero yo hice lo mismo que ellos y ninguno de ellos hizo lo que yo, porque créalo o no, las generaciones de ahora casi no bailan casino.
También sucede que, pese a que sus amigos son importantes, mis hijos a quien le piden consejo es a mí, y al que vienen a ver para que los ayude a arreglar la bicicleta es también al padre, que lo sabe todo, y eso solo lo da la edad y el haber tenido que hacer de todo en esta vida. De cualquier manera me estoy preparando, porque me queda claro que estoy en un proceso indetenible y no me queda otra opción que tratar de vivirlo de la mejor manera e incluso aprender a disfrutarlo.
Para finalizar por hoy Ariel, lenta pero inexorablemente todos vamos camino a la vejez, así que quieran, cuiden, comprendan y apoyen a sus viejos, que no solo son la experiencia y la memoria viva de la familia, sino porque también, en algún momento seremos como ellos, sino que me pregunten a mí. Un abrazo. Como siempre, desde la orilla.